(2019) EE.UU.
DIRECCIÓN Y GUION M. Night Shyamalan
FOTOGRAFÍA Mike Gioulakis
MÚSICA West Dylan Thordson
REPARTO Bruce Willis, Samuel L. Jackson, James McAvoy, Sarah Paulson, Anya Taylor-Joy, Spencer Treat Clark
Cerrar el círculo
[Esto será un poco largo. Si solo te interesa la crítica de Glass (tercera parte de una trilogía) sin considerar las dos películas anteriores y la carrera de su director, puedes saltar al párrafo 5, es decir, después de la primera imagen]
En el año 2000 vi El protegido (Unbreakable) en el cine. Era la siguiente película de M. Night Shyamalan, un joven director americano de ascendencia india que había sorprendido al mundo un año antes con El sexto sentido. La crítica lo comparó con Hitchcock y se decía que sería el nuevo Spielberg. Sin tener la fuerza de su cinta anterior —una genialidad que, ahora lo sabemos, el director no conseguirá alcanzar— en todo caso El protegido me pareció fascinante desde la primera escena. Dosificando el suspense, con logrados planos, escenas poderosas (varias quedaron grabadas a fuego en mi mente adolescente) y una sorpresa final en la trama, Shyamalan planteaba la existencia real de las personas que los cómics mostraban poéticamente como superhéroes, todo a través del conflicto de dos hombres (Bruce Willis y Samuel L. Jackson) que buscaban el sentido de sus vidas de dolor y vacío. Una película sólida y lograda.
El tiempo pasó, los superhéroes en el cine seguirían un camino muy distinto. En el 2002, Sony estrenó la primera Spiderman (la de Tobey Maguire, hoy la de los memes) que marcaría un estilo de blockbuster de superhéroes muy distinto a los oscuros Batmans de Tim Burton y a los ya lejanos Supermans con Christopher Reeve, que era de lo poco en que las viñetas habían saltado a la pantalla grande. Llegarían las hoy ya decenas de películas de Marvel y unas cuantas de DC.
Shyamalan siguió también su propio camino, uno a todas luces descendente incluso para los entusiastas que esperábamos cada una de sus películas con la ilusión de que volviera a sorprendernos. Con Señales (2002) nos confundió con una pretendida conexión mística de extraterrestres. La aldea/El bosque (2004) prometió llevarnos de nuevo al terror para arrojarnos en lo que resultaba ser un experimento político anticapitalista. En La joven del agua (2006) se empeñó en mostrarnos una versión de los cuentos infantiles que contaba a su hija mientras exprimía las gotas de su modo de hacer suspense. El incidente (2008) ya rayó en el absurdo, donde la trama consistía en huir del aire para no suicidarse (como en Bird Box, exacto, pero sin monstruo, o sea peor). Después, por algún motivo, hizo una adaptación fílmica de una serie animada pseudo-japonesa y una película en la que Will Smith y su hijo volvían a la Tierra un milenio después de que la humanidad la abandonara: por respeto a lo que un día fue Shyamalan, no vi ninguna de las dos. Me acabo de enterar de que en 2015 hizo una película donde unos niños temían a sus abuelos que se volvían locos de noche. Bien por él.
Un buen día del 2016 se estrenó Múltiple (Split), bien referenciada por una sorprendente actuación de James McAvoy interpretando a un asesino serial con veintitantas personalidades. Sorpresa: era la nueva película de Shyamalan. Sin ser nada del otro mundo, ciertamente el modo en que McAvoy pasaba de ser un niño de 9 años a una elegante señora a un hooligan entusiasta… todo en una toma, era asombroso. Y de pronto sucedió. En la escena final apareció David Dunn (el personaje de Bruce Willis en El protegido) viendo en las noticias el caso de este asesino. Y terminó la película. Conté todo lo anterior para intentar contextualizar lo que esa aparición ahí, en esa película y en ese punto de la carrera de Shyamalan, significaba. Al poco tiempo se anunció Glass, en la que el director uniría la historia de El protegido con la de Múltiple. Incluso dijo que la idea era incluir al personaje de McAvoy en El protegido desde un inicio. No sé si creerle. En todo caso, la esperanza renació.
Vayamos pues a esta película. Valga aclarar que es la parte final de una trilogía y que quien no haya visto El protegido (Unbreakable) y Múltiple (Split) se perderá bastante y disfrutará muy poco. Lo mismo quien espere ver una película de superhéroes a la Marvel. Volvemos con David Dunn (Bruce Willis), quien durante años ha continuado con un perfil bajo usando su fuerza y resistencia sobrehumanas para combatir maleantes. Lo cubre y apoya su hijo (Spencer Treat Clark), con quien tiene una empresa de artículos de seguridad. Su objetivo es encontrar a un asesino de muchachas jóvenes, nada menos que el protagonista de Múltiple, Kevin Crumb (James McAvoy). Cuando se enfrentan, la policía los atrapa a ambos y los interna en un centro psiquiátrico de alta seguridad donde lleva años recluido el genio criminal Elijah Price, apodado Mr Glass (Samuel L. Jackson). Ahí, una psicóloga (Sarah Paulson) intentará convencerlos de que sus «poderes» son solo un delirio de grandeza del que deben curarse, con el apoyo respectivamente del hijo de David, la madre de Elijah (Charlayne Woodard) y Casey (Anya Taylor-Joy), la víctima de Kevin que logró ver su lado humano.
Si bien la idea de unir estas dos tramas era sumamente atractiva, el desafío era pegar dos materiales bastante distintos. El protegido es una película pausada, sobre el vacío interior de un hombre con un drama familiar que se encuentra con un personaje enfermo, un experto en cómics con una vida dolorosa, que se obsesiona con él. Múltiple, por su parte, es un thriller con bastante ritmo, suspense continuo y toques de terror y de acción. Al unirlos, Shyamalan pierde la magia de sus primeros personajes al arrojarles mucha luz (literalmente) y da una trama insuficiente a su Kevin/La bestia/La horda al enfrentarlo al siempre impávido David Dunn, ya anciano, y hacerlo cómplice de un Mr Glass anestesiado.
El conflicto limitado a las paredes del hospital sabe a poco, y la teoría de si realmente son extraordinarios o todo es psicológico carece de interés. La comparsa de los personajes secundarios, así como el injustificado entendimiento entre ellos solo busca rellenar una trama que nunca arranca realmente. Todo aquello termina cuando prometía apenas empezar y se nos ofrece una vuelta de tuerca final (qué sorpresa) bastante forzada. En fin, la actuación de James McAvoy nuevamente es sorprendente; a Samuel L. Jackson no se le permite lucirse en absoluto (y pensar que esto se llama Glass, quién sabe por qué) y Willis se limita a ser el tipo duro y silencioso que Shyamalan le pide que sea, pero esta vez sin una buena historia y un ritmo que claramente demandaba otra cosa. En una época de exceso de cine de superhéroes, se antojaba una reflexión sobre lo que eso dice de nosotros como seres narrativos (y hay mucho que decir), pero Shyamalan —el hombre con la maldición de haber hecho su mejor película al inicio de su carrera— no parecer ser quien la brinde.
(P.D. El tradicional cameo de Shyamalan aquí roza lo ridículo, con un guiño a El protegido que queda como cuando un profesor dice un chiste del que solo se ríe él.)
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