El hilo invisible

(2017) EE.UU.
DIRECCIÓN, GUION Y FOTOGRAFÍA Paul Thomas Anderson
MÚSICA Jonny Greenwood
REPARTO Daniel Day-Lewis, Vicky Krieps, Lesley Manville, Brian Gleeson, Harriet Sansom Harris

Obsesión y moda

El cine de Paul Thomas Anderson es único en la actualidad. Complejo, a ratos barroco, preciosista y siempre inmersivo. Su cuidada fotografía —es de los que se aferra a seguir filmando y exhibiendo en celuloide—, su ritmo elaborado y sus temáticas recuerdan al mejor cine de Martin Scorsese o de Francis Ford Coppola. En El hilo invisible cuenta la historia de un famoso modista en el Londres de los años cincuenta —al parecer inspirado en el español Balenciaga— y su relación con una mujer que se vuelve su modelo y su musa.

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Quién mejor que Daniel Day-Lewis para este papel. Este titán de la actuación, monstruo de la naturaleza —como decía Cervantes de Lope— con tres Oscares y otras tres nominaciones (suponiendo que la de este año quede solo en nominación), famoso por permanecer en personaje durante todo el periodo de filmación, encarna muy bien a nuestro diseñador, Reynolds Woodcock, solterón en un mundo femenino —trabaja rodeado de sus costureras y su hermana y socia Cyril: Lesley Manville, también nominada—, metódico y obsesivo. En su camino se cruza Alma (Vicky Krieps, que en mi opinión se lleva la película, incluso delante del monstruo, aunque la nominación a actriz de reparto haya sido para Manville), una pueblerina de la que Woodcock queda prendado. Trasladada al exigente entorno del diseñador y su hermana, irá aprendiendo a amar a este hombre hasta desarrollar su propia obsesión.

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El cine es un arte de detalles —suponiendo que alguno no lo sea— y este director lo sabe muy bien. Incluso el título de esta película es una mención de eso, un detalle que, sin embargo, da sentido a un modo de hacer las cosas con perfección, con alma. Como lo hace nuestro protagonista. Eso —se nos dice— lo hace el mejor y no cualquiera está a la altura de vestir una de sus prendas, por más que pueda pagarla. Woodstock borda pequeños mensajes ocultos en sus vestidos, solo conocidos por el artista y que le dan su verdadero significado. Y eso es exactamente lo que el director parece estar haciendo en esta película.

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Paul Thomas Anderson nos enseña aquí a apreciar un arte quizá no siempre tan valorado como es el diseño de moda, y lo hace incluso con una perspectiva de época. A través de sus ojos y de su cámara —en esta ocasión funge también como director de fotografía, aunque sin el crédito— nos envuelve en ese mundo y en el de sus personajes, siempre un poco atormentados. Al igual que en otras entregas suyas, no es este un cine de entretenimiento como tal —se puede hacer un poco lenta para quien no sepa a lo que se enfrenta— pero sí de gran nivel. Como los vestidos del personaje, no será apreciado por todos pero sí valorado por quien tenga ojos para el arte.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

Lady Bird

(2017) EE.UU.
DIRECCIÓN Y GUION Greta Gerwig
FOTOGRAFÍA Sam Levy
MÚSICA Jon Brion
REPARTO Saoirse Ronan, Laurie Metcalf, Lucas Hedges, Timothée Chalamet, Tracy Letts

La mejor edad

La actriz Greta Gerwig escribe y dirige esta historia autobiográfica, con todos los elementos de una buena película independiente. Es el año 2002 en Sacramento, California, y Christine McPherson —que se dio a sí misma el nombre de «Lady Bird»— cursa su último año en un colegio católico para señoritas. Y ella es todo lo contrario a una señorita, casi tanto como es todo lo contrario a su madre, una médico trabajadora, responsable y agobiada.

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Como en el tercer acto de Boyhood (Richard Linkater, 2014), película con la que tiene muchos elementos en común, se nos cuenta la cotidianidad de un personaje adolescente, con todo lo que eso implica en el conflicto: prácticamente inexistente para el exterior pero fundamental para el protagonista. Lady Bird pretende salir de su «jaula» de la pequeña ciudad de Sacramento y estudiar la carrera en Nueva York; como le sucede a la mayoría de las personas, no tiene el dinero ni las calificaciones para lograrlo, aunque tiene su determinación.

