El norte sobre el vacío

Nuestra tierra

Don Reinaldo es dueño de un rancho en una zona árida del norte de México. Es su propiedad, heredada de su padre, donde disfruta ir de cacería con sus hijos y sus nietos, a pesar de que las generaciones han cambiado mucho y sus hijos ven el mundo de un modo distinto a él. Pronto la inseguridad y la violencia que se vive en esa zona del país tocan también a su puerta. El cambio de paradigma viene del principal personaje femenino: Rosa, quien ha trabajado en el rancho desde niña.

Si en Las niñas bien (2018) la directora Alejandra Márquez Abella había reflejado de un modo realista a la clase alta mexicana en los años noventas, en El norte sobre el vacío se alía con el guionista Gabriel Nuncio para retratar a la clase alta del norte del país. Es una narrativa un tanto episódica, donde resaltan los detalles y los momentos que se sienten muy reales —con muy buenas actuaciones que están en ese tono— y donde el conflicto se va intuyendo gracias a la tensión que se construye con la música de Tomás Barreiro, momentos clave que en edición se subrayan repitiéndose, y algunos elementos simbólicos en la trama: los animales, las armas, los paisajes. Sin embargo, el desenlace, aunque rotundo, no entrega del todo la satisfacción emocional que iba construyendo.

Más cercano al western que al subgénero de cine (o series) de narcos, no opta por la violencia ni por el exceso, sino por la tensión en aumento, lo sugerido por encima de lo obvio. Su temática es, finalmente, la familia así como la tierra a la que nos sentimos atados y los mitos fundacionales de nuestra identidad: el protagonista se aferra a su propiedad pero también a su modo de entender el mundo que cambia a su alrededor, tanto en lo interno —su familia, sus empleados, que no viven como él lo esperaba— como externamente: los sicarios que le piden dinero bajo amenaza. De lo mejor es el título, tomado del bíblico libro de Job, de construcción un tanto existencialista pero en definitiva trascendente: Él extiende el norte sobre el vacío, cuelga la tierra sobre nada. Ata las aguas en sus nubes, y las nubes no se rompen debajo de ellas (Job 26: 7-14).

(2022) México
DIRECCIÓN Alejandra Márquez Abella
GUION Gabriel Nuncio y Alejandra Márquez Abella
FOTOGRAFÍA Claudia Becerril Bulos
MÚSICA Tomás Barreiro
REPARTO Gerardo Trejoluna, Paloma Petra, Raúl Briones, Dolores Heredia, Mayra Hermosillo, Francisco Barreiro, Juan Daniel García Treviño

Bardo. Falsa crónica de unas cuantas verdades

El fracaso del éxito

La relevancia del cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu en el panorama cinematográfico internacional actual es indiscutible. Su ópera prima Amores perros es un parteaguas del cine mexicano y una obra aclamada internacionalmente. Siendo el primer mexicano en ser nominado al Oscar a Mejor director, ganaría tres de ellos por Birdman (la película más premiada en 2015) y uno más por dirigir El renacido. Con este su séptimo largometraje, cuyo título ampuloso recuerda directamente al de Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia), vuelve a su país natal pues no había vuelto a hacer una película mexicana desde Amores perros. Con el auspicio de Netflix presenta una obra descaradamente autobiográfica, con algunas proezas poéticas que no terminan de salvar el largo y a ratos aburrido conjunto de ideas y traumas del personaje/director.

El delgado hilo narrativo es la vuelta del periodista y cineasta documentalista Silverio Gama (Daniel Giménez Cacho) a su natal México antes de recibir un importante premio al periodismo en Estados Unidos. El guion introduce un exceso de ideas y adolece de una trama que las incluya a todas. Se habla del vacío que puede sentir alguien admirado y odiado por sus éxitos (un conflicto bastante abstracto y no muy universal), pero también de la actual superficialidad de los medios (a la Don’t Look Up); de la relación histórica entre México y Estados Unidos; de la identidad mexicana y de los mexicanos viviendo al norte de la frontera; de los desaparecidos por la violencia en México; de la militarización de este país, etcétera. Por supuesto están los temas constantes del director, especialmente la paternidad y el hijo perdido.

