(2008) EE.UU.
DIRECCIÓN Andrew Stanton
GUION Andrew Stanton, Pete Docter
MÚSICA Thomas Newman
Cine del bueno… y de robots
El nombre de Pixar se ha convertido en sinónimo de éxito. Estos señores revolucionan constantemente las técnicas de animación sin olvidar —y aquí está la clave de su buen hacer— que sin una buena historia no van a ninguna parte. WALL-E (2008) no es la excepción, al contrario: de la mano de Andrew Stanton —uno de los hombres fuertes de Pixar, director de Buscando a Nemo, por nombrar uno de sus varios méritos en la casa— se arriesga aún más, basando toda una película en la relación de dos robots que, atención, no hablan. Y funciona.
Es el año 2800 aproximadamente. En la Tierra, convertida en un enorme vertedero de basura, lo único que se mueve es un pequeño robot que prosigue incansablemente sus improductivas tareas de limpieza. Pero basta este planteamiento para tocar el corazón del espectador: el robot Wall-E tiene sentimientos, una divertidísima personalidad —es un buenazo con mala suerte— y… está solo. La llegada de Eva, una robot con un diseño muy Mac enviada por los humanos para buscar condiciones de vida en la Tierra, y el consiguiente encuentro de Wall-E con lo que queda de la humanidad no harán más que sumar interés a esta historia.
Y así, con casi media película sin diálogos, un mensaje ecológico en absoluto ñoño y una directa crítica al consumismo —los humanos que quedan son gordos, no andan y miran una pantalla personal todo el día— WALL-E se convierte en un clásico por muchas razones. No solamente entretiene, sino que apunta también a esas cosas importantes en la vida: “No quiero sobrevivir, dice el gordo capitán de los humanos despertado de su letargo, ¡quiero vivir!”. Un acierto más de quienes nos recuerdan que el buen cine y los valores universales siguen siendo buenos amigos y lo serán inseparables.
Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor