Palomitas caramelizadas

Críticas de cine. Estrenos y no tan estrenos. Porque de todas vale la pena decir algo

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Glass

Publicado por Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor el 22/01/2019
Publicado en: Críticas. Deja un comentario

(2019) EE.UU.
DIRECCIÓN Y GUION M. Night Shyamalan
FOTOGRAFÍA Mike Gioulakis
MÚSICA West Dylan Thordson
REPARTO Bruce Willis, Samuel L. Jackson, James McAvoy, Sarah Paulson, Anya Taylor-Joy, Spencer Treat Clark

Cerrar el círculo

[Esto será un poco largo. Si solo te interesa la crítica de Glass (tercera parte de una trilogía) sin considerar las dos películas anteriores y la carrera de su director, puedes saltar al párrafo 5, es decir, después de la primera imagen]

En el año 2000 vi El protegido (Unbreakable) en el cine. Era la siguiente película de M. Night Shyamalan, un joven director americano de ascendencia india que había sorprendido al mundo un año antes con El sexto sentido. La crítica lo comparó con Hitchcock y se decía que sería el nuevo Spielberg. Sin tener la fuerza de su cinta anterior —una genialidad que, ahora lo sabemos, el director no conseguirá alcanzar— en todo caso El protegido me pareció fascinante desde la primera escena. Dosificando el suspense, con logrados planos, escenas poderosas (varias quedaron grabadas a fuego en mi mente adolescente) y una sorpresa final en la trama, Shyamalan planteaba la existencia real de las personas que los cómics mostraban poéticamente como superhéroes, todo a través del conflicto de dos hombres (Bruce Willis y Samuel L. Jackson) que buscaban el sentido de sus vidas de dolor y vacío. Una película sólida y lograda.

El tiempo pasó, los superhéroes en el cine seguirían un camino muy distinto. En el 2002, Sony estrenó la primera Spiderman (la de Tobey Maguire, hoy la de los memes) que marcaría un estilo de blockbuster de superhéroes muy distinto a los oscuros Batmans de Tim Burton y a los ya lejanos Supermans con Christopher Reeve, que era de lo poco en que las viñetas habían saltado a la pantalla grande. Llegarían las hoy ya decenas de películas de Marvel y unas cuantas de DC.

Shyamalan siguió también su propio camino, uno a todas luces descendente incluso para los entusiastas que esperábamos cada una de sus películas con la ilusión de que volviera a sorprendernos. Con Señales (2002) nos confundió con una pretendida conexión mística de extraterrestres. La aldea/El bosque (2004) prometió llevarnos de nuevo al terror para arrojarnos en lo que resultaba ser un experimento político anticapitalista. En La joven del agua (2006) se empeñó en mostrarnos una versión de los cuentos infantiles que contaba a su hija mientras exprimía las gotas de su modo de hacer suspense. El incidente (2008) ya rayó en el absurdo, donde la trama consistía en huir del aire para no suicidarse (como en Bird Box, exacto, pero sin monstruo, o sea peor). Después, por algún motivo, hizo una adaptación fílmica de una serie animada pseudo-japonesa y una película en la que Will Smith y su hijo volvían a la Tierra un milenio después de que la humanidad la abandonara: por respeto a lo que un día fue Shyamalan, no vi ninguna de las dos. Me acabo de enterar de que en 2015 hizo una película donde unos niños temían a sus abuelos que se volvían locos de noche. Bien por él.

Un buen día del 2016 se estrenó Múltiple (Split), bien referenciada por una sorprendente actuación de James McAvoy interpretando a un asesino serial con veintitantas personalidades. Sorpresa: era la nueva película de Shyamalan. Sin ser nada del otro mundo, ciertamente el modo en que McAvoy pasaba de ser un niño de 9 años a una elegante señora a un hooligan entusiasta… todo en una toma, era asombroso. Y de pronto sucedió. En la escena final apareció David Dunn (el personaje de Bruce Willis en El protegido) viendo en las noticias el caso de este asesino. Y terminó la película. Conté todo lo anterior para intentar contextualizar lo que esa aparición ahí, en esa película y en ese punto de la carrera de Shyamalan, significaba. Al poco tiempo se anunció Glass, en la que el director uniría la historia de El protegido con la de Múltiple. Incluso dijo que la idea era incluir al personaje de McAvoy en El protegido desde un inicio. No sé si creerle. En todo caso, la esperanza renació.