La dirección de fotografía del veterano iraní Darius Khondji recuerda en mucho al estilo del Chivo Lubezki (quien había hecho la fotografía de las dos últimas películas de Iñárritu) y crea bellas estampas, si bien se siente un poco excesivo el lente gran angular, casi ojo de pez, que deforma los contornos de varias escenas hasta el punto de distraer al espectador. Hay una clara influencia de Roma de Alfonso Cuarón —y no solo por el excelente diseño de producción de Eugenio Caballero en ambas— por ejemplo en los travellings en los que el personaje camina por las calles del centro histórico de la Ciudad de México, o en la defensa del rol de la empleada doméstica: otra de las ideas insertadas de modo inconexo en este tapiz de muchos hilos que es esta cinta, llena también de personajes incidentales. Si en Amores perros Iñárritu hizo la película más chilanga sin mostrar un solo enclave famoso de la capital mexicana, aquí muestra de modo simbólico el Castillo de Chapultepec, el Centro Histórico o los Estudios Churubusco, lugares donde aprovechó para filmar durante la pandemia y que lucen mucho en la cinta.

Con esta película, Iñárritu se acerca más al cine europeo que al más convencional americano. No solo por los momentos metafóricos al estilo de Fellini, ni por los varios desnudos innecesarios, sino porque en vez de la línea aristotélica de construir una historia que lleve al espectador por un viaje emocional a través de una trama, opta por la línea brechtiana de hacer consciente al espectador de que está delante de una obra construida. De ahí la autoconsciencia de la propia película, que interrumpe un diálogo del protagonista con Hernán Cortés para mostrar al equipo grabando «una película de un pinche director bien mamón», o la conversación en que le echan en cara al protagonista que haya hecho un documental «sobre ti mismo» y con una serie de características que en realidad son una autocrítica de la propia película y por tanto sobre el propio director.

El director define esta cinta como una «comedia nostálgica». Efectivamente, si se parece a alguna de sus cintas anteriores es sobre todo a Birdman, aunque no llega a ser muy cómica por más que insista en ello la música socarrona que acompaña a algunas escenas. Su punto de partida es su personal intimidad, como hacen los buenos artistas, pero no alcanza a hacerla universal y ahí falla. Desde luego es más significativa para un público mexicano —lo cual es valiente por parte de un director transnacional como es Iñárritu— pero la gran pregunta es para qué quiso hacer una película así y por qué nosotros querríamos verla. Finalmente, sus mejores momentos están ya en el fabuloso y astuto trailer de la película. A pesar del guion circular que revela un descubrimiento al final, la historia carece de interés y no hay una conexión emocional con los personajes. Pero, eso sí, no hay engaño, la película va de frente y no promete una historia ni un viaje emocional, es solo una falsa crónica de unas cuantas verdades.

(2022) México
DIRECCIÓN Alejandro G. Iñárritu
GUION Alejandro G. Iñárritu y Nicolás Giacobone
FOTOGRAFÍA Darius Khondji
MÚSICA Bryce Dessner y Alejandro G. Iñárritu
REPARTO Daniel Giménez Cacho, Griselda Siciliani, Ximena Lamadrid, Iker Sánchez Solano

Don’t Worry Darling

La vida irreal de la pareja ideal

Un joven matrimonio vive en la felicidad absoluta en su soleada casa de lo que parece Palm Springs, California en los años 50’s. Él sale todas las mañanas a trabajar mientras ella limpia la casa, hace la comida, va de compras y chismea con las vecinas. Solo para esperarlo a él, radiante y ansiosa de amarlo en todos los modos posibles. Por supuesto, esto no puede ser una vida real, menos en una película en nuestra época, donde la protagonista es una mujer y que está también dirigida por una mujer. Pronto se irá desvelando que esta vida aparentemente maravillosa esconde muchos secretos.

La pareja ideal también lo es por los actores de moda en ascenso que eligieron para interpretarlos

En la película, el mundo ideal es paradójicamente atractivo, embellecido por la fotografía de Matthew Libatique y subrayado por la acertada selección musical. La actuación protagónica de Florence Pugh, si bien cumplidora, no está muy lejos de su papel en Midsommar, una cinta más fuerte pero también más exigente y original. Con todo, fue un acierto que la actriz convertida en directora, Olivia Wilde, le diera a la joven Pugh el papel que ella iba a interpretar, quedándose ella con un papel secundario. Cumple también Harry Styles, quien sigue esforzándose por pasar a las grandes ligas de la actuación. Chris Pine está igualmente bien elegido como el líder de la comunidad en que estas esposas viven solo para sus maridos.

Un mundo colorido con un fondo muy oscuro

Con influencias evidentes de The Truman Show, con un toque de Black Mirror y una perspectiva feminista, la cinta es sugerente aunque termina cayendo en ciertos lugares comunes. En películas de este tipo, donde hay un fuerte mensaje que parece estar por encima de contar una historia, la protagonista femenina víctima puede terminar por carecer de dimensiones como personaje y volver así menos atractivo a todo el conjunto, mientras que el patriarcado y sus exponentes son el mal maniqueo. El amor real entre la pareja protagonista parece querer estar por encima de eso, si bien la cinta no lo deja del todo claro, algo que incluso se agradece para no convertirla del todo en un panfleto.

