Aladdín

(2019) Estados Unidos
DIRECCIÓN Guy Ritchie
GUION John August y Guy Ritchie. Basado en la película escrita por Ron Clements, John Musker, Ted Elliot y Terry Rossio
FOTOGRAFÍA Alan Stewart
MÚSICA Alan Menken
REPARTO Will Smith, Mena Massoud, Naomi Scott, Marwan Kenzari, Navid Negahban, Nasim Pedrad

Ajuste de época

Dentro de la estrategia de Disney de hacer en live-action sus grandes éxitos animados, tras las más tempranas 101 Dálmatas y Alicia en el País de las Maravillas, hemos visto en los últimos años desfilar a Maléfica, Cenicienta, El libro de la selva, La Bella y la Bestia, Christopher Robin y Dumbo. Le llegó el turno a Aladdín y detrás vienen ya anunciadas El Rey León, La dama y el vagabundo, Mulán y La Sirenita. Amén de la crisis de contenidos originales que esto presenta, siempre es la oportunidad de revivir un clásico e incluso darle un giro original aprovechando la familiaridad y buena disposición de la audiencia. Desafortunadamente, es una oportunidad que con Aladdín se dejó pasar.

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El reto partía de que la cinta original es un clásico muy querido, con el estupendo aporte del finado Robin Williams como el Genio, que obligara a los animadores a hacer ajustes de todo tipo como chistes adelantados a la época en que sucede la narración o transformaciones del personaje imitando a Jack Nicholson, entre otras. Ciertamente esta versión debía tomar otro derrotero, pero su opción de seguir casi plano a plano la cinta original solo hizo evidentes sus carencias frente a ella. Lo que parecía una acertadísima decisión al elegir como director a Guy Ritchie, quien se pensó aportaría acción y un toque realista a la historia, más bien resultó en un pastiche raro de efectos especiales y una ciudad colorida que se ve tan falsa que parece intencional.

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Si bien la apuesta por que Will Smith interpretara al Genio sonaba bien también —es evidente que, como en la original, en este personaje pivotan las posibilidades de lucirse de la película, y Smith ha demostrado varias veces que es buen actor, cantante y comediante—, de nuevo se falla al darle poca chispa pues sus mejores escenas son cuando hace comedia de situación en su forma humana y no con la magia que le permitirían los efectos especiales y el hecho de que sea un Genio gamberro (un mundo de posibilidades que la cinta animada sí aprovechó de sobra). En cambio, los jóvenes Mena Massoud y Naomi Scott, que interpretan a Aladdín y Jazmín, son lo mejor del reparto, dando frescura a los personajes y provocando una empatía con su relación. El Jafar de Marwan Kenzari, joven, de voz aguda y poca presencia, está a años luz del villano al que diera voz Jonathan Freeman, y se antojaba como un papel más adecuado para un Ben Kingsley o incluso Irrfan Khan.

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En lo que sí se esmera esta nueva versión es en ajustarla a los tiempos actuales. Especialmente notorio es en la evolución y centralidad del personaje de la princesa Jazmín, quien no solo se niega a ser desposada con los príncipes que se presentan a su puerta, sino que en este caso quiere cambiar una tradición milenaria y ser ella misma el sultán de su pueblo. Para ello ha estudiado y se ha preparado —es una mujer intelectual, inconforme y valiente— y para demostrarlo se introdujo una canción nueva (Speechless) que es el Let it go de esta nueva Jazmín que va en la línea de la Elsa de Frozen y de Moana. La película podría llamarse Jazmín perfectamente. En fin, esta versión hace que quienes apreciamos la original corramos a verla de nuevo y quizá sea esa su mejor aportación.

John Wick 3: Parabellum

(2019) Estados Unidos
DIRECCIÓN Chad Stahelski
GUION
 Derek Kolstad, Shay Hatten, Chris Collins y Marc Abrams
FOTOGRAFÍA Dan Laustsen
MÚSICA Tyler Bates y Joel J. Richard
REPARTO Keanu Reeves, Halle Berry, Laurence Fishburne, Ian McShane, Mark Dacascos, Asia Kate Dillon, Lance Reddick, Anjelica Houston

Las reglas de la violencia

Si vis pacem, para bellum.
(Si quieres paz, prepara la guerra).

