House of Gucci

Culebrón de ricos

La triste historia real de cómo la familia Gucci perdió la propiedad de su legendaria marca de lujo ciertamente da para una película. Todo empezó cuando Maurizio Gucci, joven heredero con poco interés en el negocio familiar, se enamoró de Patrizia Reggiani, una advenediza al lujoso mundo de los Gucci que llegó dispuesta a todo por escalar dentro de la familia y el negocio. Hoy Reggiani cumple una sentencia por el asesinato de Maurizio Gucci y, como los grandes culebrones que además tienen que ver con ricos y famosos, este tenía su interés. Además, para contar esta historia se reunieron grandes talentos tanto detrás de la cámara (Ridley Scott) como delante: Adam Driver, Jeremy Irons, Al Pacino, Jared Leto y, claro, Lady Gaga.

La caracterización de los personajes es de lo mejor de la cinta

Siendo una película entretenida y con aciertos cinematográficos (impecable fotografía, excelente banda sonora con canciones populares), su gran problema es la falta de unidad. No parece haber claridad con qué se está buscando, a pesar de que el veterano Ridley Scott es uno de los grandes directores vivos, aunque ciertamente sus fuertes más bien han sido la ciencia ficción (Blade Runner, Alien) y el cine de época violento (Gladiador, Cruzada o la reciente El último duelo) y no tanto el cine de este tipo que se antoja a territorio Scorsese: ambición, lujo externo y decadencia moral. 

Un irreconocible Jared Leto en el papel del incomprendido e incompetente Paolo Gucci

Falta de unidad, decíamos. Así, la protagonista es Patrizia Reggiani pero a la vez toda la película se empeña en desprestigiarla y acusarla. Maurizio Gucci pasa de presa a jefe y de jefe a víctima, aunque sus motivaciones nunca se justifican. El drama de Aldo Gucci (Al Pacino) encarcelado por su propio hijo no se aprovecha bien, y la interpretación esperpéntica de Jared Leto —irreconocible bajo un maquillaje de primera— es desconcertante dentro del conjunto. Los peores momentos son los de Salma Hayek, que interpreta a una vidente de la televisión que se convierte en confidente y cómplice de Reggiani. La escena en que van disfrazadas a contratar a los sicarios parece un sketch cómico de mala televisión.

Salma Hayek —pareja real del actual dueño de la marca Gucci— tiene un papel relevante en la conspiración

Y todo esto no parece ser culpa de los actores, que hacen muy bien lo suyo: destaca Adam Driver en lo que ha sido quizá el mejor año de su carrera, y Lady Gaga está que ni pintada para el personaje principal (aunque no es lo mismo que ser buena actriz, ojo). Más bien es una falta de balance en el tono general que no encuentra la línea que quiere seguir ni la historia que quiere contar, a pesar de que las escenas se suceden y la cinta avanza. Más allá de conocer la triste historia de los Gucci no hay personajes que cambien y evolucionen. Puede haber sorpresa, pero no hay catarsis, y eso —ya lo decía Aristóteles— nos deja sin satisfacción emocional.

Hay miradas que matan

(2021) EE.UU.
DIRECCIÓN Ridley Scott
GUION Becky Johnston y Roberto Bentivegna basados en el libro de Sara Gay Forden
FOTOGRAFÍA Dariusz Wolski
MÚSICA Harry Gregson-Williams
REPARTO Lady Gaga, Adam Driver, Al Pacino, Jared Leto, Jeremy Irons, Salma Hayek, Jack Huston, Camille Cottin, Reeve Carney

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