Mulán

(2020) EE.UU.
DIRECCIÓN Niki Caro
GUION Rick Jaffa, Amanda Silver, Elizabeth Martin, Lauren Hynek
FOTOGRAFÍA Mandy Walker
MÚSICA Harry Gregson-Williams
REPARTO Yifei Liu, Donnie Yen, Li Gong, Jet Li, Jason Scott Lee, Yoson An, Tzi Ma, Jun Yu, Chen Tang, Doua Moua, Jimmy Wong, Pei-Pei Cheng

Deshonrada tu vaca

Es increíble que teniendo toda la maquinaria del emporio Disney y un presupuesto de 200 millones de dólares uno pueda equivocarse tanto como el estudio de Mickey Mouse con su más reciente live action, Mulán. Puestos a filmar sus clásicos animados, Mulán tenía todas las cartas para ser una gran película: bélica, de época, dentro de una cultura milenaria exótica e interesante, una protagonista empática y un conflicto poderoso. Cuando se supo que esta versión sería sin canciones y sin personajes animados —el Mushu que, como el Burro de Shrek, interpretó Eddie Murphy en la versión original y Eugenio Derbez en la latina— pensé que sería una cinta un poco más adulta, precisamente aprovechando sus puntos fuertes. El resultado, para quien lo compare a la original animada, será decepcionante, y para quien quiera verla con ojos nuevos, simplemente incomprensible.

La Mulán de esta versión no tiene un dilema, nada le es difícil. Y es que tiene superpoderes (su chi, le llaman). Tampoco se niega a vivir un estilo de vida que le quieran imponer; no, para ella es lo mismo maquillarse para ir a ver a la Casamentera echándose una risas, o ponerse la armadura y romper una tradición milenaria jugándose la vida para ir a la guerra (de verdad juré que me había saltado una escena cuando Mulán toma esa decisión, porque nunca vemos que la tome, en fin). Y pues en adelante no tiene ya ningún problema, mas que evitar ducharse con sus compañeros, listo. De ahí el resto también es totalmente inverosímil, como que un puñado de aldeanos con un mes de entrenamiento venzan a una tropa élite de rouranos. Y al parecer la historia de una mujer que se infiltra en el ejército imperial de China y salve a toda la nación para al final ser reconocida no era lo suficientemente feminista. Los guionistas introducen entonces a una villana, también con superpoderes, que también busca ser reconocida.

La experimentada directora Niki Caro (Whale Rider, North Country) es puesta al frente de una superproducción que en su desesperado guiño al público asiático —y concretamente chino— está repleta de duelos y batallas físicamente imposibles, acompañados de movimientos de cámara espectaculares —de «espectáculo» no de que sean buenos—. Y ya en esas, la edición aprovecha a resolver problemillas de la trama. ¿Mulán tiene que recorrer cientos de metros para llegar al otro lado de un risco para provocar una avalancha antes de que maten a sus amigos? Fácil, un corte y ya está ahí. También puede perseguir a un halcón en vuelo saltando entre los tejados. Y así sucesivamente. Aunque se nota gran esmero en el diseño de producción, la colorida fotografía parece querer recordarnos que esta es una cinta de Disney hecha para toda la familia, más que pretender que estemos inmersos en la China imperial. Para completar el paquete de una narrativa mediocre, se añade la voz en off del padre de Mulán para que como narrador explique lo que necesitamos saber en determinados momentos de la película.

Los pobres actores no pueden hacer mucho, pues no tienen un proceso que contar. Apenas si el dilema del padre de Mulán (interpretado por el rostro familiar de Tzi Ma) tiene cierto sentido, al ser un padre orgulloso de dos hijas aunque no tenga un hijo varón que vaya a la guerra en su lugar. El posible romance de Mulán con un compañero soldado es nulo y el resto de sus «amigos» no llegan a ser tales. Las canciones de la cinta original resumían en secuencias de montaje procesos importantes como el entrenamiento de estos aldeanos, el ambiente masculino del ejército donde Mulán debe sobrevivir, o los propios dilemas de la protagonista, elementos que aquí simplemente son obviados. Que Jet Li sea el Emperador y sea en sí mismo un guerrero habilidoso que parece sacado de la película Kung-Fusión ya es de risa loca.

A mí el «live action» de El Rey León me pareció innecesario, y el de Aladdín no me gustó, aunque le reconozco algunos méritos histriónicos. Este simplemente me parece incomprensible. Así. Quizá unos productores enfrascados en hacer una superproducción, en mostrar escenas de batallas acrobáticas y dando por supuesto una historia que por sí sola debería funcionar. Pero eso es imposible si no la estás contando. Una vez más queda claro que la historia es lo más importante y si ignoras eso, por más dinero que pongas, la gente lo va a notar. Ya lo notó. Triste por Disney. Deshonor.

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