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Vayamos pues a esta película. Valga aclarar que es la parte final de una trilogía y que quien no haya visto El protegido (Unbreakable) y Múltiple (Split) se perderá bastante y disfrutará muy poco. Lo mismo quien espere ver una película de superhéroes a la Marvel. Volvemos con David Dunn (Bruce Willis), quien durante años ha continuado con un perfil bajo usando su fuerza y resistencia sobrehumanas para combatir maleantes. Lo cubre y apoya su hijo (Spencer Treat Clark), con quien tiene una empresa de artículos de seguridad. Su objetivo es encontrar a un asesino de muchachas jóvenes, nada menos que el protagonista de Múltiple, Kevin Crumb (James McAvoy). Cuando se enfrentan, la policía los atrapa a ambos y los interna en un centro psiquiátrico de alta seguridad donde lleva años recluido el genio criminal Elijah Price, apodado Mr Glass (Samuel L. Jackson). Ahí, una psicóloga (Sarah Paulson) intentará convencerlos de que sus “poderes” son solo un delirio de grandeza del que deben curarse, con el apoyo respectivamente del hijo de David, la madre de Elijah (Charlayne Woodard) y Casey (Anya Taylor-Joy), la víctima de Kevin que logró ver su lado humano.

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Si bien la idea de unir estas dos tramas era sumamente atractiva, el desafío era pegar dos materiales bastante distintos. El protegido es una película pausada, sobre el vacío interior de un hombre con un drama familiar que se encuentra con un personaje enfermo, un experto en cómics con una vida dolorosa, que se obsesiona con él. Múltiple, por su parte, es un thriller con bastante ritmo, suspense continuo y toques de terror y de acción. Al unirlos, Shyamalan pierde la magia de sus primeros personajes al arrojarles mucha luz (literalmente) y da una trama insuficiente a su Kevin/La bestia/La horda al enfrentarlo al siempre impávido David Dunn, ya anciano, y hacerlo cómplice de un Mr Glass anestesiado.

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El conflicto limitado a las paredes del hospital sabe a poco, y la teoría de si realmente son extraordinarios o todo es psicológico carece de interés. La comparsa de los personajes secundarios, así como el injustificado entendimiento entre ellos solo busca rellenar una trama que nunca arranca realmente. Todo aquello termina cuando prometía apenas empezar y se nos ofrece una vuelta de tuerca final (qué sorpresa) bastante forzada. En fin, la actuación de James McAvoy nuevamente es sorprendente; a Samuel L. Jackson no se le permite lucirse en absoluto (y pensar que esto se llama Glass, quién sabe por qué) y Willis se limita a ser el tipo duro y silencioso que Shyamalan le pide que sea, pero esta vez sin una buena historia y un ritmo que claramente demandaba otra cosa. En una época de exceso de cine de superhéroes, se antojaba una reflexión sobre lo que eso dice de nosotros como seres narrativos (y hay mucho que decir), pero Shyamalan —el hombre con la maldición de haber hecho su mejor película al inicio de su carrera— no parecer ser quien la brinde.

(P.D. El tradicional cameo de Shyamalan aquí roza lo ridículo, con un guiño a El protegido que queda como cuando un profesor dice un chiste del que solo se ríe él.)

