El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos

(2014) EE.UU.
DIRECCIÓN Peter Jackson
GUION Fran Walsh, Philippa Boyens, Guillermo del Toro y Peter Jackson basados en la novela de J.R.R. Tolkien
MÚSICA Howard Shore
FOTOGRAFÍA Andrew Lesnie
REPARTO Ian McKellen, Martin Freeman, Richard Armitage, Orlando Bloom, Evangeline Lilly, Luke Evans, Lee Pace

El fin, por fin

La esperada tercera entrega de El hobbit llegó finalmente a las pantallas, cerrando el ciclo de Peter Jackson y sus adaptaciones del mundo de Tolkien. Lo digo con cierto cansancio, pues aunque soy de los que disfruté enormemente la trilogía de El Señor de los Anillos, en la que reconozco una gran maestría cinematográfica a muchos niveles (como producción es quizá el evento cinematográfico de mayor envergadura en la historia), pienso que esta última trilogía ha sido menos acertada.

El propio Peter Jackson se había negado a asumir el proyecto (después de haber dedicado años de su vida al mundo de Tolkien, no lo culpo por querer cambiar de aires) y aunque finalmente aceptó, el hecho tan criticado de querer hacer tres películas de un solo libro (y uno más bien sencillo), que a nadie se ocultó que era por una razón principalmente monetaria, hizo que el proyecto resultara en ciertos aspectos flojo.

Una vez derrotado el dragón Smaug –aceleradísimo arranque–, enanos, hombres y elfos se disponen a hacerse con la codiciada montaña (unos por derecho, otros por necesidad), al tiempo que los orcos se disponen a acabar con todos ellos. Los golpes, como se ve, están asegurados. Continúa también el triángulo amoroso entre Legolas, la elfo Tauriel y el enano Kili (se le puede reconocer entre los enanos porque es el único al que no se añadió una nariz enorme con el maquillaje), para tener suficiente material entre pelea y pelea en las dos horas de película.

Y así, El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos, siendo una entretenida película de aventuras, no deja de sentirse como “más de lo mismo”: travellings aéreos de un grupo de caminantes en las montañas con música épica, largas batallas contra orcos y trolls cada vez más retadores en las que el elfo Legolas desafía la gravedad, místicos elfos y poderosos magos enfrentando misteriosos poderes y un pequeño protagonista –lleno de cada vez más hollín y tierra conforme avanza su aventura– con muchas dosis de coraje y algo de buen humor.

Los temas de fondo, quizá lo más valioso de la obra de Tolkien, siguen siendo los mismos que los de la trilogía anterior: la batalla entre el bien y el mal, que empieza dentro de nosotros mismos –¡oh, Thorin!–; el valor de la amistad, la valentía, el compañerismo; la codicia de los débiles y la generosidad de los fuertes… En esta trilogía de El hobbit se intenta meter más ese elemento infantil y de pura aventura que el libro de Tolkien originalmente tiene (a diferencia de El señor de los anillos, más serio y con una historia mucho más trascendental, por decirlo así); y en un afán de conectar con la otra trilogía, vemos intervenciones del mal y el bien a gran escala (en los personajes de Elrond, Galadriel, Saruman, Sauron, etc.).

Termina, pues, el ciclo Tolkien-Jackson (con un simpático cameo de este último y su esposa y co-guionista Fran Walsh: a ver si lo detectan) con el que se redefinió el cine fantástico de aventuras y produjo un modelo que terminó en no dar para más. Si el objetivo es llenar salas, se puede seguir apostando a los superhéroes, que son muchos y parecen no cansar. Todavía.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

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