Moonrise Kingdom

(2012) EE.UU.
DIRECCIÓN Wes Anderson
GUIÓN Wes Anderson, Roman Coppola
MÚSICA Alexandre Desplat
FOTOGRAFÍA Robert D. Yeoman
REPARTO Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray, Frances McDormand, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Jason Schwartzman,  Jared Gilman, Kara Hayward

Romeo y Julieta inadaptados

El primer amor tiene una fuerza especial. Y cuando éste es prohibido, parece crecer con una intensidad mucho mayor. Tanta que -como en la obra de Shakespeare- puede llevar a los adolescentes enamorados a las más radicales decisiones. Este es el tema que aborda, con su especialísimo toque, Wes Anderson, uno de los cineastas activos con un estilo más marcado. Sus historias, sus ritmos, sus planos y hasta las actuaciones bajo su dirección, llevan su sello, para algunos incomprensible, para muchos atractivo y para otros insuperable.

Estamos en New Penzance (una isla inventada, que podría estar en Nueva Inglaterra, por ejemplo), en el año 1965, como nos cuenta un andersoniano narrador de cuerpo presente (Bob Balaban) que da un toque documental al inicio del filme. Sam, un inadaptado boy scout huérfano, huye con Suzy, una niña también inadaptada a su curiosa familia. El mundo de los niños, extrañamente maduros a pesar de que siguen siendo niños -“es posible que moje la cama”, le dice Sam a Suzy antes de dormir juntos- entra en contraste con el de los adultos, mucho más inestables y, sí, inmaduros.

Estos últimos, los adultos, son interpretados por un reparto de estrellas en papeles extravagantes, como viene siendo habitual en las películas de Anderson. Bruce Willis es el jefe de policía de la isla, un solterón “triste” pero de buen corazón. Edward Norton es el jefe scout, en una interpretación que confirman su versatilidad como no la habíamos visto desde la incomprendida Death to Smoochy. Frances McDormand y Bill Murray (actor habitual en Anderson) son los padres de Suzy, un matrimonio de abogados hundidos en el tedio como pareja -cuernos incluidos- y Harvey Keitel y Tilda Swinton tienen papeles breves pero contundentes. El que quizá sobra es otro incondicional de Anderson, Jason Schwartzman, como otro de los jefes scout que no termina de encajar con los ya citados. Sin embargo, la película la llevan claramente los niños, especialmente los dos raros y enamorados protagonistas, Jared Gilman y Kara Hayward, dos rostros nuevos en cine que imprimen gran fuerza a sus personajes asumiendo al cien por cien el particular estilo del director. (No puedo no decir algo de los hermanitos de Suzy: Wes Anderson en estado puro).

La historia es atractiva y avanza con ritmo, de la mano de las constantes de Anderson: su estética vintage y retro, por llamarla de alguna manera, con ese toque de teatro guiñol enfatizado por los constantes travellings horizontales; y la elocuente selección musical que va desde Mozart y Schubert hasta el pop francés de los 60’s (Françoise Hardy) y la música country norteamericana (Hank Williams), reforzados por -quién si no- Alexandre Desplat, responsable de la música de El árbol de la vida o El discurso del rey y otras obras de Anderson como la animada Fantastic Mr. Fox, muy presente en esta película, por cierto.

Podemos decir que Anderson “lo hace de nuevo”, a pesar de que no estemos ante una obra maestra, a pesar de que algún personaje sobre un poco, de que el tercer acto no tenga toda la fuerza que nos gustaría o de que la música se vuelva un poco repetitiva a ratos. Logra momentos geniales como el flashback en el que los enamorados se conocen y la secuencia de montaje en que se escriben cartas, la revisión matutina del jefe scout o el diálogo de alcoba de los padres de Suzy. En fin, en su peculiar estilo, Anderson viene a hablar del papel y la importancia de la familia, tantas veces descuidada por los problemas personales de los adultos  -“lo culpo a él, dice el policía a los padres de Suzy cuando ella y Sam huyen, pero también me culpo a mí mismo y a ustedes dos”-, pero con todo siempre necesaria -“te amo, dice Sam a Suzy cuando le dice que quisiera ser huérfana como él, pero no sabes de lo que hablas”-. Una lección, en definitiva, como la que dieron Romeo y Julieta a sus enemistadas familias, los infelices adultos, y aquí también suponemos que “de los que del rencor participaron / unos tendrán perdón y otros castigo”.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

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