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Roma

Publicado por Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor el 02/12/2018
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(2018) México
DIRECCIÓN, GUION Y FOTOGRAFÍA Alfonso Cuarón
REPARTO Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Fernando Grediaga, Jorge Antonio Guerrero, Nancy García, Verónica García, Diego Cortina Autrey, Marco Graf, Daniela Demesa, Carlos Peralta

Nostalgia en alta definición

Roma es la película más personal de Alfonso Cuarón. Por un lado, porque el mexicano se responsabilizó del guion, la dirección y la fotografía (por consejo de su director de fotografía Emmanuel Lubezki, quien tuvo que abandonar el proyecto por motivos familiares) de este su octavo largometraje, el tercero de ellos hecho en México. Además, está inspirado en su propia infancia —acontecida en la tradicional Colonia Roma, de la Ciudad de México— y tiene como protagonista a una joven indígena mixteca que trabaja para una familia mexicana acomodada: Cuarón dedica el filme a su nana Libo. Con un blanco y negro en alta definición y un diseño sonoro de avanzada tecnología (Dolby Atmos) aplicado a los sonidos cotidianos de la vida de la capital mexicana en 1970, Cuarón desde una óptica artística mezcla la nostalgia de una época con un dominio de la técnica que se vale de los últimos avances de la industria —no olvidemos que su cinta anterior es Gravedad, un prodigio técnico— logrando una película preciosa, cuidada hasta el detalle, y armada toda en función de una historia tan sencilla como poderosa. Basta ver el plano secuencia de los créditos iniciales para darse cuenta de esto.

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El conflicto en torno a la paternidad, una constante en los filmes de Cuarón, ya sea escritos por él o no —desde La princesita y Harry Potter y el prisionero de Azkaban hasta Y tu mamá también y Gravedad—, es también el eje en Roma. Tanto para Cleo (Yalitza Aparicio), la protagonista, como para la familia de la que es empleada: la Sra. Sofía (Marina de Tavira) y sus cuatro hijos. Cuarón es sutil en su narrativa, permitiendo que los hechos de la trama se vayan intuyendo más que revelándolos. No busca un reclamo social de la figura de la empleada doméstica, sino mostrar una realidad en la que dos mujeres salen adelante en un mundo de hombres irresponsables. “Estamos solas”, le dice la Sra. Sofi a Cleo. Tremendas actuaciones de Marina de Tavira (Efectos secundarios, Ilusiones S.A.) y de Yalitza Aparicio, de origen mixteco y que no tenía experiencia en actuación, sino que fue casteada directamente por Cuarón y su equipo: si bien su interpretación es contenida, refleja muy bien la idiosincracia de su pueblo y su rol social. Y así consigue tocar el corazón del espectador.

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La ausencia de música extradiegética refuerza la experiencia directa con la trama sin sentimentalismos, que hacen que los hechos destaquen por sí mismos. Los detalles de ambientación están recreados con todo mimo. Desde las calles que recorren Cleo y su compañera Adela (Nancy García) en largos travellings, donde lucen los coches y la gente vestida de época o la propaganda del recientemente electo presidente Luis Echeverría, hasta los aspectos domésticos más mínimos, como un envoltorio de Pan Bimbo (como eran en 1970), el pitido del carro del vendedor de camotes, o los gritos del vendedor de miel.

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Pese a la ambigüedad que el título Roma puede presentar para algunos públicos (sobre todo no mexicanos) ciertamente la ciudad y esta colonia son protagonistas. Ver Roma es revivir el México reciente de las clases medias y medias altas. Cuarón comparte el México de su infancia, desde los rituales familiares como ver un programa cómico en la televisión todos juntos, la banda militar que recorre las calles del vecindario —preciosa escena cuando pasan junto a una devastada Marina de Tavira que despide a su esposo— o su cariño al cine de la época, de una enorme sala y lleno de vendedores a la salida (donde Cuarón no deja de hacer una referencia a Gravedad). Es el México real, que se alarma ante un sismo y que evoluciona socialmente —la recreación del “Halconazo”, la matanza de estudiantes durante una marcha por el grupo paramilitar de “los halcones” el jueves de Corpus de 1971, es tan indirecta como cruda y bien integrada en la trama—; pero también el México del realismo mágico latinoamericano, donde se entrenan artes marciales en una basta llanura de Iztapalapa ante la presencia del mítico Profesor Zovek, o donde un incendio junto a una casa rural de abolengo en año nuevo se muestra como una experiencia onírica y fascinante.

