Guerra civil

La hora del periodismo

En un futuro no muy lejano —o un presente alternativo— Estados Unidos está hundido en una guerra civil. Texas y California (dos de las dos economías más grandes del mundo por sí mismos, si bien en la realidad opuestos políticamente) se han aliado en contra del Presidente, quien ha asumido un anticonstitucional tercer periodo de gobierno y ha empleado al ejército contra la población civil rebelde. Esta es la premisa que plantea la nueva película del británico Alex Garland (28 Days Later, Ex Machina), a partir de la cual construye su trama: un grupo de periodistas emprenden un viaje en carretera, lleno de peligros, con el fin de llegar a Washington DC y entrevistar al presidente.

En tiempos de alta polarización, curiosamente —o más bien, deliberadamente— Garland no se centra en las muchas diferencias ideológicas y políticas que existen actualmente en Estados Unidos de cara a su ficticia guerra civil. Más bien plantea un escenario de tono antibélico que se centra en los enfrentamientos militares (secuencias de acción que aturden) y en el viaje de sus personajes, tanto externo como interno. Así, es una road movie, y se parece más por ejemplo a Children of Men (Alfonso Cuarón, 2006) que a Olympus Has Fallen (Antoine Fuqua, 2013) u otras películas bélicas más propiamente de acción. Finalmente, es una película de la productora A24, más bien vanguardista y de sabor independiente.

Así, en una película que no trasciende por la guerra como tal (su representación o sus motivos), lo que trasciende es una bonita sorpresa: la importancia del periodismo. Los protagonistas son periodistas de guerra y el guion se detiene en sus dilemas éticos, los desafíos de su profesión, su perfil psicológico y profesional. El reparto está muy bien en ese sentido. Kirsten Dunst marca una interpretación de una mujer profesional madura que la sigue validando como una gran actriz y no sólo un rostro popular. Cailee Spaeny es su contraparte, una jovencita sin experiencia pero pasión por la profesión. El brasileño Wagner Moura es el compañero periodista audaz y amante de la adrenalina y Stephen McKinley Henderson el veterano. Con todo, la escena más poderosa se la roba Jesse Plemons, pareja de Dunst en la vida real quien lo convenció de aparecer en esa escena, y que ni siquiera figura en los créditos. Nick Offerman interpreta al presidente, con pocos minutos en pantalla: que el presidente de los Estados Unidos sea aquí el villano y no el héroe a rescatar es sin duda una herencia de la figura de Donald Trump. Si la cinta de Garland no es sorprendente como cine bélico, y es casi ingenua al obviar los verdaderos motivos de división de la sociedad estadounidense hoy, es digna de ponerse en las escuelas de periodismo para estudiar ese aspecto heroico de la profesión: arriesgar la vida para informar. «No nos toca juzgar, eso le corresponderá a cada espectador que vea nuestro trabajo».

(2024) Estados Unidos
DIRECCIÓN Y GUION Alex Garland
FOTOGRAFÍA Rob Hardy
MÚSICA Geoff Barrow y Ben Salisbury
REPARTO Kirsten Dunst, Wagner Moura, Cailee Spaeny, Stephen McKinley Henderson, Nick Offerman, Jesse Plemons

Zona de Interés

Lo que no se ve

El cine es un arte propio. Ahora bien, puede contar historias de modos menos cinematográficos, basándose en el diálogo, o sólo en las acciones como si fuera teatro filmado. O bien, puede aprovechar al máximo los recursos propiamente cinematográficos: el montaje, la imagen, el sonido. Esto es lo que hace magistralmente esta película del británico Jonathan Glazer, que muestra la vida de Rudolf Hoss, Comandante en jefe del campo de Auschwitz, y su familia en su casa aledaña al campo de exterminio. La película parte de que las circunstancias de ese terrible momento histórico son bien conocidas por el público —en gran parte también por el cine que se ha hecho sobre el Holocausto— y se centra en la vida «normal», terrible en su contraste, de la familia de Hoss. Es un ejemplo elocuente de lo que Hannah Arendt llamó la «banalidad del mal», gente aparentemente normal haciendo o permitiendo cosas terribles: Hoss en reuniones de trabajo hablando de cómo hacer más eficaz el exterminio; su esposa Hedwig (excelente Sandra Hüller, nominada al Oscar este año por Anatomía de una caída) repartiéndose con sus amigas los objetos recuperados de la gente exterminada; o sus hijos coleccionando dientes de oro de los restos humanos. Solamente el perro de la familia parece ser consciente de los horrores que están sucediendo, inquieto constantemente, parece ser como la conciencia que esa familia no tiene, o no puede tener.

