Drive

(2011) EE.UU.
DIRECCIÓN Nicolas Winding Refn
GUIÓN Hossein Amini basado en la novela de James Sallis
MÚSICA Cliff Martínez
FOTOGRAFÍA Newton Thomas Sigel
REPARTO Ryan Gosling, Carey Mulligan, Bryan Cranston, Albert Brooks, Ron Perlman, Oscar Isaac

Héroe

Contra la pared, en conflicto,
con la fuerza de la voluntad y una causa
tus intentos resultan excepcionales,
aunque emocionalmente complejos.

En contra de reclamaciones distópicas,
de los pensamientos que tus acciones entretienen.
Y has demostrado ser
un ser humano real, y un héroe real.

Es parte de la letra (traducida, claro) de “A Real Hero”, una canción que no solo ilumina con su estilo ochentero los mejores momentos de Drive, sino que sintetiza la idea de fondo de esta película. El protagonista –formidable Ryan Gosling– es un hombre de mirada triste y pocas palabras, que se dedica a conducir coches: desde escenas de persecuciones en películas –su trabajo legal, junto con el de mecánico de taller– hasta huidas de atracos. No sabemos ni su nombre ni su inquietante pasado que sus acciones solo nos permiten intuir. Su presentación: “I drive”.

La luz llega a la vida de este personaje con su vecina Irene (Carey Mulligan) y su encantador hijo Benicio. El protagonista descubre la alegría de sentirse parte de una familia, hasta el punto de que cuando el esposo de Irene vuelve de la cárcel, nuestro conductor estará dispuesto a ofrecer sus servicios para hacer un trabajo para los mafiosos que lo tienen amenazado. Y entonces se desencadenan los acontecimientos con que descubrimos de lo que ese hombre misterioso realmente es capaz.

Drive es la primera incursión americana del director danés Nicolas Winding Refn. Y es fascinante. La violentísima historia –espectadores muy sensibles abstenerse– está envuelta en un ritmo bellamente pausado, que contrasta con la intensidad de las situaciones. En las tomas hay velocidad y movimiento, hábilmente contrastados con el uso de la cámara lenta o la música contrapuntística. De ahí resultan escenas de gran fuerza como la del ascensor, o la cacería humana que nuestro hombre ejecuta al son de la de canción de cuna “Oh My Love”, interpretada por Riz Ortolani.

Como creo que ha quedado claro, la selección musical –completada por la música de Cliff Martínez, compositor habitual de Steven Soderbergh entre otros– da una gran personalidad al filme. Éste avanza apoyado en su trabajada edición de sonido –por cierto, una merecida pero, por desgracia, única nominación al Oscar– y la fotografía del veterano Newton Thomas Sigel. Sin embargo, todo esto sería poco sin la actuación de Gosling que hace de su lacónico personaje un imán que nos fascina mientras intentamos comprenderlo. Su desmedida violencia al servicio de una buena causa nos hace pensar hasta qué punto estamos ante un “héroe real”, como dice la canción. El desenlace parece querer subrayar algo de esto, aunque, qué duda cabe, si ante algo estamos es ante un ser humano real.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

Todo sobre Drive

Moonrise Kingdom

(2012) EE.UU.
DIRECCIÓN Wes Anderson
GUIÓN Wes Anderson, Roman Coppola
MÚSICA Alexandre Desplat
FOTOGRAFÍA Robert D. Yeoman
REPARTO Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray, Frances McDormand, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Jason Schwartzman,  Jared Gilman, Kara Hayward

Romeo y Julieta inadaptados

El primer amor tiene una fuerza especial. Y cuando éste es prohibido, parece crecer con una intensidad mucho mayor. Tanta que -como en la obra de Shakespeare- puede llevar a los adolescentes enamorados a las más radicales decisiones. Este es el tema que aborda, con su especialísimo toque, Wes Anderson, uno de los cineastas activos con un estilo más marcado. Sus historias, sus ritmos, sus planos y hasta las actuaciones bajo su dirección, llevan su sello, para algunos incomprensible, para muchos atractivo y para otros insuperable.

Estamos en New Penzance (una isla inventada, que podría estar en Nueva Inglaterra, por ejemplo), en el año 1965, como nos cuenta un andersoniano narrador de cuerpo presente (Bob Balaban) que da un toque documental al inicio del filme. Sam, un inadaptado boy scout huérfano, huye con Suzy, una niña también inadaptada a su curiosa familia. El mundo de los niños, extrañamente maduros a pesar de que siguen siendo niños -“es posible que moje la cama”, le dice Sam a Suzy antes de dormir juntos- entra en contraste con el de los adultos, mucho más inestables y, sí, inmaduros.