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Para el anecdotario de la historia de esta industria queda, en fin, el pulso entre la plataforma Netflix —productores de la cinta— y los defensores del modelo clásico del cine, como son los grandes festivales y los exhibidores tradicionales, quienes reclaman una exhibición de 90 días únicamente en las salas de cine para poder premiar la cinta o para acceder a proyectarla. La plataforma cuyo negocio es, en cambio, ofrecer el contenido online a sus suscriptores, está decidida a cambiar ese modelo y mientras siga financiando películas de este nivel —y todo indica que así será— tendrá mucha fuerza para lograrlo. Antes de su estreno masivo por Netflix, Roma ya ha ganado el León de Oro en Venecia, ha sido anunciada como representante de México en los Premios Oscar para ser nominada a mejor película extranjera, y en los Premios Goya de la Academia de Cine española en la categoría de mejor película latinoamericana. Desde luego merece eso y más.

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Publicado por Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor el 31/10/2018
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(2018) EE.UU.
DIRECCIÓN Alfonso Ruizpalacios
GUION Manuel Alcalá y Alfonso Ruizpalacios
FOTOGRAFÍA Damián García
MÚSICA Tomás Barreiro
REPARTO Gael García Bernal, Leonardo Ortizgris, Alfredo Castro, Lisa Owen, Ilse Salas, Leticia Brédice, Simon Russell Beale

Robo existencial

1985 fue un año difícil para la Ciudad de México, marcado por un terrible terremoto que cobró miles de víctimas. En la Nochebuena de ese año, un par de estudiantes de veterinaria llevaron a cabo un acto tan formidable como enigmático: robaron cientos de antigüedades prehispánicas invaluables del emblemático Museo Nacional de Antropología. A partir de ese hecho real, Manuel Alcalá (productor y guionista) quiso llevar la historia a la gran pantalla, lo que logró finalmente de la mano de dos grandes del cine mexicano actual: el ascendente director Alfonso Ruizpalacios (cuya ópera prima, Güeros, fue la cinta mexicana más premiada en el 2014) y la estrella Gael García Bernal.

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Si bien la trama parecería sugerir un thriller o una película de aventura, Ruizpalacios —que al involucrarse al proyecto pidió intervenir desde el guion— la aborda desde la confusión existencial de un par de personajes que ante el vacío de sus vidas deciden hacer algo emocionante y fuera de lo común. En ese sentido —y aunque ésta es mucho más accesible y, en ese sentido, comercial que su primera película, filmada en blanco y negro con una relación de aspecto 4:3— está emparentada con Güeros, pues ambas muestran a jóvenes universitarios sin norte cuyas vidas se desenvuelven en la Ciudad de México en torno a un hecho de la historia reciente (en Güeros era la huelga de la UNAM) y que buscan un ancla en el pasado: una leyenda olvidada del rock mexicano en Güeros, y en Museo una vedette venida a menos y las propias piezas de la antigüedad mexicana que roban.

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Este enfoque más profundo y el estilo cinematográfico que le imprime Ruizpalacios, con una estructura narrativa no convencional, encuadres audaces y elementos brechtianos como los personajes detenidos posando como para ser fotografiados en el robo, o la pelea que tiene el personaje de Gael en el bar de Acapulco, la hacen una película mucho más ambiciosa que una mera recreación histórica o, peor, una película de ladrones astutos a la Ocean’s Eleven. A esa pretensión se suma la interesante propuesta musical del compositor Tomás Barreiro, con variaciones sinfónicas a partir de “La noche de los mayas” del maestro Silvestre Revueltas, que causa un interesante efecto barroco en una película urbana y moderna. La fotografía de Damián García aprovecha escenarios de la Ciudad de México como las míticas torres de Luis Barragán y Mathias Goeritz en Ciudad Satélite o el propio museo imponente.