(2022) EE.UU.
DIRECCIÓN Olivia Wilde
GUION Katie Silverman, Carey Van Dyke, Shane Van Dyke
FOTOGRAFÍA Matthew Libatique
MÚSICA John Powell
REPARTO Florence Pugh, Harry Styles, Olivia Wilde, Chris Pine, KiKi Layne, Gemma Chan, Nick Kroll, Sydney Chandler, Kate Berlant

Nope

Filmar lo imposible

El cineasta y comediante Jordan Peele confirma su estilo y su capacidad de sorprender en este su tercer largometraje. Tras dar la sorpresa al saltar a la silla del director con la excelente Get Out (que le valió el Oscar al Mejor guion), no decepcionó con una fórmula similar con Us. En Nope, nuevamente presenta una cinta de suspenso que roza el terror pero que se permite insertar elementos de comedia, con unos protagonistas afroamericanos en una trama impredecible que va sorprendiendo a cada paso. Lo mejor es ver la película sin saber más que esto y en la pantalla más grande posible, pero escribo para quienes ya la vieron o para quienes quieren más referencias.

Jordan Peele eligió a Daniel Kaluuya, el mismo actor protagonista que en su ópera prima Get Out

OJ (Daniel Kaluuya) y Emerald (Keke Palmer) son dos hermanos que, tras la extraña muerte de su padre, intentan sacar adelante su rancho y el negocio de entrenar a los caballos para filmaciones. Pero algo que se esconde en el cielo empieza a perturbar y a desaparecer a los caballos. La cinta se inserta así en el subgénero del cine de extraterrestres, y lo hace de un modo bastante original, alejándose de las representaciones clásicas de alienígenas invasores —como hizo también Arrival— pero en este caso alejándose también de presentarlos como inteligentes aliados. Nope trata de un gran depredador extraterrestre, salvaje, inmenso, terrible y hermoso al mismo tiempo.

La fotografía es brillante tanto en las anaranjadas escenas de día como en las azules de noche

Pero el tema de la película, como lo anuncia la sugerente cita bíblica del arranque, es el espectáculo. Cómo los seres humanos queremos apoderarnos de lo indómito para convertirlo en un espectáculo. Y el riesgo que eso conlleva. Es el mensaje de la impactante anécdota del chimpancé en el set con el que carga el personaje de Ricky «Jupe» Park (Steven Yeun) y que él mismo intenta de nuevo con el fenómeno extraterrestre. La cinta es también un homenaje al cine con múltiples referencias, desde el célebre experimento de Muybridge que antecede el origen del cine (una serie de fotografías de un hombre montando un caballo a galope, que proyectadas con velocidad dan la sensación de movimiento que lo inició todo) hasta la aparición de múltiples formatos y cámaras dentro de la propia historia, pues sus protagonistas se dedican todos al mundo del espectáculo.

Esta secuencia merece pasar a la historia del cine

La cinta es en sí misma asombrosa visualmente, pues la fotografía de Hoyte Van Hoytema logra cosas tan increíbles como que el mismo «monstruo» se esconda, literalmente, en el cielo. Brinda así distintas imágenes icónicas, como el platillo volador chorreando sangre sobre la casa, o el protagonista azuzándolo a caballo rodeado de muñecos de colores de esos que bailan con un generador de aire. Hitchcock, con quien se ha comparado a Jordan Peele como cineasta, estaría orgulloso de cómo han evolucionado secuencias suyas como la del avión en North by Northwest (Con la muerte en los talones), que es imposible no ver como referencia del tercer acto de Nope. El sonido juega también un papel fundamental, tanto por la música de Michael Abels como por el manejo que hace de los silencios. En fin, el título en sí mismo es bastante ocurrente, sin dar demasiadas pistas de una película que es original, desde luego entretenida, y bastante sugerente.

Me quede así

(2022) EE.UU.
DIRECCIÓN Y GUION Jordan Peele
FOTOGRAFÍA Hoyte Van Hoytema
MÚSICA Michael Abels
REPARTO Daniel Kaluuya, Keke Palmer, Brandon Perea, Michael Wincott, Steven Yeun, Keith David

Elvis

La tragedia de un ícono

Varias veces se había planteado el proyecto de hacer una biopic del icónico Rey del Rock and Roll. Finalmente, el reciente éxito de las películas biográficas de Freddy Mercury y de Elton John hizo casi inevitable esta película que tomó entre manos el australiano Baz Luhrmann, director con un estilo muy marcado que firma con Elvis su sexto largometraje. El muy deseado rol protagónico (fueron considerados Harry Styles, Ansel Elgort y Milles Teller) recayó en Austin Butler quien hace el papel de su carrera logrando un gran parecido al Elvis real, incluso cantando en la primera mitad de la cinta, si bien la solera recae en Tom Hanks que, muy maquillado, interpreta al manipulador manager del artista.