Glazer parte de la novela homónima escrita por Martin Amis en 2015, pero sólo tangencialmente. En la novela, Hoss (con otro nombre) es sólo uno de los tres personajes principales; otro es un nazi que lleva una fábrica en Auschwitz y se enamora de la esposa del comandante, y el tercero es un judío obligado a trabajar levantando cadáveres. Siempre a partir de la perspectiva nazi, y manteniendo el significativo título —la zona de interés era el nombre del área de Auschwitz para el régimen, con todo lo que eso implica— la película se centra en la familia Hoss y en su vida paralela a lo que ocurre en el campo de exterminio. En ese sentido, es más importante lo que no se ve, pero sabemos que está sucediendo. Para acentuar esto, Glazer adaptó la locación en que filmaron —situada en la misma zona cercana a Auschwitz, algo significativo para quienes realizan la película, si bien no pudo ser en la casa que fue de los Hoss pues es un espacio de exposición— y colocó las cámaras ocultas (no hay iluminación más que la natural y la de la propia casa), de forma que los actores pudieran recrear una cotidianidad como si estuvieran viviendo su vida, no filmando. Los diálogos, en alemán, tampoco son muy relevantes por lo mismo. No va tanto en ellos lo que se quiere transmitir.

Lo que sí es importante, fundamental, es el sonido. Éste cuenta una historia muy distinta a la que se ve en pantalla. El matrimonio conversa en la cama de noche tranquilamente. Pero de fondo se oyen motores, disparos, gritos… El sonido es más importante en la película que la imagen. Una banda sonora que más que musical a veces se siente sólo hecha de sonidos experimentales. Una especie de alarma con lo que parece un fagot lento y rítmico es el leitmotiv musical, que aparece continuamente. La pista musical que acompaña los créditos finales es en sí misma aterradora. Aunque no todo es el terror: en otra ocasión, un poema de uno de los prisioneros es transmitido con subtítulos, su sonido recreado con las teclas de un piano. Así, la película se toma también algunas licencias cercanas al cine experimental, siempre en función de su objetivo. Al inicio hay casi 3 minutos —se sienten eternos— de pantalla en negro, sólo con la música. En otro momento, del plano detalle de una flor se parte a un rojo intenso que inunda la pantalla, acompañado de un sonido frenético. Pasarán a la historia los planos de una subtrama, la de una niña polaca que escondía manzanas para los prisioneros —una anécdota real que le contó esa niña, ahora anciana, al director— y que fueron grabados con cámara infrarroja, de forma que pudiera ser recogida en la oscuridad sin luz artificial, como quisieron filmar Glazer y el director de fotografía, el polaco Lukazs Zalás (Ida, Guerra fría). El efecto es sobrecogedor. Y bueno, el final guarda una desconcertante e interesante propuesta.

Alguna vez dijo Theodor Adorno que no se podía escribir poesía después de Auschwitz. La hoy bien conocida historia de los campos de exterminio no deja de impresionar por lo terrible que puede llegar a ser la maldad humana. Y cuando el encuentro con el mal no permite la poesía, ni pide una nueva representación del horror que acabe por banalizarlo, entonces el arte —el cine en este caso— encuentra otros modos de contar lo indecible. Y sí, de hacer poesía, hacer arte con los elementos cinematográficos que nos hagan conscientes de lo peor.

(2023) Reino Unido
DIRECCIÓN Jonathan Glazer
GUION Jonathan Glazer basado en el libro de Martin Amis
FOTOGRAFÍA Lukazs Zal
MÚSICA Mica Levi
REPARTO Christian Friedel, Sandra Hüller, Imogen Kogge, Max Beck, Ralph Herforth

American Fiction

Hipocresía cultural

Thelonious «Monk» Ellison (Jeffrey Wright) es un escritor y profesor universitario frustrado por no haber publicado en los últimos años. Siendo él mismo un afroamericano culto y acomodado, siente rechazo por la literatura que presenta a los afroamericanos de un modo estereotípico: violentos, malhablados, vinculados a la pobreza y a la vida callejera. Para burlarse, decide escribir con un pseudónimo una parodia en ese sentido, la cual para su sorpresa se convierte en un éxito de ventas. Mientras tanto, el Alzheimer de su madre y la vida caótica de su hermano recién «salido del clóset» (Sterling K. Brown) van cerrando el cerco a su alrededor.

