(2018) EE.UU.
DIRECCIÓN Sebastián Hofmann
GUION Julio Chavezmontes y Sebastián Hofmann
FOTOGRAFÍA Matias Penachino
MÚSICA Giorgio Giampà
REPARTO Luis Gerardo Méndez, Miguel Rodarte, Cassandra Ciangherotti, Montserrat Marañón, RJ Mitte, Andrés Almeida, Hugo Albores, Karina González, Juan Carlos Colombo
Hitchcock en Acapulco
Qué duda cabe que el cine mexicano está creciendo y bien. A la ya importante cantidad de películas producidas por año (y más importante aún: estrenadas) se ha ido sumando la audacia de productores y directores que buscan alejarse de un sobreentendido género —lo que muchos entienden por «cine mexicano»— en el que solo parecían caber sórdidas tramas neorrealistas o frívolas comedias sociales. Así, haciendo precisamente cine mexicano de género, surgen cosas como el sugerente thriller de Sebastián Hofmann y Julio Chavezmontes, Tiempo compartido, una película excelente que se sostiene por sí misma en la competencia global del cine (su premio a mejor guion en el Festival de Sundance así lo constata).
Pedro (un Luis Gerardo Méndez con algunos destellos fuera de su interpretación habitual) se va de vacaciones con su esposa Eva (correcta Cassandra Ciangherotti) y su hijo. Pronto sus planes se ven frustrados cuando descubre que, por un error de la compañía hotelera, tiene que compartir su villa vacacional con una extraña familia —unos personajes que a ratos parecen sacados de un cuento de Cortázar y a ratos de una comedia de Ismael Rodríguez—. Eso solo será el inicio de una serie de infortunios sospechosos, que irán ligándose con Andrés (excelente Miguel Rodarte) y Gloria (Monserrat Marañón mostrando sus tablas de mucho teatro con una interpretación de primera), un matrimonio con un pasado doloroso y empleados del hotel recién adquirido por una cadena hotelera multinacional representada por un hábil directivo (la elección de casting de RJ Mitte —así es, Walter White, Jr. en Breaking Bad— para este papel es tan audaz como acertada).
Con un gran manejo del suspense y las dosis justas de humor, la intriga avanza de modo atrapante y desconcertante a la vez. La música del italiano Giorgio Giampà, entre tropical y surrealista, a ratos casi divertida, logra esa sensación que Bernard Herrmann aportaba a las películas del maestro Hitchcock, de sentir la tensión cuando aún no ha sucedido nada. La fotografía de Matias Penachino aprovecha la excelente locación del emblemático Hotel Princess de Acapulco transformándolo en un auténtico lugar de pesadilla, con una paleta de colores bien manejada —¡flamingos!— y con tomas como conversaciones filmadas en el reflejo de la alberca o de la ventana, o aspectos de los coloridos vacacionistas, que recuerdan a lo mejor de Paolo Sorrentino.
El tema, en fin, es un mensaje claro contra el capitalismo deshumanizante y ciertos aspectos negativos de la globalización que, por lo mismo, resulta universal y muy actual. Aunque se echa de menos un final más redondo, el desenlace no deja de funcionar a su manera. Una estupenda película —además de ser una producción mexicana— a la que esperemos que otras imiten en audacia, en calidad y en exploración de otros géneros. Desde luego, talento, hay.