El mito de Elvis comenzó con sus bailes, para muchos escandalizantes en esa época

Elvis Presley creció en un barrio de afroamericanos, en una familia unida aunque de pocos recursos, y desde muy joven incursionó en la música country —la más popular en los primeros años 50’s— mezclándola con los ritmos que escuchó en su infancia como el gospel o el blues, eso sí, con mucho ritmo y una transformación en el escenario que volvía locas a las muchachas. Tempranamente fue «descubierto» por el Coronel Tom Parker, un astuto embaucador de circos ambulantes que primero pensó en Elvis como una atracción de feria, hasta que se dio cuenta de lo que tenía entre manos. La película, como era de esperar, glorifica al cantante y demoniza al manager, a la vez que recorre con detalle la carrera de Elvis, mezclándola con los principales cambios sociales de esa época en Estados Unidos como la inconformidad de la comunidad afroamericana (y el asesinato de Martin Luther King) o la liberación sexual y de costumbres de la juventud, y el protagonista es mostrado como un abanderado de ambas causas.

El personaje de Tom Hanks es tanto o más protagonista que el propio Elvis

Como muchas películas biográficas, la cinta es un poco larga pues necesariamente abarca un largo periodo de tiempo. Las fechas son un poco confusas, si bien el estilo del director enfatiza con el montaje algunas constantes en la vida del protagonista: su cercanía con su madre, su afán de autenticidad, su entrega a su público. Visualmente es grandiosa y casi barroca, como suele ser el cine de Baz Luhrmann, con tomas rocambolescas que se apoyan en lo digital, música continua y voces en off y un diseño de producción y de vestuario que es de Oscar. La banda sonora explota, naturalmente, los éxitos del Rey, además de la música orquestal que acompaña las escenas más dramáticas e incluso música de esta década que de modo anacrónico subraya algunos ambientes, como también hizo el director en Moulin Rouge o más recientemente en El Gran Gatsby.

La cinta explica por qué el Rey del Rock se centró en Las Vegas y nunca salió de EE.UU.

Elvis tiene ya su biopic y es una bastante decente, que reivindica su figura como la de muchos artistas que dejaron un legado cultural a pesar de sus complicaciones con la fama y los intereses de quienes los rodean. Es también un espectáculo visual y sonoro que será más atractivo para los interesados en la vida de este ícono de la cultura estadounidense o de la evolución de la sociedad en ese país durante el siglo pasado.

(2022) EE.UU.
DIRECCIÓN Baz Luhrmann
GUION Baz Luhrmann, Jeremy Doner, Sam Bromell, Craig Pearce
FOTOGRAFÍA Mandy Walker
MÚSICA Elliott Wheeler
REPARTO Austin Butler, Tom Hanks, Olivia DeJonge, Richard Roxburgh, Helen Thomson, David Wenham, Kodi Smit-McPhee, Dacre Montgomery

Thor: amor y trueno

Una de dioses

Thor aparece en esta su cuarta película como personaje central, y su octava en el Universo Cinematográfico de Marvel, del que esta es la 29º película (pero ya quién las cuenta). El repunte de su fama se lo debe el arrogante dios del trueno a su cinta anterior, Thor: Ragnarok, en la que se dio un exitoso giro hacia la comedia gracias a Taika Waititi, quien la escribió y dirigió, y que ahora vuelve al frente de la nave. Si Ragnarok fue divertidísima, absurda, brillante —no tenía nada que perder— esta es un poco más floja al intentar conciliar conflictos más profundos y líneas argumentales más serias, pero el toque de Waititi se mantiene y el humor, la acción y el entretenimiento no decaen.

Nadie se resiste a volver al MCU, ni siquiera Natalie Portman

Dejamos al superhéroe, tras la batalla definitiva contra Thanos en Avengers: End Game, gordo y uniéndose a los Guardianes de la Galaxia. En ese punto lo retoman aquí, vacío y sin un propósito claro, lo que vendrá a ser cambiado por el regreso de su ex novia, Jane Foster (Natalie Portman) —convertida ahora en una versión femenina de Thor, tal como había sucedido en los cómics— y por la aparición de un villano que viene dispuesto a eliminar a todos los dioses del universo. La comedia no falta, ya sea en el personaje del arrogante Zeus (un ridiculísimo Russell Crowe con barriga, faldita y un acento extranjero); en el ya conocido Korg que interpreta el propio Waititi; en las cabras que obsequian a Thor (que gritan como las de los videos virales de cabras que gritan) o los cameos de Matt Damon, Melissa McCarthy y Sam Neil. Algunos detalles son muy buenos como la estética fantasiosa ochentera (también evidente en las canciones y en los créditos), el fragmento en blanco y negro, o el papel de los niños asgardianos.

