Coco

(2017) EE.UU.
DIRECCIÓN Lee Unkrich & Adrian Molina
GUION Adrian Molina, Matthew Aldrich, Lee Unkrich, Jason Katz
MÚSICA Michael Giacchino
REPARTO ORIGINAL  Anthony Gonzalez, Gael García Bernal, Benjamin Bratt, Alanna Ubach, Alfonso Arau, Sofía Espinosa, Jaime Camil

Pixar con mariachi

La sala se oscurece. El inconfundible intro con el castillo de Disney arranca con la tradicional tonada de When You Wish Upon a Startocada por un mariachi. Y a continuación, por supuesto, la lámpara saltarina, el logo de ellos, los genios: Pixar. Exactamente 22 años después de sorprender al mundo con Toy Story —no tanto por ser la primera película completamente animada en computadora, cosa que le valió un Oscar especial, sino por su guion que toca el corazón, eso que se volvió el sello de la casa— traen su película número 19. La prepararon durante 6 años y su estreno no puede ser más oportuno en la era Trump, pues es, como dicen ellos, un canto de amor a México. Y hasta el nombre es precioso. Se llama Coco.

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A cargo de Lee Unkrich (ganador del Oscar por Toy Story 3) y Adrian Molina, la historia de Coco se enmarca en la tradición mexicana del Día de muertos, pieza única del folklor mexicano que ha atraído al cine internacional ya desde el proyecto inconcluso del padre del cine ruso, Serguei Eisenstein, ¡Que viva México! en 1930 y hasta la última aventura de James Bond, Spectre. Consiste, como es sabido, en que la noche del 1 al 2 de noviembre se recuerda con fotos en altares a los seres queridos fallecidos, que esa noche «regresan» a visitarnos; en esta línea la película retoma el lugar común del contraste del mundo de los vivos con el animado mundo de los muertos, como sucedía en El cadáver de la novia de Tim Burton o en El libro de la vida de Jorge R. Gutiérrez, producida por Guillermo del Toro. Por cierto, esta última —también en torno al Día de muertos mexicano— fue estrenada mientras Coco estaba en preproducción, cosa que no es la primera vez que le pasa a Pixar, pues también fueron adelantados por la derecha cuando en 1998 DreamWorks estrenó Antz mientras ellos prepararaban Bichos que se estrenó ese mismo año.

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La trama de Coco sigue a la familia Rivera, humildes zapateros mexicanos que aborrecen la música desde que uno de sus antepasados, un músico famoso, abandonara a su mujer e hija por buscar la fama. Sin embargo, Miguel, el joven protagonista, que anhela ser un cantante como su ídolo Ernesto de la Cruz, termina transportándose accidentalmente al mundo de los muertos de donde intentará regresar para cumplir su sueño. No diré más para no arruinar nada, pero basta decir que el guion está bordado y es una clase maestra de storytelling, como suelen ser los de Pixar, con giros de trama y anagnórisis incluida. Las lágrimas finales, dicho sea de paso, están aseguradas.

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Dieron fruto los años de investigación sobre el terreno, pues el homenaje a México resulta completísimo: el aspecto estético de los muertos representados como calaveras mexicanas; la centralidad de la flor de cempasúchil, típica de la fiesta; el perro xoloitzcuintle mascota del protagonista; o la arriesgada pero aceptable inclusión de los alebrijes —coloridas artesanías típicas— como animales mitológicos en el mundo de los muertos. Y, por supuesto, la cultura mexicana: el pueblito es auténtico, tanto como la abuela que utiliza su chancla como arma, el papel picado, hasta la camiseta de la selección de futbol y una colección de celebridades mexicanas, de hecho nunca antes una película de Pixar incluyó tantas referencias a personajes reales: Ernesto de la Cruz es un intencionadísimo alter ego del gran Pedro Infante, y en el mundo de los muertos encontramos al luchador El Santo, a Cantinflas, al propio Pedro Infante y a Jorge Negrete y, especialmente remarcada, Frida Kahlo; incluso se percibe cierta influencia de la excelente biopic de la famosa pintora que dirigió Julie Taymor en el 2002: otro buen ejemplo de homenaje a México desde Hollywood.

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Pero sin duda la piedra de toque del sabor mexicano de la película es su música. Los directores apostaron a lo seguro con su compositor de cabecera, Michael Giacchino (Inside Out, Ratatouille, Up, Los increíbles) que supo adoptar los ritmos mexicanos y sones huastecos, logrando incluso piezas —recordemos que la trama gira en torno a la música— que parecen auténticas canciones mexicanas, e incluyó clásicos como La Llorona de la gran Chavela Vargas. Y el broche, en fin, que validó el elemento mexicano fue el reparto que da voz a cada personaje. Un cast completamente latino en la versión original, destacando Benjamin Bratt como el cantante Ernesto de la Cruz, del que varios repitieron para el doblaje latino/mexicano: un excelente Gael García Bernal —¡canta!—, Alfonso Arau o Sofía Espinosa, a los que se unieron en el doblaje varios artistas y celebridades mexicanas: Marco Antonio Solís, Angélica Vale, César Costa, Angélica María, Cecilia Suárez, Ana de la Reguera, Víctor Trujillo, Andrés Bustamante, Héctor Bonilla, la escritora Elena Poniatowska, la activista Ofelia Medina y hasta Xavier López «Chabelo». Como se ve, nadie quiso quedarse fuera de la fiesta.

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En pocas palabras, otra estupenda película de Disney y Pixar y un logrado homenaje que los mexicanos veremos con especial cariño. Y es que más allá de la animación y la trama elaborada, el mensaje es clarísimo: la prioridad de la familia por encima de las ambiciones individuales —como para quitarse el sabor agridulce de la galardonada La La Land. No por nada el nombre «Coco» es el de la tatarabuela del protagonista, Mamá Coco, cariñoso apelativo de las María del Socorro y uno de los primeros sonidos que el que escribe escuchó pues mi madre es, precisamente, Coco. No por nada dije que es un nombre precioso. Y digno de esta historia mexicana universal.

Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor

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