El guionista televisivo Cord Jefferson (The Good Place, Watchmen) se pone por primera vez tras la cámara con un largometraje escrito por él mismo a partir de un libro. La película es divertida y entretenida, acompañada por la banda sonora de jazz ligero de Laura Karpman. Está sostenida en el personaje que interpreta Jeffrey Wright, un actor estupendo con una voz genial que ha sido muy desaprovechado hasta ahora, sólo con algunos papeles secundarios. El guion mezcla la atractiva intriga del conflicto del personaje principal, dudoso en hacer dinero con lo que él quiere criticar, con el drama familiar menos atractivo pero que logra encajar y conseguir que la historia sea más profunda y más humana.

Ahora bien, lo más valioso de esta película es su crítica social. El racismo es sin duda el gran trauma social estadounidense. Y esta película es valiente en su sátira del mundo cultural en Estados Unidos, tan hipócrita en lo que a corrección política se refiere, donde el público blanco busca ser condescendiente sin renunciar a una visión racista de fondo, asignando estereotipos. En ese sentido, su planteamiento es parecido a Get Out —aunque ahí se hace desde el terror con maestría— o a la aún no estrenada The American Society of Magical Negroes. En su tono y su crítica a la sociedad contemporánea superficial recuerda más a Don’t Look Up. El final puede considerarse ingenioso y muy «meta» —para lo que ganar el Oscar a Mejor guion adaptado ha sido la vuelta de tuerca final— o una salida fácil por no encontrar algo redondo. Ustedes decidan.

(2023) EE.UU.
DIRECCIÓN Cord Jefferson
GUION Cord Jefferson basado en la novela de Percival Everett
FOTOGRAFÍA Cristina Dunlap
MÚSICA Laura Karpman
REPARTO Jeffrey Wright, Sterling K. Brown, Erika Alexander, John Ortiz, Tracee Ellis Ross, Leslie Uggams, Adam Brody

Dune: Parte Dos

El poder del mito

Habíamos dejado a Paul Atreides (Timothée Chalamet), el hijo del Duque asesinado, y a su madre Jessica (Rebecca Ferguson) escondidos con la tribu de los Fremen en el desierto profundo del planeta Arrakis. Ahí Paul se enamora de la joven Chani (Zendaya), a la vez que los líderes Fremen empiezan a reconocer en él la leyenda del mesías que les fue prometido. Mientras tanto, los malvados Harkonnen buscan retomar el control del planeta, rico por ser el principal recurso de la especia (la materia prima que permite el funcionamiento de este universo ficticio), todo bajo el frío cálculo del Emperador (Christopher Walken) que, junto a su sabia hija, la princesa Irulan (Florence Pugh), observan desde lejos los acontecimientos. Pronto el liderazgo de Paul lo probará frente a los Fremen mientras se convierte en una amenaza para los Harkonnen y para el propio Emperador.

Esperada continuación de la épica de ciencia ficción que promete marcar esta década. Como expliqué en mi crítica de la primera parte, el director Denis Villeneuve hace honor y está a la altura cinematográfica de este clásico literario. Al igual que en el libro, al que es bastante fiel, en esta segunda parte suceden más cosas, si bien sus tres horas se sienten un poco desbalanceadas: la primera hora es un poco lenta y algo repetitiva, y en la última media hora suceden demasiadas cosas, algunas muy relevantes. Esa última parte es adrenalina pura y no tiene desperdicio. Por lo demás, hay una continuidad con la gran construcción visual y sonora de la primera parte. Destaca la escena del coliseo Harkonnen bajo el «sol negro»: en un blanco y negro filmado en infrarrojo vanguardista, los planos de las masas fanáticas recuerdan a las juventudes nazis de El triunfo de la voluntad (1935) de Leni Riefenstahl.