Zeus, por supuesto, rodeado de bellas jóvenes

Se intentan insertar conflictos, como dije, más serios, y es ahí donde la película no termina de cuajar. Jane tiene un cáncer avanzado que es lo que la lleva a buscar salud en Asgard y encuentra su llamado como portadora del mítico martillo Mjölnir. Por su parte, el villano Gorr (interpretado nada menos que por Christian Bale, un camaleón de la pantalla) es un fanático religioso traicionado por sus dioses que, en venganza, decide eliminarlos a todos (con una espada que se lo permite). Irónicamente, en un universo repleto de dioses, se concluye que tener un sentido religioso es de gente ilusa, aunque el mensaje es que la verdadera fuerza es el amor: cómo se entienda eso es otra cosa, pero al menos los valores universales siguen siendo los de los finales felices.

Christian Bale aceptó estar de nuevo en una película de superhéroes por insistencia de sus hijos

(2022) EE.UU.
DIRECCIÓN Taika Waititi
GUION Taika Waititi y Jennifer Kaytin Robinson
FOTOGRAFÍA Barry Idoine
MÚSICA Michael Giacchino y Nami Melumad
REPARTO Chris Hemsworth, Natalie Portman, Christian Bale, Tessa Thompson, Taika Waititi, Russell Crowe

El hoyo en la cerca

Miedo al otro

Una de las características más evidentes y problemáticas de la sociedad mexicana son las diferencias sociales, que han generado en muchos ámbitos un clasismo y racismo profundo y sistémico. El cineasta Joaquín del Paso busca abordar ese tema en su segundo largometraje, El hoyo en la cerca, y lo hace con una trama en la que un grupo de adolescentes mexicanos adinerados acuden a un campamento con cariz religioso en el que los organizadores los inducen a temer al otro —los pobladores de las zonas rurales aledañas al campamento— para así reforzar a la élite y protegerla.

No los típicos niños mexicanos, sí un grupo social muy marcado

El retrato que hace Del Paso es por un lado muy real y por otro muy falso. Es muy real porque se ve que el cineasta conoce ese mundo por experiencia propia y lo retrata a detalle: el modo de relacionarse de adolescentes de esa edad y contexto, el bullying, los insultos al alumno becado (el único moreno, llamativamente distinto al resto), los modos de hablar y de vestir de los profesores, los rezos en común, la labor social que regala prendas en desuso a unos pobres agradecidos. Sin embargo, se siente falso en las motivaciones de los personajes, y en distintas tramas —es una cinta coral— que se pierden sin resolverse. Hay una inquietud constante, muy lograda por la música y porque se intuye que algo anda mal, si bien nunca se desvela ni concluye nada y todo queda en un conjunto de episodios finalmente inconexos.

La amenaza externa es un motivo continuo, tanto narrativa como formalmente

La trama sigue por un lado a uno de los niños que es bueno y quiere ayudar, aunque el sistema y los acontecimientos hacen de él otra víctima. Otro niño que aparentemente sufre algún abuso —la cinta nunca es clara en lo que pasa realmente, una sutileza que se agradece aunque confunde— y decide huir, y será quien tenga un final trágico aunque tampoco explicado. No está claro el punto de vista que se quiere mostrar, si el de los niños o los profesores, el de los niños víctimas o el de los niños hostiles. Y luego todo deviene en un frenesí a lo El señor de las moscas, pero sin haber estado debidamente sembrado. Si bien visualmente tiene una factura excelente, y un tempo adecuado de suspense que intriga y promete, en su afán por denunciar una situación social a toda costa pierde el norte.

Pintados, los niños se sienten guerreros

La crítica está muy clara, con la metáfora un poco tosca del hoyo en la cerca, que representa una grieta hacia la clase privilegiada que quiere aislarse de lo externo y hacerse fuerte. El lugar del campamento se llama Los Pinos, como la residencia presidencial en México hoy asociada a los presidentes «neoliberales», y los niños se apellidan como esos mismos presidentes: Salinas, Peña… La religión se muestra como algo superficial y nocivo, de algún modo misterioso relacionado con el poder y la clase alta. Una frase advierte a la llegada de los alumnos: “Todo lo que no te lleva a Dios es un estorbo –arrójalo y tíralo”. Si bien nunca queda claro cómo es que eso, igual que los rezos colectivos (supuestamente el rosario y la Misa) conectan con el mensaje de poder y elitismo que se muestra como evidente, al menos para los profesores. Claramente Joaquín Del Paso —quien sale en la película como el papá de uno de los campamentistas, que a su vez asistió de joven— fue uno de esos niños, que ahora quiere denunciar esos ambientes, pero que tampoco entiende la motivación, buena o mala, de sus personajes (los profesores en este caso) y los muestra incomprensibles y extraños.

Los profesores, casi todos extranjeros, personajes malvados sin motivación clara

Un problema clásico de algunos guiones es que el objetivo de plasmar un mensaje sea más fuerte que la necesidad de contar una historia concreta. Así sucede aquí y además cabe preguntarse que si esta denuncia quiere señalar algo, a quién se lo está señalando. No parece que a las clases desfavorecidas, que no figuran en la película (el personaje del «becado» es otro que parece que se va a desarrollar… y no). Tampoco a estas élites católicas, porque no hay hacia dónde reflexionar, no hay catarsis ni personajes que aprendan algo para que lo aprenda el público con ellos. En ese sentido, cae en el mismo error que Nuevo Orden, de Michel Franco, con la que tiene varias similitudes en su supuesta denuncia social. Parece pues que el objetivo es generar odio y miedo sin mayores reflexiones ni explicaciones. Si esa es la propuesta, tanto social como artísticamente, no convence en lo absoluto.

(2021) México-Polonia
DIRECCIÓN Joaquín del Paso
GUION Lucy Pawlak y Joaquín del Paso
FOTOGRAFÍA Alfonso Herrera Salcedo
MÚSICA Kyle Dixon y Michael Stein
REPARTO Enrique Lascurain, Jacek Poniedzialek, Lucciano Kurti, Valeria Lamm, Yubáh Ortega Iker Fernández, Erik David Walker, Raúl Vasconcelos, Takahiro Murokawa

Todo en todas partes al mismo tiempo

Lo que queremos ver en un cine (o donde sea)

Las grandes películas son entretenidas pero a la vez profundas. Específicas pero universales. Así, con buena dosis de originalidad y sátira, es este segundo largometraje de los Daniels, Daniel Kwan y Daniel Scheinert, cineastas autodidactas que experimentaron mucho con los géneros breves de videoclip y cortometraje —lo cual es el mejor modo de aprender— antes de sorprender en 2016 con Swiss Army Man, que reseñamos en esta página. Esta vez mantienen su gran atractivo visual con una trama que mezcla, de un modo original, los que por otro lado son los principales temas que vemos en cine últimamente: un conflicto generacional intrafamiliar y, claro, el multiverso. Con ello logran la mejor película del año hasta ahora.

Un cine que se exige en innovar visualmente

La trama sigue a unos personajes muy normales y aparentemente poco proclives a aventuras cinematográficas: una familia china inmigrante en Estados Unidos que debe poner en orden las facturas de su negocio de lavandería. La protagonista es Evelyn, la madre, a quien se le revela la existencia del multiverso —una variedad de universos en los que otras versiones de ella misma viven variaciones de su vida si hubiera tomado decisiones distintas— y la necesidad de que ella adopte habilidades de esas otras versiones para salvar al multiverso. A partir de ahí se explota la acción, la comedia y las muchas referencias cinematográficas, unas más obvias (Matrix o 2001: Odisea del Espacio), otras menos (Paprika); unas más dramáticas (el cine de Won Kar-Wai en general) y otras de risa loca (Ratatouille).

El multiverso abre muchas posibilidades de diseño de producción y de vestuario

El de los Daniels se ha catalogado como cine maximalista (corriente reaccionaria al minimalismo) y ciertamente lo es. El excelente diseño de producción de Jason Kisvarday carga todo de detalles, hace de cada rincón un lugar especial y un manjar a los ojos en su cotidianidad, lo cual es recogido en cada universo por la cámara de Larkin Seiple. Muy destacables son los efectos especiales, característicos de los Daniels por su plasticidad y su realismo visual a la vez que absurdo: trabajan con un equipo de solo cinco personas que llevan a cabo todo los efectos, la mayoría de ellos no generados con computadora sino hechos con trucos reales y juegos de cámara.

El reparto más sorprendente, por inesperado

El reparto también fue un riesgo, y uno que se agradece mucho. Michelle Yeoh es una estrella, pero no una que esperábamos que a sus 60 años hiciera una cinta donde fuera una heroína de acción. Desde luego esto es un nuevo pico, quizá el más alto, de su carrera. Ke Huy Quan, actor infantil en Los Goonies, desde entonces desaparecido y convertido en experto en secuencias de acción, recibe la oportunidad de su vida al interpretar al inútil pero noble Waymond, el esposo de Evelyn. Stephanie Hsu se luce con el rol de la hija, con el giro más sorprendente, y el veterano James Hong también cumple a la maravilla. Ahora bien, ver a Jamie Lee Curtis como una fastidiosa burócrata capaz de convertirse en luchadora ya es más de lo que podíamos pedir.