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Gael García Bernal suele ser garantía al interpretar personajes que resultan carismáticos y oscuros a la vez, por lo que el papel protagónico le acomoda bastante, y consigue disimular que le sobran 20 años respecto a su personaje. Los secundarios están muy bien elegidos, sobre todo la familia del protagonista, a quienes llegamos a conocer bastante en torno a su cena navideña, lo que genera una bonita nostalgia del México de finales del siglo pasado con una dinámica familiar capitalina —o más bien sateluca. Y la sorpresa es la tierna actuación de Leonardo Ortizgris, más bien plano en Güeros, que aquí hace de inocente Sancho Panza, efectivo contrapeso del complejo protagonista. En fin, una interesante pieza —filmada en 35 mm y sin embargo producida por YouTube Originals— en el cada vez más variado horizonte del cine mexicano que, como sucediera cuando se robaron piezas invaluables del pasado de los mexicanos, seguramente fomentará la asistencia a un museo donde muchos buscan en sus orígenes su identidad.

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Publicado por Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor el 09/09/2018
Publicado en: Críticas. 1 comentario

(2018) EE.UU.
DIRECCIÓN Sebastián Hofmann
GUION Julio Chavezmontes y Sebastián Hofmann
FOTOGRAFÍA Matias Penachino
MÚSICA Giorgio Giampà
REPARTO Luis Gerardo Méndez, Miguel Rodarte, Cassandra Ciangherotti, Montserrat Marañón, RJ Mitte, Andrés Almeida, Hugo Albores, Karina González, Juan Carlos Colombo

Hitchcock en Acapulco

Qué duda cabe que el cine mexicano está creciendo y bien. A la ya importante cantidad de películas producidas por año (y más importante aún: estrenadas) se ha ido sumando la audacia de productores y directores que buscan alejarse de un sobreentendido género —lo que muchos entienden por “cine mexicano”— en el que solo parecían caber sórdidas tramas neorrealistas o frívolas comedias sociales. Así, haciendo precisamente cine mexicano de género, surgen cosas como el sugerente thriller de Sebastián Hofmann y Julio Chavezmontes, Tiempo compartido, una película excelente que se sostiene por sí misma en la competencia global del cine (su premio a mejor guion en el Festival de Sundance así lo constata).

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Pedro (un Luis Gerardo Méndez con algunos destellos fuera de su interpretación habitual) se va de vacaciones con su esposa Eva (correcta Cassandra Ciangherotti) y su hijo. Pronto sus planes se ven frustrados cuando descubre que, por un error de la compañía hotelera, tiene que compartir su villa vacacional con una extraña familia —unos personajes que a ratos parecen sacados de un cuento de Cortázar y a ratos de una comedia de Ismael Rodríguez—. Eso solo será el inicio de una serie de infortunios sospechosos, que irán ligándose con Andrés (excelente Miguel Rodarte) y Gloria (Monserrat Marañón mostrando sus tablas de mucho teatro con una interpretación de primera), un matrimonio con un pasado doloroso y empleados del hotel recién adquirido por una cadena hotelera multinacional representada por un hábil directivo (la elección de casting de RJ Mitte —así es, Walter White, Jr. en Breaking Bad— para este papel es tan audaz como acertada).

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Con un gran manejo del suspense y las dosis justas de humor, la intriga avanza de modo atrapante y desconcertante a la vez. La música del italiano Giorgio Giampà, entre tropical y surrealista, a ratos casi divertida, logra esa sensación que Bernard Herrmann aportaba a las películas del maestro Hitchcock, de sentir la tensión cuando aún no ha sucedido nada. La fotografía de Matias Penachino aprovecha la excelente locación del emblemático Hotel Princess de Acapulco transformándolo en un auténtico lugar de pesadilla, con una paleta de colores bien manejada —¡flamingos!— y con tomas como conversaciones filmadas en el reflejo de la alberca o de la ventana, o aspectos de los coloridos vacacionistas, que recuerdan a lo mejor de Paolo Sorrentino.