La película retrasó su estreno de noviembre del 2023 a marzo del 2024 por la huelga de actores, para que su reparto multiestelar pudiera participar en la gira, y vaya que ese elenco es parte importante de su apuesta. Timothée Chalamet y Zendaya son material de mercadotecnia perfecto, y hacen un trabajo aceptable en el centro de la trama. Adiciones a esta segunda parte son Austin Butler como Feyd-Rautha, némesis Harkonnen del protagonista, quien encarna con maestría el perfil psicópata del villano; Florence Pugh como la princesa Irulan, de escaso tiempo en pantalla pero que consigue la gravitas de su personaje (central en el juego de intertextualidades de la novela); y Christopher Walken, que no termina de aportar la fuerza necesaria al rol del Emperador, sea por sus 80 años o por el diseño de vestuario minimalista que en su caso no favoreció la autoridad de su personaje, sino que parece un anciano en bata de hospital. En las acertadas actualizaciones de la adaptación, el personaje del Conde Fenring pasa a ser femenino en la película, interpretado por Lea Seydoux, y hasta Anya Taylor-Joy tiene una aparición relevante.

En fin, si decíamos que el problema de Dune era atraer al público con una historia con muchos lugares comunes, el problema de esta segunda parte —y del potencial de Dune como saga— será la complejidad político-religiosa de su trama frente al heroísmo clásico al que Hollywood nos tiene acostumbrados. Paul Atreides no es el héroe convencional que a su pesar salva al mundo. Paul Usul Muad’Dib es un mesías construido socialmente durante generaciones, que aprovechará ese capital político. Y eso no es fácil para que sea un personaje empático. La cinta subraya cierto rechazo inicial del personaje (como manda «El viaje del héroe») pero pronto eso queda relegado al personaje de Chani. En efecto, parte de la actualización de la historia es mostrar a ciertos jóvenes Fremen —Chani entre ellos— como incrédulos de la leyenda del mesías, frente al fanatismo ridículo del líder Fremen Stilgar (Javier Bardem), algo que no venía en la novela. Paul se transforma, a su pesar e instigado por su madre, en el Mesías de Dune. Así se llama el siguiente libro. De la mano de Villeneuve, seguro vamos para allá.

(2024) EE.UU.
DIRECCIÓN Denis Villeneuve
GUION Denis Villeneuve y Jon Spaihts basados en la novela de Frank Herbert
FOTOGRAFÍA Greig Fraser
MÚSICA Hans Zimmer
REPARTO Timothée Chalamet, Zendaya, Rebecca Ferguson, Florence Pugh, Christopher Walken, Stellan Skarsgård, Austin Butler, Dave Bautista, Javier Bardem, Josh Brolin, Charlotte Rampling, Lea Seydoux

Robot Dreams

El núcleo de la amistad

«La amistad es innecesaria, como la filosofía, como el arte…
No tiene valor de supervivencia; sino que es una de esas cosas
que le dan valor a la supervivencia.»
C. S. Lewis, Los cuatro amores

Esto es muy extraño. Una película de animación española, sin diálogos, situada en Nueva York antes del 9-11. La dirige un artista de elecciones peculiares, Pablo Berger, quien sorprendió en 2012 con su versión de cine mudo de una Blancanieves en la España torera. La protagoniza un perro que vive como cualquier otro ciudadano neoyorkino. Y es la historia de su amistad con un robot que compra y le llega por mensajería. Los dibujos son sencillos, los colores diáfanos. Y pues, viene a ser un pequeño milagro. Un relato divertido y profundo sobre la amistad, la soledad, la vida moderna, la inseguridad, nuestras relaciones con otros. En fin, una merecidísima nominación al Oscar a Mejor película animada.

Berger adapta la novela gráfica de Sara Varon. Ciertamente era ambicioso construir todo un largometraje, y así hay muchos fragmentos meramente episódicos, si bien divertidos, y todos contribuyen a la trama. El mérito es lograrlo sin que sepamos casi nada de estos personajes. Y que sea un poco absurdo incluso. En fin, como las buenas alegorías, cuanto más sencilla mejor. Ayuda mucho la bella música original de Alfonso de Villalonga, así como el leitmotiv de September de Earth, Wind & Fire. Hay, en fin, una notable crítica a la sociedad contemporánea: no deja de ser sospechoso que su amigo sea fabricado y entregado en su puerta. En la época del streaming, hay que darle la oportunidad, pues lo mejor llega al final, aunque tenga algunos fragmentos a la mitad que no se sepa bien a dónde van.