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Además del óptimo look de película independiente —Gerwig le habrá aprendido mucho a su pareja, el escritor y director Noah Baumbach—, la película cuenta con excelentes actuaciones. En los roles de adolescentes protagonistas tenemos un trío que juntos acumulan 5 nominaciones al Oscar: Saoirse Ronan, siempre sorprendente y más en este que se siente curiosamente como su papel menos adulto, Lucas Hedges y Timothée Chalamet. A la altura está la interpretación de Lauire Metcalf como la madre, lo que le ha valido de momento la nominación al Oscar.

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Sin grandes dramatismos y con buenas dosis de humor (imposible no acordarse de Napoleon Dynamite, sobre todo con la simpática campaña electoral de Lady Bird), vemos elementos de la vida misma en la que todos podemos reconocernos. Las discusiones de una madre y una hija muy distintas que, con todo, se quieren mucho —y la importancia del rol del padre, que funciona como nexo y árbitro entre ambas. Las dudas legítimas ante los retos del futuro en una etapa clave. La ilusión —y la desilusión— del primer amor. Los falsos amigos populares y los amigos de verdad. Las lágrimas y las risas —a las que tampoco escapan los curas y las monjas del colegio— todos humanos, todos normales. Esas historias que, por suerte, no son pretenciosas y que esperemos el cine independiente nunca deje de brindarnos.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

Tres anuncios en las afueras

(2017) EE.UU., Reino Unido
DIRECCIÓN Y GUION Martin McDonagh
FOTOGRAFÍA Ben Davis
MÚSICA Carter Burwell
REPARTO Frances McDormand, Woody Harrelson, Sam Rockwell, Abbie Cornish, Caleb Landry Jones, Lucas Hedges, John Hawkes, Peter Dinklage

«Todos somos grotescos»
Flannery O’Connor

Un hombre bueno es difícil de encontrar

Tras la violación y asesinato de su hija, y los meses que pasan sin que la policía esclarezca el caso, Mildred Hayes (Frances McDormand) decide alquilar tres grandes anuncios en la carretera del pueblo en los que manda poner: «Violada mientras moría», «¿Y aún no hay arrestos?», «¿Cómo es esto, Jefe Willoughby?» (en inglés suenan mejor), el último siendo una alusión directa al apreciado sheriff local Willoughby (Woody Harrelson). Siguiendo un principio básico de la comunicación pública —si es notorio, más pronto se atenderá— Mildred destapará la presión en su pequeño pueblo con consecuencias difíciles de prever.

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La tercera película del talentoso Martin McDonagh es estupenda. Una eficaz mezcla de géneros —en parte western, en parte drama, en parte thriller y en parte humor negro a lo hermanos Cohen— con una trama imprevisible a la vez que coherente, que es muy de agradecer ante el panorama de historias siempre tan predecibles que se nos ofrece actualmente. Situaciones fuertes en torno a personajes agresivos y resueltos, especialmente la madre coraje protagonista, una auténtica guerrera con pañoleta en la frente incluida, de quien Frances McDormand dijo que tuvo que inspirarse en los gestos de John Wayne pues no encontró un modelo femenino para lo que el personaje requería.

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El resto del reparto funciona otro tanto. No por nada fueron nominados al Oscar, junto con McDormand —favorita para llevarse la estatuilla de actriz principal—, Woody Harrelson y Sam Rockwell, este último encarnando a un policía primario, de pocas luces y bastante racista, en otra de sus grandes interpretaciones en las que resulta realmente repelente. También los papeles más pequeños están muy bien elegidos e interpretados con actores como John Hawkes, Peter Dinklage o Caleb Landry Jones, que este año aparece en tres de las grandes: Get Out, The Florida Proyect y esta que comentamos. Quizá el más flojo sea Lucas Hedges, que interpreta al hijo de Mildred; al menos en comparación a su actuación el año pasado en Manchester By The Sea.

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Amén de la pericia en aspectos como la música, el sonido o la fotografía —un logrado plano secuencia da gran fuerza a un momento clave de la trama, por ejemplo—, lo que más destaca de la película son las dimensiones que tienen los personajes. Ciertamente no estamos ante héroes y villanos, ninguno es puramente bueno o malo (de hecho, los momentos más artificiales son cuando la trama encumbra un poco al personaje del sheriff Willoughby). Como nos recordara el cine de la pequeña pantalla en, por ejemplo, Breaking Bad, los grandes personajes se forjan en esa indeterminación moral que en el fondo retrata a todo ser humano.

