This Must Be the Place

(2011) Italia, Francia, Irlanda
DIRECCIÓN Paolo Sorrentino
GUION Paolo Sorrentino y Umberto Contarello
FOTOGRAFÍA Luca Bigazzi
MÚSICA David Byrne, Will Oldham
REPARTO Sean Penn, Frances McDormand, Eve Hewson, Kerry Condon, David Byrne, Simon Delaney

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Se trata de la primera incursión en Hollywood del italiano Paolo Sorrentino, quien luego se haría un merecido lugar en el panorama del cine de autor contemporáneo con La gran belleza (2013), ganadora del Oscar a mejor película extranjera, y con Youth (2015). Por cierto, ambas películas manejan líneas temáticas similares a las de la que nos ocupa.

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Cheyenne (Sean Penn extraordinario como siempre) es un rockero retirado que vive tranquilamente en Dublin y que debe viajar a Estados Unidos por la reciente muerte de su padre, sobreviviente del holocausto judío, al que tendrá que vengar cuando se entera de que su verdugo de los tiempos de Auschwitz sigue suelto.

El mayor acierto de la película –aunque no el único, ni mucho menos– es el contraste establecido en las distintas situaciones por el personaje de Cheyenne, una especie de Ozzy Osbourne que en sus largos cincuentas sigue luciendo un look de estrella del heavy metal con ojos maquillados y todo. Con esas pintas, se dispone a rastrear a un anciano ex nazi a través de ambientes rurales de Estados Unidos, por lo que el contraste es total. Como le dice una anciana al abrir la puerta y ver a semejante personaje: “¿Has venido a matarme, querido?”.

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A la vez, el personaje principal, como artista que es, tiene una visión única del mundo –un rasgo muy propio de los protagonistas de Sorrentino– y una actitud extrañamente pasiva ante las distintas peripecias de la trama. Tomado por loco por la mayoría, Cheyenne irradia no obstante cierta sabiduría quijotesca ante el que está dispuesto a verla, como el personaje de Rachel (Kerry Condon), quien incluso se enamora de él, y su hijo (la escena en que Cheyenne y el pequeño cantan juntos no tiene desperdicio). Por cierto, encomiable la relación amorosa con la esposa bombero, otro personaje contrastante: Frances McDormand en un papel muy macdormiano que Wes Anderson envidiaría.

Otro elemento protagonista es sin duda la música, que corre a cargo de David Byrne, vocalista de los Talking Heads, quien también se interpreta a sí mismo en la película como amigo de Cheyenne. Sus canciones establecen el tono de esta atípica road movie, y la homónima “This Must Be The Place” luce en un plano secuencia que es uno de los muy logrados del cinefotógrafo de cabecera de Torrentino, Luca Bigazzi.

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Con todo, hay que advertir que no es esta una película de ritmo convencional. Sorrentino no sigue la estructura clásica del guion –por lo que a veces puede generar la sensación de que es demasiado lenta o “no pasa nada”– ni se centra en la trama detectivesca de la búsqueda del ex nazi, como otros directores hubieran hecho. A Sorrentino le interesa el viaje interior de su protagonista, quien en plena madurez se encuentra, sin embargo, carente de algo, como Jep Gambardella (Toni Servillo) en La gran belleza o Fred Ballinger (Michael Caine) en Youth. Si uno está dispuesto a renunciar a esa ansia por los giros de trama, encontrará en esta película un lugar más que especial.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

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