(2023) España
DIRECCIÓN Pablo Berger
GUION Pablo Berger basado en la novela gráfica de Sara Varon
MÚSICA Alfonso de Villalonga

Días perfectos

Una existencia contemplativa

La vida moderna va muy rápido. Hay demasiados estímulos. Pantallas, notificaciones, llamadas perdidas. Los días se llenan de reuniones, gestiones, compromisos. La semana transcurre frenética y nos arroja al fin de semana, en el que se buscan estímulos fuertes para justificar el agotamiento de la semana. No está claro a dónde se va, pero lo que sí es que se va a toda velocidad hacia allá. A veces dan ganas de desconectar de todo y llevar una vida simplemente más sencilla. Con una rutina clara. Sin sobresaltos. Eso es lo que parece haber decidido el protagonista de Días perfectos, a quien ya lo conocemos así, limpiando los sofisticados baños públicos de Tokio, con una actitud metódica, sonriente, mientras disfruta de lo cotidiano: la luz del sol pasando a través de las hojas de los árboles, o los casetes con éxitos del rock de los 60’s y los 70’s.

El sorprendente cineasta alemán Wim Wenders entrega una película preciosa, de producción japonesa. La carrera de Wenders salta con facilidad del documental a la ficción. Sus tres nominaciones al Oscar han sido por sus documentales, si bien es famoso por joyas cinematográficas de culto como Paris, Texas o Wings of Desire. Antes de esta película hizo un sincero y muy positivo documental sobre el Papa Francisco. Y ahora, por qué no, se lleva a su director de fotografía a Japón, a filmar esta historia co-escrita con un guionista japonés. Y firma una de las películas más hermosas, en su mismo estilo. Aquí no hay actos, ni un protagonista que busque un objetivo. Nada de fórmulas hollywoodescas. Lo que hay es un ritmo propio que va sumergiendo al espectador en la vida del protagonista. A algunos les parecerá lento. Y tendrán razón, afortunadamente.

Sin afán de simplificarla (si bien es simple, en el sentido más positivo del término) pero como guía, podemos decir que se sostiene en dos puntos principales: la música y la actuación. El soundtrack es una excelente selección atribuida a las cintas de casete del protagonista: Lou Reed, Nina Simone o los Rolling Stones acompañan al protagonista, y nos acompañan a nosotros. En cuanto a actuación, la película recae entera en la estrella japonesa Koji Yakusho (quizá conocido para el público occidental por su papel en Babel de Alejandro G. Iñárritu) quien hace una interpretación entrañable, de esas que se dicen que son «la mejor de su carrera». Prácticamente sin diálogos, como reclama la naturaleza de su personaje, pero con un rostro que transmite expresión en todo momento. Su plano final merece pasar a la Historia del cine.

(2023) Japón
DIRECCIÓN Wim Wenders
GUION Wim Wenders & Takuma Takasaki
FOTOGRAFÍA Franz Lustig
REPARTO Koji Yakusho, Tokio Emoto, Arisa Nakano, Sayuri Ishikawa

Pobres criaturas

La buena salvaje

Para este siguiente truco, el sugerente director griego Yorgos Lanthimos (La langosta, La favorita) entrega una adaptación muy suya de la novela homónima. Situada en la Inglaterra victoriana, es la historia de Bella Baxter (Emma Stone), una mujer devuelta a la vida con un cerebro nuevo, como un experimento y creación del Dr Godwin Baxter (Willem Dafoe). Rápidamente Bella vivirá distintas etapas de su desarrollo, primero aprendiendo a hablar en un entorno seguro junto a su creador, para después tener un despertar sexual y una aventura con el vividor Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo) que la llevará a viajar por el mundo y descubrir el dolor, la filosofía y su propia libertad.

Juego de intertextos y heredera del expresionismo alemán, la primera parte parece sacada directamente de El gabinete del Dr Caligari (1920). Por supuesto subyace en esta historia el mito de Frankenstein, si bien con una impronta feminista muy relevante hoy. Así, la esencia de la historia es la misma que la de su coetánea Barbie, la de la mujer creada artificialmente cuya inocencia radical chocará con el mundo machista que descubre. En el despertar de Bella, tiene gran protagonismo el aspecto sexual (tanto en la trama como en la pantalla), hasta el punto de que la cumbre de su liberación es su etapa en un prostíbulo parisino, que la película muestra con todo tipo de detalles grotescos.

