(2018) Estados Unidos
DIRECCIÓN Spike Lee
GUION Charlie Wachtel & David Rabinowitz y Kevin Willmott & Stan Lee basados en el libro de Ron Stallworth
FOTOGRAFÍA Chayse Irvin
MÚSICA Terence Blanchard
REPARTO John David Washington, Adam Driver, Laura Harrier, Ryan Eggold, Jasper Pääkkönen, Topher Grace
Poder blanco, poder negro
El mítico director afroamericano Spike Lee se basa en la historia real del policía afroamericano Ron Stallworth que en 1979 se infiltró en el Ku Klux Klan —fingiendo por teléfono, con el apoyo de su compañero blanco en los encuentros en persona— para hacer una crítica social fuerte del perenne racismo en Estados Unidos a través de una cinta que pretende ser comedia. Lee se mantiene fiel a sus temáticas como a su estilo, con una introducción irónica y un cierre con imágenes reales (incluidas declaraciones del Presidente Donald Trump) de violencia racista, combinados con la buena música R&B o su sello estético del plano de doble dolly —los personajes se distancian del fondo junto con la cámara—, entre otros.
No evita caer en la exageración y en la caricatura, lo que termina por hacer a sus personajes falsos —con excepción de Adam Driver, que interpreta al compañero judío de Stallworth que se hace pasar por él frente a los racistas y que atraviesa por una interesante crisis de identidad al tener que defender a otro— y quita así el peso al propio mensaje antiracista. Los miembros del Ku Klux Klan se presentan como irrealmente malvados y estúpidos —su Gran Mago es interpretado por Topher Grace, más bien cómico como siempre— y la trama deviene en un tercer acto poco creíble y un deus ex machina poco convincente.Interesante es que no muestre a los afroamericanos solamente como víctimas, sino también incapaces de entender a la otra parte, y que sean los héroes los que buscan el consenso y se apegan a las vías institucionales, tan valoradas en la sociedad estadounidense. Aunque se entiende la intención cómica, el efecto social que claramente pretende (de nuevo, véanse las imágenes reales del epílogo) queda lejos del de clásicos como Mississippi en llamas (1988) o Tomates verdes fritos (1991) —o del videoclip de This is America de Childish Gambino, sin ir más lejos—. Lo que era una historia meritoria se convierte en el retrato poco sutil de un grupo de policías muy poco profesionales. Sin en la vida real fueron héroes, desde luego la película, aunque entretenida, no les hace justicia.
Un comentario sobre “El infiltrado del KKKlan”