Cuando crees que lo has visto todo. Una pelea entre las sesentonas Jamie Lee Curtis y Michelle Yeoh

No hay duda de que quienes hicieron esta película lo pasaron muy bien haciéndola. Y uno lo pasa muy bien viéndola. Escuchar las risas o contener el aliento en una sala de cine es una experiencia colectiva por la que el cine debe existir, y por suerte aún hay cintas que lo brindan. La productora A24 sigue apostando por cine muy original y en este caso su éxito se vio confirmado en taquilla, ya se verá si en premios. La cinta también es muy clásica en su estructura (por algo funciona) y entre tanta violencia y complejidad cósmica (es una metáfora de nuestras mentes digitales tras internet, según afirman los directores) porta también varios valiosos mensajes. Por ejemplo: «Sé amable, especialmente cuando no sepas qué esta ocurriendo».

(2022) EE.UU.
DIRECCIÓN Y GUION Daniel Kwan y Daniel Scheinert
FOTOGRAFÍA Larkin Seiple
MÚSICA Son Lux: Rafiq Bhatia, Ian Chang, y Ryan Lott
REPARTO Michelle Yeoh, Ke Huy Quan, Stephanie Hsu, Jamie Lee Curtis, James Hong

Lightyear

Pereza infinita… y más allá

En la ya familiar falta de apuesta por planteamientos originales por parte de la casa Disney, ahora el spin-off le tocó a Toy Story nada menos que con la que se pretende haya sido la película original en la que se inspiró el juguete del astronauta Buzz Lightyear. Se trata de una producción de Disney con Pixar, lo que en tiempos de John Lasseter significaba una altísima calidad en la animación y en el guion. Y ciertamente la animación cada vez es más impresionante —algo que se agradece y no hay que dar por supuesto— pero la historia y los personajes de Lightyear son más oscuros y con un conflicto menos atractivo, y no se diga para un público infantil a quien se supone que va dirigida la cinta especialmente (Andy incluido).

El diseño visual del personaje es, eso sí, impecable

Y es que el conflicto inicial del obsesivo guardián espacial Buzz Lightyear es conseguir la fusión cristálica para lograr la hipervelocidad que permita a una colonia humana abandonar un planeta hostil. Exacto, pero hay más. Tan solo en el primer acto de la película transcurren 84 años (hice mis cuentas) mismos en los que Buzz no envejece más que unos días puesto que se encuentra haciendo continuos intentos viajes jugando con la velocidad, con una necedad cósmica que deja perplejo. Soy de letras, pero a mí me costó entender la física del asunto, espero que a los niños no tanto. Como su contraparte en juguete, el protagonista está obsesionado con hacer las cosas bien y cumplir su misión, con una personalidad parecida a la del envarado Capitán América interpretado en incontables películas por Chris Evans, que aquí da voz a Lightyear.

Alisha Hawthorne vive su vida, envejece y muere en los primeros 30 minutos

Y para que este conflicto funcione hay que empatizar con la antigua compañera de Buzz, la comandante Alisha Hawthorne, quien ni siquiera le importó lo suficiente al protagonista como para calcular que con un par de sus viajes supersónicos ya no la iba a alcanzar con vida, como pasó. En el ínter, la buena mujer se casó, tuvo un hijo (de quien no sabemos quién es el padre, lo cual no es importante para la trama, sí lo es que se casa con una mujer y supongo que embarazarse en un supuesto así también lo hace posible la fusión cristálica o algo de eso). Ese hijo a su vez tuvo una hija que, ya mayor, será la compañera de Buzz el resto del filme. El resto del «equipo» está conformado por dos de los personajes menos atractivos que ha hecho Pixar, una anciana ex convicta y un hombre de quien lo único que conocemos es su torpeza supina, y que básicamente son calcos en animación de los actores que les dan voz, Dale Soules y Taika Waititi, respectivamente (busque usted sus fotos en internet si no los conoce y compruébelo). El conjunto solo lo salva el gato robot Sox, un adorable droide de comentarios cerebrales y lleno de convenientes deus ex machina que es el único que aporta algo a la misión más allá de buenos sentimientos.