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La escritora estadounidense Flannery O’Connor contaba en el relato corto «Un hombre bueno es difícil de encontrar» —que da nombre a uno de sus libros más famosos— una historia de violencia con aparente escaso sentido. La tesis de esta autora, de firmes creencias católicas dentro de un entorno protestante, es que las buenas narraciones consiguen transmitir la esencia del ser humano justamente en ese claroscuro entre el bien y el mal. Un hombre bueno es difícil de encontrar no solo podría ser el título de esta película, es también el libro que el personaje de Red (Caleb Landry Jones) está leyendo en el arranque de la película cuando Mildred Hayes llega a alquilar los anuncios. ¿Coincidencia? Por supuesto que no.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

La forma del agua

(2017) EE.UU.
DIRECCIÓN Guillermo del Toro
GUION Guillermo del Toro y Vanessa Taylor
FOTOGRAFÍA Dan Laustsen
MÚSICA Alexandre Desplat
REPARTO Sally Hawkins, Octavia Spencer, Michael Shannon, Richard Jenkins, Doug Jones, Michael Stuhlbarg

Romance anfibio

Siguiendo la receta de sus películas más exitosas (El espinazo del diablo, El laberinto del fauno), Guillermo del Toro —uno de los tres mexicanos consentidos de Hollywood, junto con Alejandro G. Iñárritu y Alfonso Cuarón— presenta en La forma del agua una historia de fantasía dentro de un contexto de época, en este caso la guerra fría en Estados Unidos. En un búnker secreto del gobierno americano, una mujer muda que trabaja como empleada de limpieza se enamora de una criatura marina, una especie de hombre pez que es llevado ahí para experimentación.

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De gran calidad cinematográfica en lo técnico, con un diseño de producción extraordinario y una fotografía bien lograda, así como la excelente banda sonora de Alexandre Desplat, el desarrollo del guion es, sin embargo, bastante predecible y con una estructura desacompasada. Los personajes resultan planos y sin un arco de transformación; por un lado, los buenos sin sombra de maldad, con el denominador común de ser marginados: la protagonista (Sally Hawkins) por ser muda, su amiga y colega (siempre simpática Octavia Spencer) por ser afroamericana, su vecino y confidente (Richard Jenkins) por ser homosexual, y su enamorado por ser un anfibio con sentimientos humanos (Doug Jones, el monstruo habitual de Del Toro), cuya apariencia por cierto no lo hace especialmente empático. Por otro lado, los malos son también clichés, sobre todo el villano (Michael Shannon) que tortura a la criatura sin razón aparente y que es cínico, misógino y hasta fundamentalista religioso al parecer.

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Si bien la originalidad de los planteamientos de Del Toro siempre es de agradecer, así como las múltiples referencias cinematográficas que demuestran su amplio bagaje audiovisual, con todo tipo de homenajes al cine de monstruos y al cine en general (los protagonistas de esta historia viven encima de una sala de cine), La forma del agua no va más allá de algunos lugares comunes. Algunas escenas de desnudez completamente innecesarias y la escasez de explicaciones clave como el origen de la criatura o el cómo y por qué la protagonista se enamora de ella —algo que se antoja como el eje de la trama pero que simplemente sucede y al inicio— la hacen una película difícil de clasificar y, aunque entretenida, poco memorable. Algunas de sus 13 nominaciones (las técnicas, sobre todo) están más que justificadas, incluida la de Del Toro como director, pues ciertamente hace un trabajo impecable; las de interpretación son más discutibles, pues cuenta con un reparto excelente que tampoco puede crecerse mucho con esos personajes; en fin, la nominación  del guion así como la de mejor película harían esperar mucho de una cinta muy regular aunque original.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

The Greatest Showman

(2017) EE.UU.
DIRECCIÓN Michael Gracey
GUION Jenny Bicks y Bill Condon
FOTOGRAFÍA Seamus McGarvey
MÚSICA John Debney y Joseph Trapanese. CANCIONES Justin Paul y Benj Pasek
REPARTO Hugh Jackman, Michelle Williams, Zac Efron, Rebecca Ferguson, Zendaya, Keala Settle