Estéticamente es quizá la película más original del director y lo que la hace única. Envuelta en una ambientación onírica (fue toda grabada en sets creados especialmente), son una delicia tanto los ambientes en blanco y negro de la primera parte, filmados con lentes que generan un llamativo efecto de ojo de pez, como los coloridos ambientes externos de los viajes de Bella, que parecen sacados de cuadros de Salvador Dalí. De esta forma el pacto es casi como el de un cuento de hadas, con personajes caricaturescos (el rostro deforme de Godwin Baxter, con un ideal Willem Dafoe, o la patética excentricidad del vividor encarnado por un desinhibido Mark Ruffalo). Desde luego, el espectáculo es de Emma Stone, también productora de la cinta, que se salta todo límite para interpretar a una Bella absolutamente «libre». La extrañísimamente hermosa música de Jerskin Fendrix completa el esplendor estético de la película.

Caricatura de humor negro al fin, el planteamiento filosófico está muy presente. El creador de Bella es Godwin Baxter, llamado en la película simplemente God, Dios. Dios creador que dio la vida y «el libre albedrío» a su criatura. Bella primero se desposa con el inocente ayudante del doctor (Ramy Youssef), pero pronto sus deseos de aventura la llevan a los brazos del vividor de quien se volverá tormento con su autenticidad descarnada. Nuevos amigos la invitarán a leer filosofía, y a descubrir el planteamiento existencialista o la propuesta socialista. En fin, no puede renunciar a su origen que la sigue llamando y del que intentará apropiarse. Porque sí, es libre, pero finalmente es creada, criatura, pobre criatura.

Jerrod Carmichael and Emma Stone in POOR THINGS. Photo Courtesy of Searchlight Pictures. © 2023 Searchlight Pictures All Rights Reserved.

(2023) Irlanda
DIRECCIÓN Yorgos Lanthimos
GUION Tony McNamara a partir de la novela de Alasdair Gray
FOTOGRAFÍA Robbie Ryan
MÚSICA Jerskin Fendrix
REPARTO Emma Stone, Willem Dafoe, Mark Ruffalo, Ramy Youssef, Kathryn Hunter, Vicki Pepperdine, Christopher Abbott, Jerrod Carmichael, Suzy Bemba, Margaret Qualley

La sociedad de la nieve

Cuando lo heroico es vivir

«No hay amistad sino entre los hombres buenos»
Cicerón

Hay historias reales, hay historias que necesitamos, y hay algunas que son ambas. Ésta es bien conocida. El 13 de octubre de 1972, un vuelo chárter operado por la Fuerza Aérea Uruguaya llevaba de Montevideo a Santiago de Chile a un equipo de jóvenes jugadores de rugby y a algunos de sus familiares y amigos. Iban con idea de un viaje breve, de fin de semana para jugar un partido. El vuelo es corto también, de apenas 2 horas, pero hay que cruzar por encima de la cordillera de los Andes. Y fue ahí donde el aeroplano no consiguió sortear uno de los picos y se estrelló. De los 45 pasajeros, varios murieron en el impacto, y otros lo harían a lo largo de los más de dos meses (72 días) que transcurrieron hasta que fueron rescatados. 16 de ellos sobrevivieron, una noticia que dio la vuelta al mundo y que ha generado varias conferencias, libros y películas, como ésta.

La película es buena, sí, e inspiradora, pero también es durísima, brutal. Si bien el mensaje global es de compañerismo y la lucha por sobrevivir, los detalles son terribles y la película, sin ser grotesca ni explotarlos, tampoco los omite, al contrario, los recrea a detalle, como los efectos fisiológicos de vivir en esas circunstancias. Y en ese sentido, el dilema más fuerte es el del canibalismo respecto de los muertos: el único modo de sobrevivir. La secuencia del choque también es tremenda, no apta para públicos demasiado sensibles. Así, muchos detalles la separan de la versión más famosa hasta hoy, la producción estadounidense ¡Viven! (Frank Marshall, 1993), protagonizada por Ethan Hawke. Aquella película popularizó la historia y se convirtió en un clásico, hablada originalmente en inglés, con actores conocidos y un tratamiento del tema más enfocado en lo heroico que en muchos detalles reales más duros de ver. En ese sentido, esta versión se siente mucho más real: los actores son uruguayos, ninguno de ellos especialmente conocido hasta ahora.

