(2014) EE.UU.
DIRECCIÓN Richard Linklater
GUION Richard Linklater
FOTOGRAFÍA Lee Daniel, Shane F. Kelly
REPARTO Ellar Coltrane, Ethan Hawke, Patricia Arquette, Lorelei Linklater
Una vida en el tiempo
La principal característica de Boyhood, película de Richard Linklater –uno de los íconos del cine independiente americano– es que se rodó a lo largo de doce años. Un rasgo de producción muy poco práctico pero muy efectivo, pues el objetivo es contar la historia de un protagonista que pasa de ser niño a joven adulto frente a nuestros ojos. El efecto de ver a los mismos personajes encarnados por los mismos actores conforme va pasando el tiempo logra un efecto muy especial y cercano, como cuando se ve un viejo video casero de la propia familia.
Y es que Linklater ha sido siempre muy respetuoso con el tiempo: su famosa trilogía –Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (2004) y Antes del anochecer (2013)– está espaciada con diez años entre película y película, mismos que también transcurren en la vida de sus personajes que se reencuentran diez y veinte años después. En esa trilogía, la trama de cada una de las películas es el encuentro entre dos personas y su relación a lo largo de unas pocas horas; un fragmento de su vida cotidiana en la que –como en Boyhood– “no pasa nada”. Nada y mucho, como sucede en la vida.
Siempre desde la perspectiva de Mason –el niño que crece–, el guion (también de Linklater) muestra distintas situaciones que reflejan la frágil condición humana. Experiencias, enamoramientos, peleas, juegos, conversaciones… todo siempre alrededor del entorno familiar de Mason, que a pesar de estar roto desde el principio, de algún modo persevera como eje de su vida (como le sucede a casi cualquier persona, por cierto).
Destaca el mérito de los actores, no solo por su compromiso con el proyecto sino por su implicación actoral en esa cotidianidad: los padres de Mason, interpretados por Ethan Hawke (habitual de Linklater) y Patricia Arquette, ambos nominados al Oscar; y pienso que aún más Ellar Coltrane, a quien vemos crecer en pantalla y sostener la fuerte personalidad de un Mason más bien serio, y su hermana en pantalla Lorelei Linklater (hija del director, claro).
Así, el tema de Boyhood es tan amplio como la vida misma, pero bien puede tomarse como una reflexión sobre el paso del tiempo (se hace especial hincapié en detalles culturales de las épocas que vamos recorriendo para reconocerlas; por cierto, impagable la conversación entre Mason y su padre –tan inocente como que se rodó hace varios años– burlándose de una posible secuela de Star Wars). Un Bildungsroman cinematográfico y postmoderno, como fuera Los 400 golpes de Truffaut, que difícilmente se hace ajeno con las excelentes canciones de su banda sonora y esos personajes a los que acompañamos casi tres horas y doce años.
Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor
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