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El tema, en fin, es un mensaje claro contra el capitalismo deshumanizante y ciertos aspectos negativos de la globalización que, por lo mismo, resulta universal y muy actual. Aunque se echa de menos un final más redondo, el desenlace no deja de funcionar a su manera. Una estupenda película —además de ser una producción mexicana— a la que esperemos que otras imiten en audacia, en calidad y en exploración de otros géneros. Desde luego, talento, hay.

Jurassic World: El reino caído

Publicado por Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor el 09/09/2018
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(2018) EE.UU.
DIRECCIÓN J.A. Bayona
GUION Dereck Connolly & Colin Trevorrow
FOTOGRAFÍA Oscar Faura
MÚSICA Michael Giacchino
REPARTO Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Rafe Spall, Daniella Pineda, Justice Smith, James Cromwell, Toby Jones, Geraldine Chaplin, Isabella Sermon, Jeff Goldblum

Salvar a los dinosaurios

En la acelerada evolución de los formatos audiovisuales y con la necesidad de mantener el negocio millonario del cine comercial, el sueño de todo estudio es poder establecer una saga. Una continuidad de películas que asegure una audiencia que espera ansiosa la siguiente entrega de su universo narrativo. Están por supuesto Star Wars y el universo Marvel; Harry Potter continuó su saga con Animales Fantásticos; y hacer tres películas de El Hobbit llevaba la intención de estirar la saga tolkeniana lo más posible. La que nos ocupa aquí sigue la estela de un hito del cine, Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993), que completó una trilogía, posteriormente se retomó el concepto con Jurassic World y ahora pretende volverse saga con la continuación de esta.

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Han pasado cuatro años desde el desastre ocurrido en el parque de atracciones Jurassic World que dejó a los dinosaurios libres en la Isla Nublar, solo que ahora un volcán amenaza con hacer erupción y acabar con todas las prehistóricas criaturas. Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), ex gerente del fallido parque convertida en activista pro-dinosaurios, busca salvar a estas especies, para lo que viaja a la isla junto a su ex-novio y entrenador de velocirraptores Owen Grady (el siempre divertido Chris Pratt) auspiciados por un sospechoso benefactor (Rafe Spall) que trabaja para el filántropo Benjamin Lockwood (James Cromwell), antiguo colega de John Hammond, el fundador original de Jurassic Park. ¿Qué podría salir mal?

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La dirección de la película fue confiada a J.A. Bayona, el más comercial y spielbergiano de los directores españoles —lo digo como elogio—, que tras el éxito de El orfanato (2007) saltó a Hollywood con la producción española de factura internacional Lo imposible (2012) y se consolidó con la fantasía de Un monstruo viene a verme (2016). Bayona y sus colaboradores habituales trasladan a trepidantes secuencias el guion de Dereck Connolly y Colin Trevorrow (autores de esta ampliación de la saga, incluso Trevorrow dirigió Jurassic World) que contiene los elementos comunes a este tipo de películas: el romance divertido de los héroes principales, un villano con intenciones ocultas, niños (en este caso es solo una), personajes secundarios como alivio cómico y una trama que gira en torno a los dinosaurios que escapan haciendo que todo se salga de control.

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Sin llegar al nivel de su inmediata predecesora, que supo jugar con la nostalgia de Jurassic Park y dio vida al ansiado proyecto de un parque de atracciones en funcionamiento, esta entrega es también hija de su tiempo, de ahí la importancia de los personajes femeninos centrales —además de la heroína que interpreta Bryce Dallas Howard luce la joven científica feminista Daniella Pineda (Zia Rodriguez) y la pequeña nieta de Lockwood (Isabella Sermon), clave en la trama— y sobre todo el enfoque animalista. Y es que los dinosaurios no son aquí terrorífica amenaza, sino las víctimas que los héroes quieren salvar; algo similar a lo que pasa en la reciente trilogía de El planeta de los simios —otra saga— sobre lo que escribí hace varios años. Es encomiable el esfuerzo por adaptar esta trama a los tiempos que corren, aunque no está claro que la audiencia esté preparada para encontrar adorable a un velocirraptor.