Sin embargo, esta película no es menos universal, al contrario. No sólo porque es una historia de supervivencia a la que es imposible no reaccionar, sino por la producción en sí misma: dirige el director español afincado en Hollywood, J. A. Bayona (El orfanato, Lo imposible, Jurassic World) y la música es nada menos que de Michael Giacchino (Up, Coco, The Batman, etc). Se cuidó con todo detalle la recreación de la época y de los propios hechos. Es impresionante la comparación con algunas fotos reales, que la película reproduce explícitamente. Se nota la mucha investigación que hay detrás. Un detalle es que hay rótulos que van haciendo un recuento de todos los fallecidos (nombre y edad), de forma que estamos ante un documento de los hechos, si bien recreado en ficción. Hacen apariciones algunos de los supervivientes reales, el más notorio es el de Carlos Páez que interpreta a su propio padre en la película y que comunica por teléfono los nombres de los supervivientes encontrados.

Con todo, la decisión más acertada de la película es tomar el punto de vista del personaje de Numa Turcatti, interpretado por Enzo Vogrincic (cuyo parecido físico con Adam Driver las redes no han dejado pasar). Decisión arriesgada, por el desenlace de ese personaje (aparentemente tendría más sentido que el protagonista fuera Nando Parrado, como en ¡Viven!), pero que permite enfocar el relato desde la amistad, la fe y la serenidad de este joven, que ni siquiera era parte del equipo de rugby (era amigo de uno de ellos, y viajó con otro de sus amigos) y casi no conocía a ninguno de los otros pasajeros. La edad y entereza de los jóvenes, así como su valía humana —qué duda cabe— les permitió transformar una situación desesperante y que pudo terminar sólo en confrontación, en una convivencia real (una sociedad, como dice el título un poco pretencioso) y sobre todo en una historia de amistad y supervivencia. «Tu Dios me dice lo que tengo que hacer en mi casa —dice un desesperado y equivocado Arturo, uno de los personajes— pero no me dice lo que tengo que hacer en la montaña». Vaya que su Dios preparó a Numa en su casa —la primera aparición del personaje es asistiendo a Misa— para la montaña.

(2023) España, EUA
DIRECCIÓN J.A. Bayona
GUION J.A. Bayona, Bernat Vilaplana, Jaime Marques-Olarreaga y Nicolás Casariego a partir de la novela de Pablo Vierci
FOTOGRAFÍA Pedro Luque
MÚSICA Michael Giacchino
REPARTO Enzo Vogrincic, Agustín Pardella, Matías Recalt, Esteban Bigliardi, Diego Vegezzi, Fernando Contingiani, Esteban Kukuriczka

Anatomía de una caída

Sangre en la nieve

Un matrimonio de escritores —alemana y francés— viven en una cabaña rodeada de nieve en Francia. Su único hijo tiene una discapacidad visual casi total a raíz de un accidente años antes. A los pocos minutos de iniciada la película, el niño encuentra el cadáver del padre, frente a la casa y al pie de la ventana del ático. Nadie más que el fallecido y su mujer se encontraban en la casa en el momento de la caída, por lo que la policía empieza una investigación.

Brillante película ganadora de la Palma de Oro, el máximo premio en el Festival de Cannes. Fría como el entorno en que se ubica, cuenta objetivamente una investigación y un juicio. Nada más y nada menos. Hábilmente no se da al espectador más información que la del propio proceso, sin flashbacks adicionales que expliquen lo sucedido. De hecho, va jugando con el espectador, quien va sacando sus propias conclusiones y se ve forzado a cambiar de opinión continuamente. 