En el 2014 se estrenó una película sugerente: la protagonizaba un Keanu Reeves que, a pesar de tener entonces 50 años, mantenía esa mística que ha aportado al cine de acción desde Point Break y, por supuesto, la trilogía de Matrix. La dirigía Chad Stahelski, quien precisamente fue el doble de escenas peligrosas (en castellano no tenemos un equivalente satisfactorio para stuntman) de Reeves en Matrix, y que se ponía tras la cámara por primera vez después de una larga carrera como doble de acción. El resultado —la primera John Wick— fue una película con una violencia emocionante y presentada de un modo innovador, que junto con Mad Max: Fury Road dio un giro refrescante al cine de acción, a la par que hacía sonreír con su premisa voluntariamente ridícula: un sicario retirado que monta un órdago cuando su mascota es asesinada.

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La segunda entrega fue en la misma línea, abundando un poco más en el universo narrativo —quizá lo más interesante de la trilogía— que creó el guionista Derek Kolstad, con todo un submundo que rige el crimen y la violencia, bajo las órdenes de la High Table, con hoteles «sacralizados» donde está prohibido «hacer negocios» (matar a otro), personajes arquetípicos que juegan papeles clave en ese mundo (el recepcionista impasible, el rey de los pordioseros, etc) y reglas ineludibles como la del marcador que obliga con una promesa de sangre y otros elementos parecidos, que contienen una ingeniosa mezcla de lo religioso con lo burocrático. A partir del éxito se han empeñado en hacer una nueva saga: la cuarta parte ya está anunciada y quién sabe hasta dónde llegará.

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Quizá la más floja de las tres —con unas dosis de violencia que le valió la clasificación de solo para adultos—, esta tercera parte comienza en el momento exacto en que terminó la anterior, y es un sin parar de escenas de pelea con la excusa narrativa de que el personaje ha quedado «excomunicado»: las reglas no valen para él, hay una recompensa por matarlo y nadie puede ayudarlo. Al tratarse de John Wick, como se dice en la película, las posibilidades de que sobreviva son a partes iguales… Además del regusto violento para quienes disfrutan ese tipo de cine, su ingrediente clave es apelar a una serie de reglas —tan propias de los juegos de niños y que, por tanto, nos devuelven a la infancia de alguna manera— que tienen consecuencias, como se dice continuamente en la película, y por encima de las cuales no puede haber nadie. Una bonita simplificación que nos distrae de una realidad actual que ya nos gustaría que respetara las reglas.

Nosotros

(2019) Estados Unidos
DIRECCIÓN y GUION Jordan Peele
FOTOGRAFÍA Mike Gioulakis
MÚSICA Michael Abels
REPARTO Lupita Nyong’o, Winston Duke, Shahadi Wright Joseph, Evan Alex, Elisabeth Moss, Tim Heidecker

Atados

Voy a enviarles una calamidad de la que no podrán escapar.
Por más que griten pidiéndome auxilio, no los escucharé.
Yo, el Señor, lo afirmo.
Jeremías 11, 11

Tras pasar de ser un comediante inmortalizado en un meme al primer afroamericano ganador del Oscar a Mejor guion original (además de nominado a Mejor director y Mejor película) por su excelente ópera prima Get Out, Jordan Peele tenía encima los ojos del mundo en espera de un cine original. Ahora entrega un nuevo filme de suspenso-terror también escrito y dirigido por él, sobre una mujer afroamericana y su familia que son el centro de una persecución de doppelgängers: físicamente idénticos así como malvados y afásicos.

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A pesar del buen manejo del suspense y destacadas actuaciones —cada actor interpreta a su personaje y a su respectivo alter ego perverso— destacando la protagonista Lupita Nyong’o, así como una excelente e intrigante musicalización de Michael Abels, la original premisa se antoja demasiado simple para desarrollar todo un largometraje. Así, se enfanga un poco en el clímax con una dosis excesiva de información final que intenta explicar todo lo ocurrido, amén del efectivo plot twist final que resulta un cierre satisfactorio.