Los Increíbles 2

Publicado por Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor el 21/07/2018
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(2018) EE.UU.
DIRECCIÓN y GUION Brad Bird
MÚSICA Michael Giacchino
REPARTO (voces en inglés) Craig T. Nelson, Holly Hunter, Samuel L. Jackson, Bob Odenkirk, Catherine Keener, Sarah Vowell, Huck Milner, Brad Bird

Súper familia

Catorce años después del clásico de Disney-Pixar que nos presentó a esta fabulosa familia de superhéroes, su secuela retoma la acción en el mismo momento en que aquélla terminó, con los protagonistas enfrentando a un nuevo villano. La prohibición legal de los superhéroes aún vigente los fuerza a seguir inactivos, hasta que son contactados por dos hermanos millonarios interesados en recuperar el prestigio de los superhéroes. Esta vez será Helen/Elastigirl quien deba dar el primer paso en su nueva misión, por lo que Bob/Mr. Increíble tendrá que quedarse en casa a cuidar a los niños…

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La vigésima película de Pixar no solo cumple con el alto estándar de calidad del guion y de factura de animación a los que el estudio nos tiene acostumbrados, sino que en muchos aspectos los supera, al entregar una historia más compleja y profunda, sí de animación para toda la familia pero no “infantil” ni mucho menos. Nuevamente es Brad Bird quien escribe y dirige, que además de la primera Los Increíbles, escribió y dirigió Ratatouille también para Pixar, antes la espléndida El Gigante de Hierro, y películas no animadas como Tomorrowland o Misión Imposible: Protocolo Fantasma (esta última solo la dirigió).

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Se notan los años invertidos en un guion excelente que aprovecha a estos personajes entrañables que reflejan los roles de la familia clásica: Bob, el padre protector (su superpoder es la fuerza); Helen, la madre flexible (su superpoder es la elasticidad); Violet, la adolescente insegura (puede hacerse invisible y crear campos defensores); Dash, el niño inquieto (supervelocidad) y Jack Jack que como todo bebé está lleno de posibilidades (la trivia de IMDb le atribuye hasta 17 poderes distintos). La historia luce con una estupenda animación y un diseño retro que hace homenaje al género de aventuras de los 60’s —época en que se transcurre la trama—, con cameo de Jonny Quest incluido.

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Amén de las excelentes secuencias de acción y del humor —la desternillante escena en el restaurante donde trabaja el crush de Violet, o el combate del bebé Jack Jack contra un mapache son ejemplos geniales— que hacen de esta una película muy entretenida y de mucho disfrute, la trama plantea algunos temas de plena actualidad como la justicia o injusticia de las leyes; la importancia de la opinión pública y la percepción social; la dependencia actual de las pantallas (el villano Screenslaver, literalmente “pantalla-esclavizador”, es para reflexionar) o el papel de la mujer en la familia en una sociedad cada vez más volcada al feminismo: Elastigirl se luce tanto en su trepidante persecución como en su defensa de la importancia de ser ama de casa. Si algo se le puede reprochar es que sigue la misma estructura narrativa que su primera parte, con un giro de la trama final también muy similar y, por tanto, previsible. En todo caso, es una estupenda película y divertidísima, que de paso contiene un mensaje familiar en absoluto forzado sino muy orgánico.