Espectacular

La palabra «espectáculo» se aplica al entretenimiento que, independientemente de su calidad artística o intelectual (que puede tener o no) resulta atractivo, disfrutable y —para el que lo organiza— rentable. Ese fue precisamente el éxito de P.T. Barnum (1810-1891), el showman por excelencia, famoso por inventar el circo ambulante y por enriquecerse con espectáculos sensacionalistas que hicieran disfrutar al público sin importar la calidad moral o artística de lo que se presenta. Si Barnum viviera hoy probablemente produciría reality shows o sería un campeón de las fake news. Su biopic en formato musical, donde es interpretado por el gran Hugh Jackman, presenta su figura bastante idealizada, como un audaz soñador que quiere llevar alegría al público, y la película es en sí un excelente espectáculo.

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Así, sin pretensiones de ser una obra maestra del cine, The Greatest Showman es una película del todo disfrutable, con un ritmo incesante que presenta una peripecia detrás de otra sin un segundo para la contemplación o la reflexión (con la poca profundidad que eso implica). En esta línea van también sus espectaculares canciones (obra de los mismos que hicieran las de La La Land, con eso se dice todo) que además de ser pocas para no cansar apuestan por un estilo pop actual en un contexto de época, un contrapunto al más puro estilo de Baz Luhrman (Moulin Rouge!, El gran Gatsby) pero sin el nivel artístico del director australiano.

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La película gira en torno a Jackman, hasta el punto de parecer un proyecto personal del actor que comenzó en los musicales de Broadway antes de ser el Wolverine de los X-Men y que ciertamente se luce cantando y bailando. Lo acompañan Michelle Williams, que sorprendentemente canta bastante bien, y Zac Efron, ideal para este tipo de películas, así como otros artistas del estilo como Zendaya o Keala Settle. Como los shows de Barnum que ofrecían diversión al vulgo, la película no tiene reparo en ser un entretenimiento ágil, con giros de la trama inverosímiles, cambios de los personajes poco justificados y licencias artísticas como que la cantante de ópera Jenny Lind (interpretada por Rebecca Ferguson) cante una canción actual y pegadiza —y excelente en su nivel— con la voz de Loren Allred, salida del Top 20 del reality The Voice. El objetivo, en fin, se cumple: una película estupendamente entretenida y exitosa (mientras escribo esto la cinta lleva dos meses en cartelera en mi país, ofreciendo también funciones sing along en las últimas semanas) que hasta incluye un mensaje de aceptación a los que son diferentes, broche de oro para garantizar su buen recibimiento. El propio Barnum estaría orgulloso de semejante éxito y de hacer feliz una vez más al gran público.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

The Big Sick

(2017) EE.UU.
DIRECCIÓN Michael Showalter
GUION Kumail Nanjiani y Emily V. Gordon
FOTOGRAFÍA Brian Burgoyne
MÚSICA Michael Andrews
REPARTO Kumail Nanjiani, Zoe Kazan, Holly Hunter, Ray Romano

Amor en la enfermedad

Kumail es un comediante pakistaní que hace stand-up en Chicago. Cuando conoce a la simpática universitaria Emily y se enamoran, su relación chocará con las fuertes tradiciones familiares de Kumail (entre pakistaníes los matrimonios son arreglados por las familias, incluso en las comunidades emigradas a Estados Unidos) y con una grave enfermedad que ella contrae. Basada en la relación real del comediante Kumail Nanjiani y la entonces universitaria Emily Gordon (escrita por ellos mismos, lo que les valió una nominación al Oscar), The Big Sick es una agradable comedia vitalista, a pesar de lo dramático de las circunstancias, que ocurre entre los escenarios de stand-up comedy —Kumail se interpreta a sí mismo, todo un Seinfeld de nuestro tiempo— y las salas de espera de los hospitales al estilo de Mientras dormías (1995).