Se nota la experiencia y buena mano de la directora francesa Justine Triet, en un guion envolvente escrito en mancuerna con el también actor Arthur Harari, con quien ya había trabajado previamente. La película ha sido multipremiada, sobre todo en Europa, y ciertamente es un cine más “europeo”, lejos del efectismo hollywoodense. Así, por ejemplo, no hay música que acompañe las emociones —sólo una contrapuntística versión instrumental de P.I.M.P. de 50 Cent y Snoop Dog, extraña elección que tiene un papel dentro de la historia, y que es más una agresión que un acompañamiento.

Mucho recae en las actuaciones, sobre todo en la de la protagonista, la alemana Sandra Hüller, en su mejor año, pues está siendo muy premiada la otra película que protagoniza, la alemana Zona de Interés. El aplomo y la ambigüedad de su actuación es totalmente clave para que funcione el planteamiento de la película. Además, cada personaje se siente enteramente real, incluso los que intervienen poco en este drama al que no sabes cómo reaccionar. En fin, ésta es una película atrapante, con mucho que exprimir sobre los roles matrimoniales, la inmigración intraeuropea, el oficio del escritor, el trabajo forense o el sistema penal francés, por decir algo. Como el buen cine, no salta a conclusiones. Lástima que no vaya a optar al Óscar —se dice que Francia decidió enviar otra película por el papel crítico de la directora con el gobierno.

(2023) Francia
DIRECCIÓN Justine Triet
GUION Justine Triet & Arthur Harari
FOTOGRAFÍA Simon Beaufils
REPARTO Sandra Hüller, Swann Arlaud, Milo Machado Graner, Antoine Reinartz, Samuel Theis, Jehnny Beth, Saadia Bentaïeb, Camille Rutherford, Anne Rotger.

Vidas pasadas

El sueño milenial

La protagonista de esta historia nació en Corea del Sur y emigró a Estados Unidos siendo niña, junto con su familia, siguiendo el sueño americano (o la versión de este después del 11-S y con ciertos recursos). En Corea dejó a un amigo de la infancia, su amor platónico adolescente. Pasan unos 12 años y se encuentran por internet (la nostalgia del viejo Facebook y del Skype, antes de la era del Zoom) mientras ambos están en la universidad, imposibilitados a viajar para convivir de nuevo. Pasan otros tantos años y finalmente él viaja a Nueva York, donde ella ya hizo su vida y está casada…

Esto que podría ser una entrega de las películas de Before Sunrise de Richard Linklater, es la ópera prima de Celine Song, dramaturga que incursiona en el cine con una película de claros tintes autobiográficos, auspiciada por la productora A24, símbolo ya de calidad en el cine independiente. Se trata de una trama sencilla sin grandes giros, sostenida en los tres personajes principales. La protagonista Greta Lee interpreta un rol que le permite dar un paso gigante en su carrera, hasta ahora más vinculada a roles secundarios de comedia en la pantalla chica, y que le ha valido ya varios premios y nominaciones. Teo Yoo, también coreano (y que aparece en la cinta coreana estelar del año, Decision to Leave, un título que podría compartir con esta historia) es su excelente contraparte, el amigo de infancia que se convirtió en un ingeniero adulto. Finalmente John Magaro, con un rostro quizá más familiar al público occidental, es el esposo americano de ella: llamado a ser villano en este triángulo amoroso, como él reconoce, pero que afortunadamente no llega a tal sino que se evita el cliché y he ahí el principal atractivo de esta película.

Delicada y sutil en su modo de plantearlo, desde luego bella en su conematografía, la película muestra el modo de concebir las relaciones hoy entre los ya-no-tan-jóvenes que puede compartir el público snob, occidental —neoyorquino como el de la película— tan cercano a los premios y a la alta crítica fílmica, donde ha gustado mucho esta película. El sueño milenial, como en la celebrada película danesa La peor persona del mundo. Manda lo profesional por encima de un proyecto de familia. Como en La La Land, el final feliz ya no es el de la pareja aparentemente destinada a estar junta, sino el de las decisiones más individualistas, lo que tiene un sabor más real. Eso sí, quizá demasiado idealizado por películas celebradas (si bien merecidamente) como ésta. Menos mal que no es la realidad de la mayoría, aunque sí de muchos de los que hacen el cine hoy.

(2023) EE.UU.
DIRECCIÓN Y GUION Celine Song
FOTOGRAFÍA Shabier Kirchner
MÚSICA Christopher Bear & Daniel Rossen
REPARTO Greta Lee, Teo Yoo, John Magaro,