Isla de perros

Publicado por Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor el 19/05/2018
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(2018) EE.UU.
DIRECCIÓN Wes Anderson
GUION Wes Anderson, Roman Coppola, Jason Schwartzman y Kunichi Nomura
FOTOGRAFÍA Tristan Oliver
MÚSICA Alexandre Desplat
REPARTO (voces) Bryan Cranston, Edward Norton, Bill Murray, Jeff Goldblum, Bob Balaban, Liev Schreiber, Scarlett Johansson, Frances McDormand, F. Murray Abraham, Greta Gerwig, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Koyu Rankin

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El inconfundible estilo del cineasta texano Wes Anderson permite la interesante dicotomía de que realice películas de acción real así como animaciones en stop motion con una misma línea visual y estética. Son bien conocidos sus planos simétricos, tomas cerrados en ángulo cenital, largos travellings y una rica paleta de colores en lo estético, así como su humor irónico en las aventuras de sus excéntricos personajes. Isla de perros es su segunda incursión en esta técnica de animación después de la fabulosa Fantastic Mr. Fox a la que, digámoslo ya, no alcanza su más reciente película.

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El futuro. Ante la sospechosa proliferación de la gripe canina, el alcalde de la ciudad japonesa de Megasaki decide expulsar a todos los perros a una isla-basurero. El joven Atari logra llegar a la isla en busca de su mascota, aventura a la que se unirán cinco simpáticos canes, mientras que en Megasaki comienza la resistencia… Wes Anderson incide en una cultura ajena desde su mirada muy occidental como había hecho con la India en The Darjeeling Limited y la Centroeuropa de entreguerras en The Grand Budapest Hotel. (Esperemos no tarde en descubrir el colorido México, pues podría salir algo interesante).

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Es clave el reparto de voces, conformado por los habituales colaboradores de Wes Anderson, a los que se unen algunas estrellas como Bryan Cranston como Chief, el perro protagónico, un callejero rebelde; o Greta Gerwig como la estudiante de intercambio Tracy Walker, parte activa de la resistencia y enamorada de Atari. El grupo canino interpretado por Edward Norton, Bill Murray, Jeff Goldblum y Bob Balaban es de lo más divertido, así como las intervenciones puntuales de Scarlett Johansson, Tilda Swinton, Harvey Keitel… todos perros. Por cierto, muy acertada la mezcla lingüística, que mantiene los diálogos japoneses —con sus necesarias traducciones dentro de la historia— mientras los perros hablan en inglés sin entenderse con los humanos. El guion contiene los elementos constantes de Anderson, también guionista de sus películas, como el amor adolescente, la rebelión contra la autoridad, o la inmadurez de los adultos frente a la sabiduría intuitiva de los niños (a los que se suman, en esta ocasión, los perros).

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En este su noveno largometraje, Wes Anderson no decepciona, pero tampoco se supera y no estamos ante una de sus mejores. Por varios motivos. Dentro de su cuidadísima estética visual, hay algunos momentos de saturación, cuando letras en inglés y kanjis en japonés se unen a los ya cargados planos haciendo que uno no sepa a dónde mirar. Como a veces le sucede, el ritmo afloja un poco a la mitad de la historia y la música de Alexandre Desplat, siendo genial, se vuelve algo repetitiva. El tercer acto no es tan intenso como los de otras tramas suyas y eso también se resiente.

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Con todo, hay momentos y elementos estupendos —la secuencia con la canción I Won’t Hurt You; el arco del personaje de Chief; los gatitos que acompañan siempre a los villanos; la asistente Yoko-Ono a quien da voz la misma Yoko Ono; y las múltiples referencias cinematográficas (el apellido del alcalde Kobayashi saca una sonrisa a quienes hemos visto y re-visto The Usual Suspects) especialmente al cineasta japonés Akira Kurosawa— y el resultado global es bastante bueno, destacando la elaborada producción que una animación con esta técnica exige. Finalmente, quizá no sea tan memorable puesto que el tema de la película —la opresión de quienes odian a los perros— no es actual sino todo lo contrario, pues vivimos en la época en la que más preocupación ha habido por los animales, y por estos animales, al menos en Occidente (el título original Isle of Dogs, que se pronuncia igual que I love dogs, no es inocente).

 

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