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Con gran química entre los protagonistas —Kumail y una adorable Zoe Kazan— reforzada por las interpretaciones de Holly Hunter y Ray Romano como los padres de ella, veteranos de la comedia estadounidense a los que da gusto ver en forma, y una dirección ágil de comedia de Michael Showalter, la película es divertida y a ratos inspiradora. Aunque con reacciones emocionales exageradas como este género exige, se deja clara la idea del amor verdadero como sacrificio —en el constante Kumail, pero también en sus divertidos suegros unidos ante la dificultad, o en sus padres capaces de tener detalles tiernos de cariño mientras lo desheredan «por romper la tradición»— y cómo siempre el buen humor es una gran arma para enfrentarse a las circunstancias más difíciles.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

Get Out

(2017) EE.UU.
DIRECCIÓN Y GUION Jordan Peele
FOTOGRAFÍA Toby Olivier
MÚSICA Michael Abels
REPARTO Daniel Kaluuya, Allison Williams, Catherine Keener, Bradley Whitford, LilRel Howery

Intriga de raza 

Sorprendente ópera prima del comediante Jordan Peele que le mereció una terna de nominaciones al Oscar: mejor guion, mejor director y mejor película. La premisa es el fin de semana de una pareja interracial en el que ella, blanca de una familia americana de abolengo, le presentará a su familia a su novio afroamericano, nuestro protagonista. Lo que inicia al estilo Meet the Parents —aunque siempre con elementos que siembran intriga— pasa a lo extraño al modo de The Lobster, evolucionando hasta la violencia cruda cuando la intriga da paso a una realidad espeluznante.

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Audaz mezcla de géneros, salta de la comedia (imposible no mencionar al personaje interpretado por LilRel Howery, agente de seguridad del aeropuerto y buen amigo con alma de héroe) al thriller y de ahí al horror de un modo coherente que a su vez mantiene al espectador al borde del asiento para sorprenderlo del todo en el desenlace, lo que ha hecho que lo comparen con el cine del mismo Hitchcock. Las buenas actuaciones (aunque quizá no para tanto como la nominación al Oscar de Daniel Kaluuya) y los correctos elementos técnicos visten una inteligentísima trama que se desvela como una original metáfora que critica el racismo que aún subyace en gran parte de la sociedad estadounidense. Ojalá haya más películas originales y de género que destaquen como esta para que las taquillas y las premiaciones nos ofrezcan tantas opciones distintas como el cine genera.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

La batalla de los sexos

(2017) EE.UU.
DIRECCIÓN Jonathan Dayton y Valerie Faris
GUION Simon Beaufoy
FOTOGRAFÍA Linus Sandgren
MÚSICA Nicholas Britell
REPARTO Emma Stone, Steve Carell, Andrea Riseborough, Bill Pullman, Alan Cumming, Sarah Silverman, Natalie Morales

Partido de género

Traslado a la pantalla de la historia real del partido de tenis celebrado en 1973 entre Billie Jean King y Bobby Riggs, que se conoció como «la batalla de los sexos» por las aseveraciones del ex campeón Riggs que, a sus 55 años, decía que ninguna mujer podría vencerlo, hasta que la también campeona y treintañera King asumió el reto. Con un guion del oscarizado Simon Beaufoy (Slumdog Millionaire) y dirigida por el matrimonio Jonathan Dayton y Valerie Faris (Little Miss Sunshine), la historia funciona por la emoción de la estructura clásica de las películas de deportes —con subidas y bajadas in crescendo hacia el encuentro final— y por las extraordinarias actuaciones de los protagonistas, Emma Stone y Steve Carell, que realmente bordan a sus personajes: la audaz y centrada Billie Jean y el fanfarrón Riggs, al que Carell consigue hacer simpático a pesar de su postura tan políticamente incorrecta.

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Realizada en una época donde esta batalla de los sexos ha evolucionado bastante, la película está enfocada desde la lucha de Billie Jean King y sus compañeras tenistas por un trato igual entre hombres y mujeres en el mundo del deporte. Validísima reivindicación que a veces cae en el cliché de unos personajes masculinos completamente misóginos (excepto los modistas que, como homosexuales, cumplen con su rol de confidentes de las heroínas como sucede en el cine desde hace décadas), así como la idealización de la emergente homosexualidad de Billie Jean. Se da menos peso en cambio a personajes más centrados, como el abnegado marido de Billie Jean que la apoya en todo momento, la esposa de Riggs (de quien él depende emocional y económicamente, como ella le recuerda) o la tenista Margaret Court, cristiana y también campeona, que viaja a los torneos acompañada por su esposo e hijo, presentada como uno de los personajes negativos. En fin, una película entretenida y bien realizada así como políticamente correcta, todo un trofeo de la batalla de los sexos.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor