Wes Anderson al cuadrado
El icónico director texano Wes Anderson entrega su largometraje número 10, que se vuelve inmediatamente un imprescindible de este director, aunque quizá no apelará al público menos familiarizado —o menos entusiasta— con su obra. El marco narrativo es periodístico: una publicación especial de un diario de Kansas —mezcla de The New Yorker y The Paris Review— establecida en una ciudad francesa imaginaria a mediados del siglo pasado. La trama sigue los textos, también ficticios, del último número de esta publicación: una descripción costumbrista de la propia ciudad sede, Ennui-sans-Blasé (literalmente «hastío y aburrimiento»), el repaso de la obra pictórica de un asesino convicto cuya musa es una de sus guardias, la cobertura de un movimiento estudiantil y su pareja protagonista, y el relato del secuestro del hijo del jefe de policía y la intervención de su talentoso cocinero.

Todos los elementos andersonianos están aquí y en su máximo esplendor. El elaboradísimo diseño de producción, la estética simétrica, marcados movimientos de cámara, juegos con la relación de aspecto, dioramas teatrales de los espacios, personajes cómicamente impasibles, niños formales como adultos y adultos inmaduros como niños. Hasta un segmento de animación, claro homenaje a Hergé, en el tercer acto siempre cargado de acción en las películas de este director. También hay innovación, pues el estilo tan colorido del cineasta esta vez se adentra en el blanco y negro —para todas las escenas que están mostrando los textos, es decir, la mayor parte de la película— y no solo no pierde su estilo, sino que lo remarca y lo hace especialmente bello. Otra estupenda innovación son los planos «congelados» sobre los que se hace un travelling mientras todos los personajes intentan estar inmóviles.

Si de algo peca esta exquisita película sería de un exceso. Puede decirse que es demasiado Wes Anderson. Si el director no fuera quien es y tan aclamado, no le habrían producido una película como ésta: episódica, carente de una trama fuerte y por tanto de cierta emotividad (lo cual hace que no sea de las mejores del director) y que es sobre todo una gran recreación estética, repleta de referencias cinematográficas (muchas del cine europeo, lo que quizá explique también los desnudos artísticos, los más extensos de las películas de este director hasta ahora) y sobrecargada de diálogo, de elementos en pantalla y hasta de estrellas de Hollywood: uno se despista y se pierde los casi cameos de actores de la talla de Christoph Waltz.

A esto hay que decir que parte del disfrute de esta cinta son las actuaciones, tanto de los habituales del director —desde su «musa» Bill Murray y su amigo Owen Wilson hasta el rostro impávido de Frances McDormand o la voz de Anjelica Huston— como de rostros protagónicos con los que trabaja por primera vez: ¿qué mejor presidiario genial y loco que Benicio del Toro o qué mejor estudiante ingenuo que el omnipresente Timothée Chalamet? Véanse más nombres del elenco al final de este texto, pues casi de todos habría algo que decir. Un disfrute, en fin, en primer lugar para los entusiastas de este director —como el que esto escribe— y para todo el que quiera gozar el cine por el cine, con todos sus elementos. Si bien, no es de extrañar que cualquiera que se tope incautamente con esta película pueda cuestionarse, y se lo respetaremos, ¿qué tanto le ven a Wes Anderson?

(2021) EE.UU.
DIRECCIÓN Wes Anderson
GUION Wes Anderson. Historia de Wes Anderson, Roman Coppola, Hugo Guiness y Jason Schwartzman
FOTOGRAFÍA Robert D. Yeoman
MÚSICA Alexandre Desplat
REPARTO Bill Murray, Owen Wilson, Benicio del Toro, Léa Seydoux, Adrien Brody, Tilda Swinton, Frances McDormand, Timothée Chalamet, Lyna Khoudri, Jeffrey Wright, Liev Schreiber, Mathieu Amalric, Steve Park, Willem Dafoe, Edward Norton, Saoirse Ronan, Elizabeth Moss, Jason Schwartzman, Lois Smith, Tony Revolori, Christoph Waltz, Anjelica Huston