Estos últimos, los adultos, son interpretados por un reparto de estrellas en papeles extravagantes, como viene siendo habitual en las películas de Anderson. Bruce Willis es el jefe de policía de la isla, un solterón “triste” pero de buen corazón. Edward Norton es el jefe scout, en una interpretación que confirman su versatilidad como no la habíamos visto desde la incomprendida Death to Smoochy. Frances McDormand y Bill Murray (actor habitual en Anderson) son los padres de Suzy, un matrimonio de abogados hundidos en el tedio como pareja -cuernos incluidos- y Harvey Keitel y Tilda Swinton tienen papeles breves pero contundentes. El que quizá sobra es otro incondicional de Anderson, Jason Schwartzman, como otro de los jefes scout que no termina de encajar con los ya citados. Sin embargo, la película la llevan claramente los niños, especialmente los dos raros y enamorados protagonistas, Jared Gilman y Kara Hayward, dos rostros nuevos en cine que imprimen gran fuerza a sus personajes asumiendo al cien por cien el particular estilo del director. (No puedo no decir algo de los hermanitos de Suzy: Wes Anderson en estado puro).

La historia es atractiva y avanza con ritmo, de la mano de las constantes de Anderson: su estética vintage y retro, por llamarla de alguna manera, con ese toque de teatro guiñol enfatizado por los constantes travellings horizontales; y la elocuente selección musical que va desde Mozart y Schubert hasta el pop francés de los 60’s (Françoise Hardy) y la música country norteamericana (Hank Williams), reforzados por -quién si no- Alexandre Desplat, responsable de la música de El árbol de la vida o El discurso del rey y otras obras de Anderson como la animada Fantastic Mr. Fox, muy presente en esta película, por cierto.

Podemos decir que Anderson “lo hace de nuevo”, a pesar de que no estemos ante una obra maestra, a pesar de que algún personaje sobre un poco, de que el tercer acto no tenga toda la fuerza que nos gustaría o de que la música se vuelva un poco repetitiva a ratos. Logra momentos geniales como el flashback en el que los enamorados se conocen y la secuencia de montaje en que se escriben cartas, la revisión matutina del jefe scout o el diálogo de alcoba de los padres de Suzy. En fin, en su peculiar estilo, Anderson viene a hablar del papel y la importancia de la familia, tantas veces descuidada por los problemas personales de los adultos  -“lo culpo a él, dice el policía a los padres de Suzy cuando ella y Sam huyen, pero también me culpo a mí mismo y a ustedes dos”-, pero con todo siempre necesaria -“te amo, dice Sam a Suzy cuando le dice que quisiera ser huérfana como él, pero no sabes de lo que hablas”-. Una lección, en definitiva, como la que dieron Romeo y Julieta a sus enemistadas familias, los infelices adultos, y aquí también suponemos que “de los que del rencor participaron / unos tendrán perdón y otros castigo”.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

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Burn After Reading

(2008) EE.UU.
DIRECCIÓN Ethan Coen, Joel Coen
GUIÓN Ethan Coen, Joel Coen
MÚSICA Carter Burwell
FOTOGRAFÍA Emmanuel Lubezki
REPARTO John Malkovich, George Clooney, Brad Pitt, Tilda Swinton, Frances McDormand, Richard Jenkins

De espías y a lo loco

Osborne Cox (John Malkovich) es un colérico agente de la CIA al que acaban de despedir. Su mujer (agresiva Tilda Swinton con acento británico) le pone el cuerno con un mujeriego agente del tesoro (George Clooney cómicamente desequilibrado) quien también se acuesta con Linda (acertada Frances McDormand), una empleada de un gimnasio obsesionada con hacerse unas cuantas cirugías estéticas, las que intentará pagar chantajeando a Cox en complicidad con su compañero del gimnasio, el ingenuo Chad (divertidísimo Brad Pitt), gracias a unos archivos -sin importancia, por cierto- que llegaron a su poder.

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Los hermanos Coen se tomaron la libertad de hacer esta obra menor con su conocido toque de humor negro después del éxito de No es país para viejos. La parodia al thriller de espías es clara, subrayada por la intensa música de tensión y emoción de Carter Burwell (compositor de cabecera de los Coen) que pretende hacer que situaciones en torno a un mcguffin intencionalmente insignificante -las memorias de Cox- parezcan de vida o muerte. (Aunque un par de personajes sí que se la juegan).

