Miedo al otro
Una de las características más evidentes y problemáticas de la sociedad mexicana son las diferencias sociales, que han generado en muchos ámbitos un clasismo y racismo profundo y sistémico. El cineasta Joaquín del Paso busca abordar ese tema en su segundo largometraje, El hoyo en la cerca, y lo hace con una trama en la que un grupo de adolescentes mexicanos adinerados acuden a un campamento con cariz religioso en el que los organizadores los inducen a temer al otro —los pobladores de las zonas rurales aledañas al campamento— para así reforzar a la élite y protegerla.

El retrato que hace Del Paso es por un lado muy real y por otro muy falso. Es muy real porque se ve que el cineasta conoce ese mundo por experiencia propia y lo retrata a detalle: el modo de relacionarse de adolescentes de esa edad y contexto, el bullying, los insultos al alumno becado (el único moreno, llamativamente distinto al resto), los modos de hablar y de vestir de los profesores, los rezos en común, la labor social que regala prendas en desuso a unos pobres agradecidos. Sin embargo, se siente falso en las motivaciones de los personajes, y en distintas tramas —es una cinta coral— que se pierden sin resolverse. Hay una inquietud constante, muy lograda por la música y porque se intuye que algo anda mal, si bien nunca se desvela ni concluye nada y todo queda en un conjunto de episodios finalmente inconexos.

La trama sigue por un lado a uno de los niños que es bueno y quiere ayudar, aunque el sistema y los acontecimientos hacen de él otra víctima. Otro niño que aparentemente sufre algún abuso —la cinta nunca es clara en lo que pasa realmente, una sutileza que se agradece aunque confunde— y decide huir, y será quien tenga un final trágico aunque tampoco explicado. No está claro el punto de vista que se quiere mostrar, si el de los niños o los profesores, el de los niños víctimas o el de los niños hostiles. Y luego todo deviene en un frenesí a lo El señor de las moscas, pero sin haber estado debidamente sembrado. Si bien visualmente tiene una factura excelente, y un tempo adecuado de suspense que intriga y promete, en su afán por denunciar una situación social a toda costa pierde el norte.

La crítica está muy clara, con la metáfora un poco tosca del hoyo en la cerca, que representa una grieta hacia la clase privilegiada que quiere aislarse de lo externo y hacerse fuerte. El lugar del campamento se llama Los Pinos, como la residencia presidencial en México hoy asociada a los presidentes «neoliberales», y los niños se apellidan como esos mismos presidentes: Salinas, Peña… La religión se muestra como algo superficial y nocivo, de algún modo misterioso relacionado con el poder y la clase alta. Una frase advierte a la llegada de los alumnos: “Todo lo que no te lleva a Dios es un estorbo –arrójalo y tíralo”. Si bien nunca queda claro cómo es que eso, igual que los rezos colectivos (supuestamente el rosario y la Misa) conectan con el mensaje de poder y elitismo que se muestra como evidente, al menos para los profesores. Claramente Joaquín Del Paso —quien sale en la película como el papá de uno de los campamentistas, que a su vez asistió de joven— fue uno de esos niños, que ahora quiere denunciar esos ambientes, pero que tampoco entiende la motivación, buena o mala, de sus personajes (los profesores en este caso) y los muestra incomprensibles y extraños.

Un problema clásico de algunos guiones es que el objetivo de plasmar un mensaje sea más fuerte que la necesidad de contar una historia concreta. Así sucede aquí y además cabe preguntarse que si esta denuncia quiere señalar algo, a quién se lo está señalando. No parece que a las clases desfavorecidas, que no figuran en la película (el personaje del «becado» es otro que parece que se va a desarrollar… y no). Tampoco a estas élites católicas, porque no hay hacia dónde reflexionar, no hay catarsis ni personajes que aprendan algo para que lo aprenda el público con ellos. En ese sentido, cae en el mismo error que Nuevo Orden, de Michel Franco, con la que tiene varias similitudes en su supuesta denuncia social. Parece pues que el objetivo es generar odio y miedo sin mayores reflexiones ni explicaciones. Si esa es la propuesta, tanto social como artísticamente, no convence en lo absoluto.
(2021) México-Polonia
DIRECCIÓN Joaquín del Paso
GUION Lucy Pawlak y Joaquín del Paso
FOTOGRAFÍA Alfonso Herrera Salcedo
MÚSICA Kyle Dixon y Michael Stein
REPARTO Enrique Lascurain, Jacek Poniedzialek, Lucciano Kurti, Valeria Lamm, Yubáh Ortega Iker Fernández, Erik David Walker, Raúl Vasconcelos, Takahiro Murokawa