True Grit

(2010) EE.UU.
DIRECCIÓN Y GUION Ethan Coen & Joel Coen
MÚSICA Carter Burwell
FOTOGRAFÍA Roger Deakins
REPARTO Jeff Bridges, Matt Damon, Hailee Steinfeld, Josh Brolin, Barry Pepper

Con un par

Los hermanos Joel y Ethan Coen han conseguido hacerse todo un nombre en Hollywood. Con cuatro Oscars bajo el brazo, buenas dosis de ironía y de humor negro y un bien manejado estilo cinematográfico, prácticamente año tras año esperamos la joyita de los Coen, a veces una obra de culto, a veces un mero divertimento. Su última entrega no es ni lo uno ni lo otro. True Grit (Temple de acero en Latinoamérica, traducción bastante cercana al título original y Valor de ley en España, en alusión a otro tema clave de la película) es un western con todas las letras, remake de su homónimo de 1969, que le diera su único Oscar a John Wayne, o más bien una nueva adaptación de la novela en la que ambos se basan.

Después de que su padre muriera a manos del bandido Tom Chaney, una avispada niña de catorce años, Mattie Ross, contrata para dar alcance a Chaney y someterlo a la ley a Rooster Cogburn, un alguacil tuerto, entrado en años y en kilos y algo borrachín, pero al que su fama lo precede porque tiene “true grit” (temple de acero, agallas, o lo del título de esta crítica). Se les une un Texas ranger que también persigue al mismo bandido por el asesinato de un senador de Texas.

La realización de los Coen es correctísima, pero es la interpretación de los tres personajes principales la que le da su fuerza a True Grit: la revelación es la joven Hailee Steinfeld, pues su personaje es el eje de la historia, un reto nada fácil pues se trata de una niña determinada, testaruda, algo fría y muy audaz para su joven edad; Steinfeld cumple a la perfección realizando a sus catorce añitos un personaje fuerte que Kim Darby hiciera con veintidós en 1969. El alguacil Cogburn –quizá el más Coen de los personajes- está muy conseguido por Jeff Bridges, valiente y despreocupado al estilo de John Wayne en la primera True Grit o en The Searchers; a veces simpático e incluso patético. Y revelación también, a su manera, resulta Matt Damon en un papel que, para variar, le permite interpretar a alguien que no sea el propio Matt Damon como suele (Bourne, Hereafter, Good Will Hunting y un largo etcétera): esta vez es el Texas ranger LaBoeuf, en continua pugna con sus compañeros de expedición.

Estamos, pues, ante el mejor western del momento, que no deja por eso de ser un western: un género ya algo manido (los Estudios Edison hicieron ya en 1903 El gran robo del tren y el argumento no ha cambiado mucho desde entonces) y que a nivel de trama tiene ya poco que ofrecer. Porque lo que hacen estos personajes es eso, cabalgar y buscar gente en el oeste, como lo hicieran John Wayne y Jeffrey Hunter en la ya mencionada The Searchers, o tantas otras. No por nada muchos de los westerns actuales son remakes, que quizá apelen más a la nostalgia de los clásicos que al salvaje oeste en sí mismo. Los Coen insisten y sí, añaden un poco de sal con su visión de los personajes y algo de su irónico humor y, sobre todo, logran plasmar como siempre su buen saber hacer.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

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