La correcta fotografía del mexicano Emmanuel Lubezki y, sobre todo, las desternillantes actuaciones de las estrellas que se unieron a este divertimento de los Coen, hacen que sea una película entretenida y muy divertida. Eso sí, que nadie espere nada más porque todo lo que pasa aquí -como sucede con las mémoires del personaje de Malkovich- a nadie le importa.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

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Savages

(2012) EE.UU.
DIRECCIÓN Oliver Stone
GUIÓN Shane Salerno, Don Winslow y Oliver Stone
MÚSICA Adam Peters
FOTOGRAFÍA Dan Mindel
REPARTO Benicio del Toro, Salma Hayek, John Travolta, Blake Lively

Oliver got Stone

Oliver Stone. Al escuchar ese nombre el espectador suele pensar en buen cine, incluso original. Lo más probable es que le vengan a la mente esas grandes películas como Platoon o Wall Street. Pero, al parecer, esos años de Stone ya pasaron. Últimamente ha realizado películas más puramente comerciales, y esta útlima entrega, Savages, es el culmen de lo que se podría definir como cine de verano: un film fácil que, como mucho, ayuda a pasar el rato.

Dicho esto e intentando no parecer fatalista ni dármelas de conocedor cinematográfico criticando al que, a pesar de todo, es un grande del cine, intentaré empezar destacando lo mejor de esta última entrega. Lo mejor: las actuaciones de Benicio del Toro y Salma Hayek. Ambos son impecables y logran papeles memorables, en especial del Toro interpretando a un matón mexicano que trabaja para los narcotraficantes y que no pretende ser el más inteligente de todos, una inteligencia del montón, pero con un toque de suerte y de “buenos” amigos. Salma Hayek hace el papel de Elena, la “madrina” del narcotráfico con ese toque distintivo de la mujer latina, fuerte, de armas tomar –literalmente- pero que en el fondo es dulce, además de un toque temperamental que hace que su personaje no sea lineal. Me gustaría decir lo mismo de John Travolta, pero no me termino de creer su papel. Aparece en la pantalla y siento que estoy en una comedia, ha perdido seriedad. El resto de otros actores, incluida Blake Lively, pienso que están ahí solo por su físico y no por sus grandes dotes actorales.

La música está muy trabajada y pensada. Sin embargo, no es muy acorde a lo que vemos en pantalla; por ejemplo, las imágenes de O (Blake Lively) comprando en un mall, con primeros planos de la tarjeta de crédito pasando por la maquinita y bolsas de marcas conocidas con música instrumental inquietante. Y después de toda la tensión que ha mostrado, la película acaba con un cover de Here Comes the Sun de The Beatles, una gran canción, pero que simplemente no viene al caso.

Cuando se tiene una historia nada novedosa y sin grandes giros dramáticos se toman medidas desesperadas para llenar las salas de cine. Además de contratar a actores conocidos y atractivos físicamente, se les regala a los espectadores violencia y sexo de forma gratuita e innecesaria. Es mejor no enseñar todo, de lo contrario esas realidades pierden fuerza: las matanzas, las escenas de sexo que no aportan nada a la película, y esas sábanas que quedan justo en la zona calculada para que no se vea nada y a la vez se vea todo. Ya se sabe que el mundo de las drogas es duro y complicado, hay muertes, pero no está claro qué más quiere aportar esta película. Toca el tema de la droga, a la vez, de un modo muy ligero; al parecer, se puede vivir bien del narcotráfico siempre y cuando tengas un perfil bajo. Por otro lado, plantea que hay un grupo de la juventud actual de Estados Unidos que está sumamente afectado por la guerra, e incluso llega a parecer normal que tengan armas, granadas, y no tengan ningún problema en matar, es más, algunos ven matar como la única salida. Eso simplemente no es normal. Y la otra cara de los jóvenes es ser sumamente buenos, buscar la paz y salvar al mundo. Ni lo uno, ni lo otro. El mundo está lleno de matices, de grises y aquí cada uno es un estereotipo y cumple su papel “a la perfección”. La gente real no es así.

Y el culmen, siento adelantarlo, es presentar dos finales: primero uno, se da marcha atrás y se vuelve a repetir la escena. El primer final era raro pero al menos un tanto original, el segundo fue lo más Hollywood que hay, incluso hace reír, y no una buena risa. Vivieron felices para siempre, justo como sabes que va a acabar desde el principio, con ese voice over de Blake Lively que va relatando cada escena, y que te vuelve a contar lo ocurrido por si en algún momento no te quedó claro. También llega a causar gracia cómo intentaban encajar con calzador diálogos para que se diga la palabra “salvajes”.

Sé que al principio dije que intentaría destacar lo mejor de la película, y creo que no he conseguido decir muchas cosas positivas. Pero ésta es la última película de Oliver Stone: no hay más que mucha violencia, sexo, jóvenes atractivos y explosiones, con una historia contada un sinfín de veces antes y, claro, mucha droga. Si quieren no pensar, esta es su película.

Juan Manuel Meneses

Todo sobre Savages