El amor como un misterio sin resolver

En manos de Park Chan-wook, uno de los más reconocidos directores de la escena internacional por películas filmadas creativa y arriesgadamente como Old Boy y Stoker, lo que parece una aburrida historia entre un investigador de homicidios en la policía de Busan y una mujer refugiada china que es sospechosa de asesinar a su marido, adquiere matices y una riqueza fílmica envidiable, en una película con una diversidad de recursos que logran mantener nuestra atención y tensión por más de dos horas.
La dirección en el filme, ganadora al premio para Park en Cannes 2022, complementa su potencial para contar una historia con momentos novedosos donde la edición es alocada y poco formal (su sello distintivo). Una conversación por celular donde observamos pantallas de móvil y secuencias donde se combina la realidad con el ensoñamiento, son medios para entrar en el intimismo y romper el bloqueo emocional de ambos personajes a través de medios alternativos para comunicarse con nosotros, como un videoblog, notas de voz, recuerdos, sueños o la imaginación.

Como el sushi premium con el que comienza el romance de los protagonistas, hay un deleite sobrio pero elevado de reflejos e iluminación discreta, junto a una elegancia narrativa y visual, donde la sensualidad se hace presente en escenarios comunes de la ciudad para desenvolver su historia. Las claras influencias del cine negro se manifiestan a lo largo de todo el filme, logrando uno de los mejores largometrajes de este subgénero en los últimos años.
Todo lo que se busca transmitir, se plantea con el mínimo diálogo y los comentarios a lo que aparecen en pantalla son limitados, atinados, medidos, soltados casi a regañadientes. Sin embargo, para disfrutar y conectar con esta historia, es necesario que el espectador se deje envolver con el tono y el estilo en el que se cuenta el romance (o el misterio), corriendo el riesgo de aburrirse o de juzgarla como fría.

El protagonista, un joven policía brillante e íntegro, ve a su esposa (trabajadora científica) con hastío para “tener relaciones una vez por semana, aunque se odien”. En un día más de trabajo, un caso en una lista interminable y una serie de personas con las que se convive cotidianamente destaca cómo puede sentirse atraído por una mujer que es citada a declarar en el departamento de policía. Lo simple de la secuencia en la que ambos cenan por primera vez, permite explorar cómo un sentimiento nace, entre detalles que van apareciendo con una belleza sencilla, transformando una ordinariez en un momento romántico memorable.
El impacto emocional que un enamoramiento puede provocar en alguien se proyecta sin el típico melodrama burdo y la pasión despertada se irá convirtiendo en una obsesión para ambos, que estarán jugando a perseguirse mutuamente. Las fantasías contrastan con los lugares donde conviven y, por momentos, la densidad en el ambiente se puede cortar con un cuchillo. Es tanta la tensión en ciertas secuencias que nos quedamos perplejos esperando cuál será el próximo movimiento que mantendrá viva su historia.

Las interpretaciones asiáticas pueden parecen planas o limitadas, pero guardan todo un baúl de emociones que nos pueden provocar frustración o ganas de explotar con los actores. La mesura y la discreción al expresar las emociones se contraponen a las consecuencias físicas de la pérdida, exponiendo cómo una pasión puede cimbrar hasta lo más profundo cuando se alimenta, por muy fugaz o sencilla que sea al inicio.
La atracción entre ambos, donde un simple roce de manos o una cena son los catalizadores de las más profundas historias de amor, llevará a nuestro protagonista al límite. Los protagonistas no escapan de sus verdugos, ni superan aquello que han sentido. Al aceptar su amor por ella, se rompe por dentro, sus ideales, ambiciones y prestigio se ven afectados por la relación que antes provocaba emoción e ilusión, dejándolos a ambos con el corazón roto y como víctimas de un misterio a resolver. Pero el misterio a resolver no es un asesinato, sino cómo se vive el amor imposible y cómo se puede sobrevivir a él cuando las circunstancias no permiten experimentarlo por completo.

Una reflexión sin adoctrinar sobre las relaciones marcadas por la violencia, conveniencia económica o el simple costumbrismo vacío de sentimiento, comparada con aquella historia que nunca fue, con la persona que siempre estará en nuestro interior, robándonos el sueño. Nos dejará pensando en nuestras propias experiencias románticas y las relaciones que hemos forjado con el tiempo, esos momentos especiales que hemos vivido con otros, que forman parte de nuestra propia película y podrían ser parte de una narrativa fantástica, sin necesidad del espectáculo.
Al final nos quedamos enredados con la delicadeza susurrada, soñando una relación imposible, en el ambiente más desesperanzado contemplando el mar y un montón de arena, después de una brillante exposición cinematográfica que con su caso sin resolver sutilmente nos recuerda aquel estribillo de Joaquín Sabina en Contigo: “Morirme contigo si te matas, matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren”.
(2022) South Korean
DIRECCIÓN Y GUION Park Chan-wook
FOTOGRAFÍA Kim Ji-yong
MÚSICA Jo Yeong-wook
REPARTO Tang Wei y Park Hae-il