(2015) EE.UU.
DIRECCIÓN Sam Mendes
GUIÓN John Logan, Neal Purvis, Robert Wade y Jezz Butterworth
MÚSICA Thomas Newman
FOTOGRAFÍA Hoyte Van Hoytema
REPARTO Daniel Craig, Christoph Waltz, Léa Seydoux, Naomie Harris, Ralph Fiennes, Ben Whishaw, Monica Bellucci
Bond para rato
La entrega número 24 de la saga más grande del cine se dice fácil. Y ciertamente tiene mérito que James Bond, el mítico agente 007 de las novelas de Ian Fleming, siga atrayendo a las masas al cine como lo hace. El éxito radica en una buena combinación de los mismos elementos de siempre –sobre todo el propio personaje: invulnerable, elegante, mujeriego, irónico y frío, tal como lo inmortalizó Sean Connery; así como la acción y los grandes villanos– y cierta dosis de innovación.
Lo que el director Sam Mendes (Belleza Americana, Camino a la perdición) ha aportado a la saga es un toque de mayor calidad cinematográfica –no estamos ante las típicas películas de acción ya, aunque sin salirse del género, por supuesto– así como cierta profundización en los personajes. La estupenda Skyfall (a la que esta nueva entrega no iguala) funcionaba muy bien en ese sentido, hablándonos del pasado de un James Bond huérfano y cuestionando su estilo de vida, así como el de toda su organización. Es algo atractivo en una época en que queremos que nuestros héroes sean más humanos, más cercanos, como el Batman de Christopher Nolan.
En esta misma línea intenta ir SPECTRE, al mismo tiempo que vuelve en su trama a la primeras películas de James Bond, pues de alguna manera le han ido dando un segundo repaso a las novelas desde Casino Royale (2006). El título alude a una organización secreta a la que pertenecen los villanos de las últimas misiones de 007, descubierta por Bond quien se enfrenta finalmente a su líder: Enrst Stavro Blofeld. Los fans recordarán que Blofeld es el villano por excelencia. El prototipo de hombre misterioso cuyo rostro siempre vemos entre sombras y que acaricia un peludo gato blanco, en realidad comenzó con el Blofeld de las novelas de James Bond y de ahí pasó al cine (quizá resulte más familiar su más celebre parodia: el Dr Evil de las películas de Austin Powers, físicamente bastante similar al Blofeld de Solo se vive dos veces).
De nuevo, tradición e innovación, pues el Blofeld de SPECTRE resulta estar ligado al pasado de James Bond –lo que da mayor dimensión al personaje– y el archivillano ahora se expresa con el modo sarcástico de Christoph Waltz, que le valiera ya dos Oscars por interpretar personajes similares para Tarantino en Inglorious Basterds y Django Unchained, aunque también tenga un gato blanco y una vestimenta similar. Con él comparten pantalla Daniel Craig –el Bond rubio y algo inexpresivo que con todo cada vez convence más– y la francesa Léa Seydoux, que es la principal chica Bond esta vez, lo que no quita que aparezcan la mexicana Stephanie Sigman (Miss Bala) y la veterana Monica Belluci también compartiendo pasiones con el agente. Con Craig repiten también los otros agentes: Moneypenny (Naomie Harris) y el joven y nerdy Q (Ben Whishaw), bajo el mando del nuevo M (Ralph Fiennes).
Para el público mexicano es esta una entrega de James Bond especial, pues el clásico arranque de acción de las películas del agente sucede esta vez en la Ciudad de México, que luce su centro histórico, en el que fue grabada. Es de agradecer que se muestre al mundo un México distinto a las típicas escenas de lugares de frontera en sepia que hemos visto en películas como Traffic (Steven Soderbergh, 2000) o en la recientemente estrenada Sicario (Denis Villeneuve, 2015). Además, se alude con gran acierto estético a la tradición del Día de Muertos, la cual tiene un gran potencial cinematográfico como ya atisbara Serguei Eisenstein cuando intentó rodar ¡Que viva México! en 1930.
La trama introduce también el conflicto de la organización de los protagonistas que es desmantelada por políticos de dudosas intenciones; un recurso atractivo para la mentalidad actual, en esta era de búsqueda de transparencia mezclada con sospechosismo, pero ya visto en la última Misión Imposible (Nación Secreta, 2015) y en la propia Skyfall. En fin, es el pretexto para introducir una pequeña crítica social a las guerras hechas con drones de un modo frío e impersonal, pues los agentes, a diferencia de las máquinas, no solo tienen “licencia para matar”, sino también “licencia para no matar”, para discernir, como dice M en la película.
En fin, sin ser la mejor película del famoso agente –la acción no es lo suficientemente espectacular para una película de este género en nuestros días, y la trama se vuelve cansada en varios momentos– todo indica que todavía habrá James Bond para rato. El público parece estar dispuesto a seguir viendo las aventuras del agente y la máquina de dinero no se detendrá (también con la música: Writing’s On The Wall de Sam Smith no se llevará un Oscar como Adele, pero es bastante buena); esperemos que la de la calidad artística no se descuide demasiado.
Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor