Beber para vivir
Cada cierto tiempo, el cine danés destaca y cruza fronteras con una película de primer nivel. Es conocido su peculiar aporte en 1995 al cine mundial desde el movimiento «Dogma 95» —que propugnaba un cine directo, sin efectos ni artificios— por parte del controversial Lars Von Trier y de un cineasta que ha sido más discreto pero bastante consistente: Thomas Vinterberg. Este director presenta ahora esta película difícil de clasificar, que le ha valido la nominación al Oscar a mejor película extranjera y a él como director —una sorpresa agradable— y que parte de una premisa estimulante: cuatro profesores de bachillerato que deciden comprobar una teoría de que se vive mejor con un cierto grado de alcohol en la sangre en horas laborales.

Ocho años después de la excelente La caza (mi crítica aquí), una tragedia sobre un profesor de preescolar falsamente acusado de abuso sexual de menores, Vinterberg se asocia de nuevo con Tobias Lindholm para escribir un guion que podría suceder en el mismo universo narrativo. El mismo protagonista (Mads Mikkelsen, sin duda el rostro más internacional del cine danés) es nuevamente un profesor pero ahora de jóvenes que están en su último año de bachillerato. Sin embargo, si aquélla era una tragedia en toda regla, Otra ronda —cuyo título original, Druk, es una palabra muy particular del danés para referirse a una buena borrachera— tiene mucho de comedia, pero también de un profundo vacío existencial.

Como el alcohol en la vida, hay risas, momentos de liberación —la escena final es de antología— pero también momentos patéticos, cosas vergonzosas y situaciones dolorosas de cara a la familia y al trabajo. No es una película sobre el alcohol, sino sobre la vida. La película está dedicada a Ida, la hija del director que colaboraba con él en el proyecto y que falleció a los 19 años en un accidente automovilístico cuando habían empezado la preproducción. Lo que podía haber terminado con el proyecto terminó por volverse su inspiración, y la película encuentra así un peculiar balance, sin juzgar a sus personajes pero sin defenderlos, sin satanizar el consumo de alcohol pero mostrando las distintas consecuencias. La juventud está especialmente presente, al ser los personajes profesores que tratan con jóvenes y lidian con este tema en sus vidas: el prólogo con escenas de jóvenes alcoholizados es bastante elocuente en ese sentido.

El equipo artístico que colabora con Vinterberg cumple de sobra. La actuación de Mikkelsen es fabulosa —consigue todo un arco de emociones en una sola escena en un restaurante— y nos lleva con el director en ese viaje contradictorio que es el de una vida vacía que busca sentido. Sus tres colegas aportan más a la comedia, aunque cada uno está muy adecuado, especialmente Thomas Bo Larsen quien también tenía un papel importante en La caza, así como la esposa del protagonista. Visualmente la película es sobria, en servicio de la historia, y se agradecen los elegantes intertítulos sobre negro para mostrar, por ejemplo, los mensajes del smartphone y no los ya muy vistos globitos insertados sobre la imagen. Por último, la selección musical es muy acertada, desde un melancólico piano de Schubert hasta la onda funk de The Meters al ritmo de la cual se emborrachan los personajes. La canción original «What A Life» del grupo danés Scarlet Pleasure —basta ver el trailer de la película— es, en mi opinión, un hit inmediato. No busquen, en fin, moralejas en esta pieza de cine del bueno, pero sí una mirada a la vida y sus contradicciones cuando no hay un asidero y este se busca, en este caso, en el beber.

(2020) Dinamarca
DIRECCIÓN Thomas Vinterberg
GUION Thomas Vinterberg y Tobias Lindholm
FOTOGRAFÍA Sturla Brandth Grøvlen
REPARTO Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Magnus Millang, Lars Ranthe, Maria Bonnevie