El escuadrón al completo

La continua acción puede ser entretenida, así como algunos guiños simpáticos al personaje en la original Toy Story, pero tanto el escenario como los conflictos son oscuros y un tanto complejos, más propios de un público adulto, con resonancias de Interestellar y de Gravity. Un Buzz que no se resigna a que ya es muy tarde para salvar a una comunidad que ya no quiere ser salvada porque lleva tres generaciones viviendo en ese planeta gris, horrible, lleno de insectos y plantas asesinas. La revelación del conflicto principal y del villano ya ni la cuento, pero sí es más digna de psicoanálisis que de una gesta heroica espacial. Incluso visualmente todo es gris, todo es oscuro.

Increíbles diseños de naves y equipo espacial, a caballo entre los juguetes y la ciencia ficción

Disney dirá que el fracaso de esta cinta (se dio un batacazo en taquilla y es la cinta de Pixar peor evaluada en IMDB) se debe a la polémica por incluir a una familia LGBT. Desde luego no fue la mejor estrategia con un asunto que no aportaba nada a la historia y que hizo que la cinta incluso se prohibiera en varios países de Asia, pero en fin, supongo que la ideología va primero. No creo que Andy hubiera visto esta cinta en 1995, ni que le hubiera gustado y menos que hubiera pedido en su cumpleaños el juguete. El famoso beso, de verdad que es lo de menos.

(2022) EE.UU.
DIRECCIÓN Angus MacLane
GUION Angus MacLane, Matthew Aldrich, Jason Headley
MÚSICA Michael Giacchino
REPARTO (voces) Chris Evans, Keke Palmer, Peter Sohn, Taika Waititi, Dale Soules, James Brolin, Uzo Aduba

El milagro del Padre Stu

Encontrando el rumbo

Esta película cuenta la historia real de Stuart Long, un hombre apasionado que pasó del boxeo amateur a la actuación amateur para luego convertirse al catolicismo para poder salir con una chica católica y finalmente decidirse a ser sacerdote católico antes de padecer una grave enfermedad. Desde luego una vida interesante, pero llena de retos para ser llevada a la pantalla. Por un lado, por la cantidad de cosas que pasaron en la vida de este hombre, difíciles de condensar de un modo fluido en un largometraje de dos horas; por otro lado, la centralidad de un conflicto espiritual, siempre difícil de contar con imágenes; por no obviar que puede convertirse en una «película católica», que busque convencer de un mensaje más que contar una historia. Pero una serie de buenas decisiones la hace salir airosa de todos esos escollos.

La simpatía de Mark Whalberg se gana a la audiencia desde el inicio

La cinta es el primer largometraje de Rosalind Ross, quien lo escribe y lo dirige. Sin quitarle mérito, Ross es la actual pareja de Mel Gibson, quien también figura en la cinta y además de ser un gran actor (uno de los más grandes hace un par de décadas) se ha convertido en una de las figuras católicas más importantes de Hollywood (entre otras famas no positivas). Otra figura similar es Mark Wahlberg, un actor católico que no necesariamente se involucra en proyectos de esta temática, pero que en este caso se metió hasta las cejas: es también productor de la cinta, que terminó por solventar desde su bolsillo, y al protagonizarla es sin duda el principal gancho y, todo sea dicho, la principal virtud de la cinta. A pesar de esta clara intención positiva (y del pésimo título que se le puso en español), no es una película «católica» o moralizante, los personajes no son ejemplares, dicen malas palabras, hay mucho humor también con los asuntos religiosos y eso junto con la historia y la excelente selección de música country ayudan a hacerla una buena película y muy normal (amén de la sobreabundancia de planos cerrados de los personajes, una decisión de fotografía que llega a ser cansada).

El fracaso de la figura paterna del protagonista es uno de los temas centrales de la cinta

Mark Wahlberg demuestra el tremendo actor que es a varios registros en una película que gira en torno a él y se lo pone en bandeja, y que bien le valdría una nominación al Oscar si no fuera por la temática de esta película tan poco afín a los gustos de la Academia. Mel Gibson y Jacki Weaver también están a la altura de sus trayectorias como los padres de Stu, ateos, separados y extrañadísimos de la decisión de su hijo. La mexicana Teresa Ruiz aguanta el tipo en un reparto de esta altura que hasta incluye al ícono del cine Malcolm McDowell como el rector del seminario. En fin, un buen ejemplo de cómo se puede hacer cine que aborde estos temas sin ser mojigato, siendo entreteniendo y con personalidad, con la historia potente de un hombre que también encontró su rumbo con Dios sin perder su personalidad.

La película resalta la «buena taquilla» de un sacerdote sincero y simpático

(2022) EE.UU.
DIRECCIÓN Y GUION Rosalind Ross
FOTOGRAFÍA Jacques Jouffret
MÚSICA Dickon Hinchliffe
REPARTO Mark Wahlberg, Mel Gibson, Jacki Weaver, Teresa Ruiz, Malcolm McDowell