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No logra ser tan redonda como Get Out, y a pesar de la rica simbología como los atuendos rojos, la referencia al movimiento ochentero de Hands Across America o las tijeras con que atacan los sosias —alegoría de dos partes idénticas necesariamente unidas—, la pretendida metáfora de Nosotros es un poco forzada, en referencia a las diferencias sociales en Estados Unidos, donde unos gozan de muchos privilegios y otros viven a costa de ellos (de ahí que el título original Us pueda leerse también com US, es decir, United States, y que al ser cuestionados los dobles sobre quiénes son respondan: «we are Americans»). Un filme interesante en la línea de mezclar el suspense con cierta comedia en un fin de semana de un protagonista afroamericano, que busca así repetir la fórmula de Get Out sin alcanzarla del todo.

Avengers: Endgame

(2019) Estados Unidos
DIRECCIÓN Anthony Russo y Joe Russo
GUION Christopher Markus y Stephen McFeely
FOTOGRAFÍA Trent Opaloch
MÚSICA Alan Silvestri
REPARTO Josh Brolin, Robert Downey Jr., Chris Evans, Chris Hemsworth, Mark Ruffalo, Scarlett Johansson, Jeremy Renner, Paul Rudd, Brie Larson, Karen Gillan, Don Cheadle, Rene Russo, Tilda Swinton, Benedict Cumberbatch, Chris Pratt, Bradley Cooper, Vin Diesel, Zoe Saldana, Pom Klementieff, Dave Bautista, Tom Hiddleston, Tom Holland, Chadwick Boseman, Danai Gurira, Elizabeth Olsen, Sebastian Stan, Anthony Mackie, Jon Favreau

Punto y aparte

La esperadísima continuación de Avengers: Infinity War —que dejara a sus súperprotagonistas hundidos en el dolor de la pérdida de media humanidad tras un chasquido del villano Thanos— ha logrado no solo superar el récord de taquilla de primer fin de semana de su antecesora, superando los mil doscientos millones de dólares, sino lo que era más importante: cumplir con las expectativas de los innumerables espectadores, fans o no, que aguardaron un año para ver lo que parece ser un cierre de una narrativa que empezó hace once años con la primera película de Iron-Man.

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Ya se sabe que estas películas no pretenden una autonomía narrativa, sino que están vinculadas entre sí. Esta no es la excepción y hay que haber visto, naturalmente, Infinity War y poco se entenderá si no se conoce la historia general de sus protagonistas, que se ha vertido en 22 películas a lo largo de estos años. El filme logra emocionar por sus bien logradas dosis de acción, su tono épico, momentos puntuales de comedia (aunque menos que en Infinity War) y el desarrollo de cada uno de los personajes principales, así como la oportuna inclusión de los no tan principales.

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En ese sentido, el de Tony Stark/Iron-Man, auténtico protagonista de esta entrega, es un gran cierre; al Capitán América se le recupera con mucha fuerza (lo que no sucedía en Infinity War); Hawkeye reaparece con un conflicto interno demoledor (esa brutal secuencia de apertura) y Black Widow alcanza por primera vez una relevancia digna de un personaje fundador. Mucho menos afortunada es la presentación de Hulk, quien pierde su esencia de Dr. Jekyll/Mr. Hyde para brindar un personaje tan soso como funcional, y por supuesto de Thor, a quien Taika Waititi había recuperado en su divertida Thor: Ragnarok y que se robó el tercer acto de Infinity War y que aquí es convertido en un chiste que dura demasiado, con su barriga y su actitud derrotista, si bien es una evolución coherente del personaje y da pie a un encuentro madre-hijo que es de lo mejor de la película.

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La trama acude —como era de esperar— al viaje en el tiempo aunque esquivando el problema de las paradojas, y consta de un primer acto oscuro, más bien lento y algo desconcertante; un segundo acto entretenido que de paso revisita momentos clave de estas películas a modo de despedida; y un tercer acto épico y lleno de emoción. De esta forma, tiene un buen ritmo in crescendo que consigue su impactante final con todo y epílogo lacrimógeno. Naturalmente no es el punto final del llamado universo cinematográfico de Marvel, pero sí una justa despedida al puñado de personajes que empezaron con él: sus sucesores están ya lo suficientemente impulsados con la apuesta de que duren más que el gusto de la audiencia por el cine de superhéroes, lo que parece que aún será un rato más.