(2007) EEUU
DIRECCIÓN Tim Burton
MÚSICA Hugh Wheeler
REPARTO Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Alan Rickman
Venganza a golpe de música
Sorprendente, ese sería el primer adjetivo que me viene a la mente. El musical Sweeney Todd narra la historia de un barbero que tras largos años de prisión regresa a Londres sediento de venganza. Se instala encima de una pastelería, donde con la ayuda de la pastelera buscará a los que le destrozaron la vida.
La ambientación de un Londres oscuro, sucio y triste me parece muy efectista. A esto se suma que Johnny Depp y Helena Bonham Carter cumplen sus papeles musicales de una manera bastante más que digna.
Lo interesante, lo impactante o, mejor dicho, lo que convierte a este film en extraño es la visión que se da de un asesino paranoico y sádico. Tim Burton justifica las acciones del barbero, pero lo hace con tanto arte que en algunos instantes dudas de si de verdad está mal matar. Burton nos propone una obra de gran calidad artística. Arte para matar, para cantar, para mirar y sobre todo el arte de la sangre que intensifica su color rojo para decirnos justo eso, que también la muerte y la sangre pueden ser bellas.
Tras unas cuantas alabanzas, paso a las cosas malas o muy mejorables. Primero y más importante, tu oído debe ser muy, muy tolerante: las canciones se repiten y como vuelva a oír la canción I steal you Johanna, me suicidaré. Segundo, creo que lo de utilizar para la pastelería la carne de los muertos es pasarse un poco (un toque muy Burton en apariencia, aunque lo debemos más al autor de la obra de teatro). Tercero, aparte de Depp y Bonham Carter el resto de actores (varios ex-Harry Potter) no transmiten nada y su presencia solo estorba. Y aunque he dicho que la ambientación está muy lograda, quizá en algunos casos resulta forzada.
Por último, la relación entre la hija del barbero y el marinero es de las peores que he visto nunca, no solo es ñona sino que entre ellos dos existe el mismo feeling que entre un zapato y una nevera. En definitiva, una película normalita. Durante la hora y media sufres, ríes, pero sobre todo te sorprendes.
Álvaro Martí